Transparencia, ese oscuro término

by Julen

Vamos a tener ley de transparencia acceso a la información pública. Albricias. Justo lo que necesitaba para darme cuenta de que no, no es como parece. La transparencia requiere una ley que indique qué transparentar y como hacerlo. En realidad, si habláramos en términos cuantitativos quizá fuera mejor hablar de la ley de opacidad, ¿no? Porque gestionar la transparencia es ocultar lo que no interesa. Ha sido, es y seguirá siendo así. Tampoco nos vamos a sorprender a estas alturas de partido.

Pero vamos a pensar bien y a considerar que la transparencia gana terreno. ¿En términos absolutos o relativos? Hay más cantidad de información disponible, pero cada vez es más evidente que manejar de forma adecuada esa información es poder y «poder» es palabro delicado. Sobre todo cuando sirve para ganar dinero en un círculo vicioso que se retroalimenta a sí mismo.

En realidad, todos reconocemos que la transparencia no es buena per se, siempre. Es algo que percibimos e interpretamos según el color del cristal con que miramos. Supongamos que estoy muy enfermo: ¿me dices la verdad para que lo sepa? Depende. Depende quién seas y cómo prevemos que puede afectarte saber la verdad. Quizá con ella en la mano mueras antes por la sola angustia de saber que estás muy enfermo. Quizá nunca me hubieras perdonado que no te lo dijéramos.

Así que se trata, efectivamente, del derecho a saber lo que sabes de mí. Luego veremos qué hacemos con eso. Y ahí se encierra toda la complejidad del asunto. Comenzando -gran paradoja- porque galopamos a través de las redes sociales basadas en Internet en una producción inmensa de información sobre nosotros mismos… de la que apenas una pequeña parte de la población parece consciente. Lo de siempre, la primera labor es hacernos conscientes de lo que hacemos.

Yo, por supuesto, aplico todos mis prejuicios: no me fío un pelo. Cuando muchos de los políticos que nos gobiernan hacen lo que hacen con la información que poseen, entonces, cuando menos, hay que ser precavido. Juan Varela cita (imprescindible leer su artículo, como siempre) tres asuntillos delicados de lo que comenta El País respecto a la futura ley de acceso a la información y que se proponen como excepciones: la propiedad intelectual, los intereses públicos económicos o comerciales o el secreto requerido en procesos de toma de decisión.

Échate a temblar por este coladero. Tres asuntos demasiado serios, ¿verdad? Claro que este tipo de ley parece mirar a la Administración y lo que ella sabe de mí. Pero, seamos realistas, ¿no sería más lógico legislar para que las empresas privadas cumplan a rajatabla eso que se supone va a regular la futura ley de acceso a la información pública? Si la Administración se ha ahuecado dando paso a una subcontratación bestial de actividades -incluyendo las intensivas en información personal-, ¿no sería lógico que la ley mirara a esas empresas que tanto saben de nosotros?

Sí, claro, me refiero Facebook y compañía. Ya que se privatiza todo, que alguien se ocupe de legislar estos asuntos. Lo digo porque lo mismo vemos una pregresiva privatización facebookización de la Administración. Tiempo al tiempo.

También escriben sobre esta nueva ley en Administraciones en Red. Seguro que le dedicarán espacio a este asunto en el futuro (como ya le han dedicado antes, por supuesto). Estaremos atentos a las pantallas 😉

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