Sigo a vueltas con la Alhóndiga de Bilbao. Ahora que enseguida volveré a mi casa de toda la vida, resulta que ese inmenso edificio histórico va a ser, por fin, un vecino vivo. Ha estado muerto durante tantos años que cuesta reconocer su nueva función en el barrio. Ya comenté ayer, por cierto, el caótico sistema que tienen montado para acceder a abonos y reserva de plazas para las actividades deportivas. Por la tarde, encima, tras los trámites anteriores, resulta que mi tarjeta de Bilbao Kirolak no estaba activa… ¡y me han dicho que mejor espero al lunes para activarla porque hay mucha gente en las colas! De risa.

Ayer fui al cine. Woody Allen es debilidad compartidad con Boquitas Pintadas. Ya dirá ella qué le parecieron Antonio Banderas & cía. Mientras hacíamos tiempo para entrar a ver la peli estuvimos comentando la cantidad de trabajo basura para gente joven que producen este tipo de mastodontes culturales contemporáneos. Lo cual incluye, por ejemplo, a los cines Golem. ¿Qué edad media puede tener la gente que vende las entradas, atiende con las chuches o andaba por allí colocando unos carteles? Pues, no sé, quizá… ¿25 años? ¿Menos aún?

Pero si miras la gente que curra en la tienda de la Alhóndiga, la que atiende en los bares, la que porta la «i» de información (que, como decía ayer, son un pequeño ejército), la que atiende en el gimnasio… todo es igual: trabajo para la chavalería que estará pagado como tú y yo sabemos y con un horizonte temporal de precariedad inmediata. Así que la cultura y el deporte se suman a la industria de los servicios: el futuro ya está aquí dejando atrás aquella sociedad industrial que conocimos. Ahora el maná viene de consumir servicios envueltos por mano de obra barata con contratos basura.

Las inversiones irán al edificio, a lo que supone gran impacto mediático. Las inversiones irán a los grandes nombres que atraen desde cualquier rincón del mundo a gente dispuesta a consumir cultura. O sucedáneo de cultura, o lo que sea. Pero en el rompecabezas de la moderna ciudad de servicios culturales surgen trabajos basura a tutiplén. Trabajillos en las tiendas, trabajajillos en los mostradores, trabajillos en el gimnasio o en los cines. Trabajillos de usar y tirar, de nula expectativa de desarrollo profesional. Trabajillos donde, como ayer, recibes la respuesta: «Espera, que voy a preguntar porque a mí no me han explicado».

Es el mundo moderno del coaching directivo y la bazofia laboral de mínimo coste. Pero eso sí, en estos modernos templos culturales de occidente, se evita la contratación de personal «no agradable a la vista». Necesitan cuerpos y caras de jóvenes que podrían ser tus hijos, tus hermanas, tus vecinos. Gente que va a estar feliz por conseguir currelo basura que tiraran al contenedor de color marrón -a ver cuándo inventan el color del contenedor de basura para los empleos- en cuanto tengan la oportunidad. Porque el sistema es el que es: trabajo de usar y tirar envuelto con la cosmética de las grandes obras movilizadoras de la cultura moderna.

La cultura mediática está aquí. Es la que reúne presupuesto para obra e instalaciones. Es la que reúne un pequeño ejército de juventud amalgamada con contratos basura. Gente que debe estar agradecida a que en época de crisis la cultura genere puestos de trabajo. Aunque sean precarios y mal pagados. La función no contaba con tanto presupuesto para personas trabajadoras. El dinero se va en forma de pelotazo cultural dirigido al consumidor anestesiado. Toda esa gente que observa la grandiosidad del continente por el que pululan unas pequeñas cosas llamadas empleados. Gente de la que se dijo que eran el activo más importante de las organizaciones. Frases huecas en el mundo contemporáneo.

Mientras tanto, la transformación social continúa. Bilbao evoluciona a lomos de gigantes. Se une al Guggenheim, al metro, al palacio Euskalduna y al resto de grandes obras que dan otro aire a la ciudad. Qué bien que por fin la Alhóndiga está abierta y atrae gente. Personas que consumen y dejan dinero. Que pagan la cuenta en el restaurante, que compran recuerdos en la tienda, que deambulan por las exposiciones. Éxito total. Se medirá por el número de personas que usan instalaciones y dejan huella de consumo. Esperaremos a que lleguen los datos organizados en forma de indicadores modernos de éxito.

Algunas otros artículos relacionados con la cultura y el empleo en este mismo blog:

Y como siempre, cada vez que hablo de estas cosas, como ya hice en su día recomiendo la lectura del documento Emprendizajes en cultura, de Jaron Rowan, miembro del equipo de YProductions.

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La imagen en Flickr es de .Bambo.

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6 comentarios

gallas 03/09/2010 - 09:27

En el clavo otra vez. Y yo que estaba pensando en escribir algo sobre la alhondiga. Una mezcla de tus dos post sobre el tema con algún matiz e estos de haber utilizado la piscina un par de veces.

La precariedad en las subcontrataciones de este proyecto es algo que tengo bien cerca con un par de amigos que han hecho un par de actividades. En la tienda si tengo la sensación que esta mejor montado. Es un acuerdo con otras tiendas de Bilbao para que vendan sus productos en la caja de sombras.

La piscina para peques tiene agua templada algo maravilloso para el pequeño de la casa. Me han dicho que las instalaciones deportivas parecen «amuebladas» antes de la crisis; aire acondicionado individual, pequeñas TV en cada aparato,… Jajaja

Choca que hayan rescatado esas entrevistas sobre «elcubodegorordo» a Oteiza y Saenz de Oiza. Son proyectos antagonicos. Luz vs sombras.

Bueno. Thankius ;D

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Rafael Javier Rodriguez Sanchez 03/09/2010 - 09:36

No sé porqué al leer este post se me han venido así de pronto a la mente unas cuantas conexiones:

1/ «Un mundo feliz» de Huxley : Al respecto me pareció muy interesante esta especie de comic donde compara el método de dominación orwelliano basado en el control absoluto del Gran Hermano en «1984», con el método de anestesia social sutil que atisba Huxley en «Un mundo feliz»

2/ El otro día estaba esperando un autobús y vi una pegatina que me impactó; al lado de cierta simbología anarquista aparecía un tipo esnifando cocaina mientras en su mano humeaban unos petillas……………para luego titular la imagen «El sistema necesita esclavos felices».

3/ Otros conceptos así a vuela-pluma : Desvalorización del factor trabajo, despotismo blando (en el sentido que utiliza Charles Taylor en su «Etica de la autenticidad»), desequilibrio intergeneracional, nuestros hijos vivirán peor que nosotros, reparto del trabajo basura………..

Bueno, me voy a por el «soma» 😉

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alvarezval 03/09/2010 - 14:11

Lo triste es el desperdicio doble de talento: por una lado jovenes capaces de transformar el mundo que se pierden en los empleos chatarra y gente mayor que pudiera ser util y tratar a los clientes con su amabilidad y experiencia. Me resisto a pensar que es un problema de inevitable de los nuevos tiempos, creo que mas una forma de evitar que la sangre joven derrumbe el poder de las organizaciones taylorianas.

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sergi 06/09/2010 - 04:14

Julen, pues creo que has mezclado unas cosas con otras de manera gratuita y con desconocimiento concreto del tema. Me explico.

He trabajado durante 2 años y medio de acomodador en un cine de un centro comercial de Cornellà de Llobregat (ciudad satélite de Barcelona), y puedo hablar con pleno conocimiento de causa. Al respecto de lo que dices, debo corregir toda una serie de falsos mitos que has mencionado:

– los trabajadores del cine -gracias a un convenio del sector- gozan de sueldo de envidia!!! normalmente cobraba 1.200 euros netos!!! (hace 5 años). Con 15 pagas AL AÑO!!! no está nada mal para un trabajo que no requiere cualificación profesional, no?

– de la plantilla que trabajaba en mi cine, había algunas caras bonitas y jóvenes, pero otros éramos ya de mediana edad (35) y otros hasta mayores (50-55).

– precariedad de contratación: NINGUNA. No despidieron a nadie que no se lo mereciera por faltar a su trabajo o no realizarlo según lo que se nos pide. Yo mismo dejé y volví a la empresa creo que 3 veces porque me interesó viajar en tres ocasiones y ausentarme durante meses. Nunca me hicieron mala cara y nunca me dijeron que no a volver.

– en cuanto al tema de la «calidad de la cultura»… od repetiré aquí algo que me dijo el encargado de mi cine una vez: «sergi, los cines son bares en los que pasamos películas». ¿Porqué? pues porque de lo que cuesta el ticket que paga el cliente, la distribuidora se lleva entre un 50 y un 70% !!!! así que lo que ganan de las entradas no da ni para pagar los gastos del cine. Con lo que ellos ganan es con la venta de comida y bebida. Ahora pregúntense, ¿qué clase de películas creen que van a ofrecer en las salas de cine? simple: las que más atraigan a la gente que disfrutan ver una película hinchándose a palomitas y refresco. No creo que eso incluya woody allen, o cine iraní. No se engañen: la industria cultural intenta dar lo que la gente pide, no le den la culpa a la industria.

Saludos,
SERGI

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sergi 06/09/2010 - 04:19

Olvidé decir, que trabajar en el cine es algo interesante para jóvenes -o no tan jóvenes- porque se trabaja por las tardes-noches, y está muy bien pagado. Yo tomé ese trabajo siendo licenciado y estudiando mi doctorado. No creo -como dices- que sea para caras bonitas listas para ser explotadas.

Hay mucha gente que no queremos vivir de nuestros padres, y para estudiar o construir nuestra carrera hemos de trabajar en este tipo de trabajos. No creo que sea justo trivializarlo y querer erradicarlo porque uno nunca lo haría. Estos puestos de trabajo cumplen una función y nadie está obligado a tomarlos. Lo que sí estamos obligados a exigir que realmente se cumpla la legislación laboral y unas condiciones laborales de trabjo dignas.

Pero yo nunca pretendí «hacer carrera» en el cine, Julen 😉
Saludos!
SERGI

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Alberto 06/09/2010 - 05:58

En una cultura de televisión basura, comida basura y donde en general no se le da la debida importancia a las cosas, el trabajo no iba a ser menos =)

Un saludo

Alberto

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