Parece que nada a fecha de hoy conduce a la estabilidad. Planeta licuado casi al completo. Todo es efímero. Vinculado a la idea de «experiencia», lo que se nos ofrece para comprar o consumir se distribuye mediante un acto diferente y único. Combinar la sensación de urgencia con la de «hay que estar allí y enterarse de qué va a suceder» estimula la motivación de compra. Hablo del fenómeno pop-up, con su mejor representación en los pop-up stores. Sucede como una especie de performance donde hay que combinar los elementos para que durante un período concreto de tiempo, los productos estén a disposición de quienes los consumimos. Es engagement marketing, colega, a ver si te enteras.
Parece que es tendencia y que Procter&Gamble o Toys ‘R’ Us por ejemplo ya lo practican. Si es que voy de enterado y esto ya estaba más que inventado desde hace tiempo. Pop-up es eventualidad, una tendencia global de que lo que sucede lo hace solo por unos instantes. Y que si no estabas allí es porque no están «in», no te enteras de la fiesta. Hay que saber dónde se cuecen las cosas. En el fondo lo podemos interpretar como una artimaña más para cazar tu atención. Vamos, otro ingrediente de esa gran tendencia: el storytelling, que dirían los anglosajones.
En la misma línea, los pop-up restaurants son la mejor muestra de oferta selecta para aquella gente bien informada. Y cómo no, «bien informada» quiere decir con presencia activa en la vorágine de social media. Porque a fin de cuentas, «estar allí» quiere decir que se capta la atención de gente influyente, de lo más de lo más, gente que hace del contencureitor su patrón de vida. Así que ya lo sabes: si no has conocido hasta la fecha ninguna oferta de pop-up restaurant es que eres un pringao, perdona que te diga. Y