La ambición en Internet rompe el saco

Que haya más y más gente en las redes sociales en Internet tiene un precio: a saco con tratar de vender en ese nuevo El Dorado. Gente dispuesta a pasar una buena porción de su tiempo divirtiéndose, dejando que la vida fluya en toda su amplitud. Grandes tonterías y grandes reflexiones. Pareto te lo puede explicar. Nada nuevo bajo el sol.

Las vallas publicitarias distraen al conductor. El mundo físico se rige por criterios muy estrictos: la atención debe dirigirse a unas pocas cosas, no te disperses. Pero con la avalancha de información cuyo coste de distribución es cero, prepárate: querrás huir de este nuevo paraíso de vendedores cibernéticos. Presencia, followers, amigos, contactos: más y más. Eres lo que los números que rodean tu escritorio dicen. Volumen, que luego ya llegará alguien para aprovecharse.

Y en esta carrera, cualquier empresa que se precie quiere hacer lo que hace todo el mundo: estar, captar y vender. Nada de «dejarse llevar», de «disfrutar» o de «expresarse». Eso son sólo tonterías de quienes no acaban de enterarse: las ventas están donde está la gente. Y si hay que inundar con un poco más de lo que sea para que se fijen en nosotros, no hay problema: ¡a saco!, ¡sin piedad! Por eso una empresa que tome conciencia de lo que hoy en día es Internet te pide de inmediato resultados. Porque los demás parece que también los logran.

Pero no, la ambición rompe el saco. Lo decía el otro día y lo vuelvo a decir hoy. Hay que medir la intensidad. Si no vas a pasarlo (medianamente al menos) bien, ¿estás seguro de que querer embarcarte en una competición donde vas a recibir codazos por todas partes? Vale, hay que estar, hay que estar. No puedes no estar en Internet. Pero ¿no es más coherente recorrer un camino paso a paso que no a grandes zancadas?

A veces pienso que todos quieren lo que no tienen. Niños-adultos del siglo XXI, adulescentes o kidults que buscan en Internet la satisfacción inmediata. Pero mientras dura la ilusión el asunto funciona. Luego el niño rompe a llorar porque no ha recibido lo que su imaginación había construido. El juguete no es tal como lo ideó. Quizá se canse y nos deje en paz. O quizá crezca.