2- Gilet-El Toro #TransIberiaMTB

Un buen pedazo de la tarde se fue leyendo a Fernando Vallejo. Qué bestialidad de novela en las todavía escasas 35 páginas que llevo devoradas. Una narración llena de detalles sobre un inframundo, el de los niños sicarios en Colombia, que pone los pelos como escarpias y algo más. A veces parece,  por su tremendismo, una parodia de sí mismo, una especie de hipertrofia de lo abominable, pero esa situación (espero que haya mejorado porque a peor difícil que pueda ir) pone sobre la mesa hasta dónde puede llegar la degradación humana. Y todo rodeado de una ternura sobrecogedora.
El «complejo turístico» donde me he hospedado bien podría haber alojado en su día a Paco Martínez Soria o a Alfredo Landa en su época dorada. La evolución de aquel estándar veraniego ha devenido en piscina a rebosar, música latina estilo txundatxunda básico bien exagerada de decibelios y un continuo desfile mezcla de lugareños y turistas. Complejo turístico lo llaman, que cada cual entienda «complejo» como quiera.

La etapa de hoy se las trae. Entramos ya en dinámica de casi 100 kilómetros y 2.500 metros de desnivel acumulado. Añade calorcete y obtienes un nivel de exigencia física importante. He preferido alargar un poco más para quitarle 15 kilómetros a la etapa de mañana, que termina en Ademuz, donde se incorpora Ángel a la fiesta. Pero,en fin, he de reconocer que se ha hecho dura la etapa. Mochila a la espalda quizá es un poco exagerado. Habrá que dosificar, que hay mucho por delante.

No he acabado de cogerle el gusto al paisaje de pino carrasco. Supongo que habrá algún tipo de biodiversidad que no soy capaz de captar, pero resulta monótono. A partir de 500 metros de altitud es lo que hay. Más abajo olivo, almendro y algún que otro frutal despistado. Mucha pista de suelo roto, con piedra y color arcilloso.

La etapa ha sido una sucesión de bajadas y subidas (predominantes estas, claro). Poco llano, desde luego. Me he topado con mucho hombre en bici. Y dos chicas. Se ve que es monte de pedalear y correr. En el bar de las piscinas de Altura, donde hemos parado para el tradicional avituallamiento sólido y líquido de media mañana, había un tropel de ciclistas. Menudo ambiente que se respiraba. Hasta los topes, oigan, hasta los topes.

Hasta allí se viene por pistas que todavía de vez en cuando dejaban ver el Mediterráneo. Pero a partir de Altura,  si bien el paisaje no cambia, uno tiene la sensación de que el mar se ha escondido para siempre. Eran las once cuando salía del bar y el calor ¡zas! ha aparecido con contundencia. Quedaban 25 km a Bejis y luego 15 más hasta El Toro, final de etapa. Vale, hemos sufrido un poco, sobre todo en el tramo final desde la fuente de los Cloticos hasta El Toro.

Tras los dos enormes y maravillosos chorros de agua de esa fuente, quedaba una subidita de poco más de 200 metros de desnivel. Ya veis que no siempre es la cuesta lo que impone sino cómo va uno. He tenido que hacer una parada técnica para comer una barrita y descansar un rato. Luego, la verdad, ha sido coser y cantar. Pero por un momento he pensado que llegaba una pájara de campeonato. Falsa alarma.

A las 14:30 llegaba al pueblo y tras mirar donde estaba el hotel rural, ha caído el clásico bocadillo de tortilla de jamón en un bar de la Calle Mayor. Para la noche queda un menú degustación mar/montaña que tienen hoy como oferta especial en el hotelito. No sólo de pedalear vive el hombre.

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