15: Unanu – Venta de Urbasa

Unanu es un pequeño grupo de viejas casonas blasonadas y alguna que otra aberración urbanística con apenas un centenar de vecinos. Así que no había mucho que explorar en el pueblo. En la esquina de la iglesia había cobertura, todo un detalle. En vez de cabina telefónica, cobertura. Cosas del progreso.

Desde el pueblo se veía Lizarraga enfrente. Abajo la Llanada. Arriba Urbasa. Unanu en una esquina, mirando a su alrededor. Bosques en las cumbres, con cierto aire de misterio. Allí íbamos a subir. A pesar de las malas predicciones meteorológicas.

A las siete el despertador. Siete y media desayunando. Ocho ya en marcha. Hacia arriba, con una bienvenida tremenda en forma de cuestón. Plato pequeño, piñón grande. Suave suave. A sudar entre la niebla que se cuela por el hayedo. Niebla. Hayedo. Silencio. Es lo que tienen algunas cuestas.

Las previsiones no aciertan. No llueve. Arriba de repente el cielo se abre. Ahí están los caballos. Y sus cencerros. Y la hierba inmensamente verde. El sol rompiendo la niebla. Momento de una belleza tierna. Los potros con sus madres, nosotros con nuestras bicis. Quinientos metros de desnivel para alcanzar el sol. Abajo la niebla, arriba el cielo. Llegan las pistas de grandes horizontes.

Parada técnica en el bar a la salida del túnel de Lizarraga. A reponer fuerzas. Nos deben ver cara de famélicos porque nos arrean con unos bocatas de tortilla de jamón dignos de Obelix. Poco a poco pasan a ser material para los jugos gástricos. Lo suyo cuesta. Llevamos dos horas de pedaleo y lo duro ya ha pasado. Solo queda disfrutar de las pistas y caminos de Urbasa, de sus prados, sus árboles centenarios, sus bordas escondidas, sus fuentes, sus animales.

Podríamos hacer cientos de fotos. Rincones que sorprenden los hay tras cada recodo del camino. La piedra recia bajo nuestras ruedas a veces incomoda y casi siempre ralentiza. Te recuerda que no tengas prisa. Esto es Urbasa. Un nudo enrevesado de caminos, de lugares que se parecen entre sí y que dirías haber recorrido antes. Pero no. Porque también hay sorpresas.

El inmenso escenario de Pilatos. La pista te lanza sobre el abismo. Un sendero baja hacia el río que nace abajo. Nos detenemos un momento, hacemos las reverencias oportunas y seguimos ruta. Ya queda poco para llegar al camping de Urbasa.

Oh, oh, problema. Se me ha roto un radio de la rueda trasera. A ver cómo lo resolvemos. Seguimos adelante. Ohhhhhh, un comedero de buitres. Enormes estas aves. Oh, oh, nuevo problema, Ángel ha roto algunos dientes de su plato grande con un buen predusco. Desgracias que nunca vienen solas.

Llegamos al camping. No ha caído ni una gota de agua aunque algún trueno ya ha sonado. Cuestión de preguntar si alguien controla de mecánica de bicis. Pues sí. Ahí está. Un chaval que tiene una tienda de bicis en Alsasua. Se lleva mi rueda a Alsasua y la traerá reparada por la tarde. Se traerá un plato de 44 dientes para Ángel. ¿Alguien dijo suerte? Joder, increíble. Me lo cuentan y no me lo creo.

Toca comer, ducha, lavar la ropa, colgar, aplicarse los ungüentos para relajar algún que otro músculo y dejar pasar la tarde. Ahora sí, con un cielo gris oscuro ahí fuera y un fresco considerable. Estamos en Urbasa. Por cierto, el camping me da que deja bastante que desear.

Distancia recorrida: 53,24 km. Desnivel acumulado: 1.149 m. Tiempo de pedaleo: 4h 16min.
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