Díaz Ferrán, las startups y la Barbie emprendedora

by Julen

Barbie entrepreneurDíaz Ferrán, ahora en la cárcel, fue presidente de la patronal. Su imagen parecía la de un chusquero que había ascendido a base de hacer lo que se presupone que antes hacían muchos empresarios: ganar dinero. Para ello hacían y deshacían entuertos, apostaban en negocios donde esperaban sacar tajada y si les salía bien la jugada pasaban al siguiente nivel. Armados con trajes clásicos y corbatas rancias, los empresarios se fueron labrando una imagen aburrida y plana. Que tuvieran a un tipo como Díaz Ferrán allá arriba era toda una declaración de intenciones.

Aquel tiempo era una época en la que había dos bandos: quienes creaban puestos de trabajo y quienes los ocupaban. Había una parte contratante y una parte contratada. Esta última a base de lucha social iba consiguiendo mejores condiciones laborales. El estado contribuía aportando su dosis de bienestar. Llegamos así a aquello que en el pasado llamamos «estado del bienestar». Para unos más, la clase empresarial; para unos menos, la clase trabajadora. Pero ya nos han informado de que el estado del bienestar ha muerto para dejar paso a no sé qué cosa llamada sociedad participativa.

Pero la feroz lucha por la competitividad dinamitó los cimientos de aquella relación entre contratantes y contratados. La parte contratada empezó a percibir que eran un instrumento prescindible. Mientras se crecía no fue capaz de caer en la cuenta. El nivel del agua estaba por encima de la miseria competitiva. Cuando las aguas descendieron y la crisis empezó a formar parte de las noticias de cada telediario, la parte contratada no pudo sino reconocer los hechos. Eran prescindibles.

Así que hubo que inventar otra identidad para «el empresario». No podía arrastrar un traje chungo y una corbata deslucida. Había que presentar otro icono bien diferente. Mientras el empleo desaparecía, las tropas del sistema -empresa y estado a la vez- comenzaron a conquistar el imaginario colectivo. De un tipo bajo, calvo y feo se pasó a un joven saltando con piernas y brazos estirados que le decía al mundo: ¡soy emprendedor! Nada de traje, corbata o mocasines. El futuro serán las empresas en las que realizaremos nuestros sueños.

Y así empezamos a ver que las nuevas empresas, las startups, relucían con sus acabados cromados y su insultante alegría. El mundo se hacía pequeño y se presentaba como una oportunidad para conquistarlo. Que tu pasión sea tu negocio. El capitalismo emocional desplegó todo su arsenal. Libros con frases lapidarias, referentes de éxito para convencer a la tropa de que era posible y una nueva cosmética para presentarse en sociedad. Demos la bienvenida a la nueva era empresarial: emprender mola.

El caso es que ahora Mattel ya ha visto claro el negocio. Emprender vende. Y qué mejor que lanzar al mercado la Barbie emprendedora. Anímate tú también, chica. Puedes hacerlo porque es cool. Vas a necesitar, eso sí, nuevos abalorios: un smartphone, una tablet y un maletín donde llevarás, por si acaso, la sombra de ojos y el pintalabios, que tampoco queremos cargarnos el negocio tradicional. Necesitarás seguir llevando tacones de vértigo y cultivar una cintura bien estrecha y unas tetas razonables. Definitivamente Díaz Ferrán ha muerto.

La imagen está tomada de media.2oceansvibe.com.

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4 comentarios

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Noemí Pastor 28/02/2014 - 07:54

Me ha gustado mucho tu artículo, Julen, pero echo de menos una referencia a otro icono renovado, tan macho alfa como Donald Trump, que es el empresario con sudadera y chanclas que salió de un garaje de California.

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El berrinche de Confebask contra las 35 horas de trabajo | Consultoría artesana en red 05/02/2016 - 07:12

[…] una competitividad salvaje, que no sabe de derechos porque es lo que hay. Y en estas condiciones, ya lo dijo Díaz-Ferrán en un ejercicio de salvaje sinceridad: hay que trabajar más y cobrar menos. Claro que luego las […]

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