WikiLeaks, sí pero no

Los gobiernos abiertos ponen en marcha políticas de transparencia. La ciudadanía tiene acceso a los datos y/o a la información. El volumen de signos -arbitrarios y convencionales, según me recordaba ayer Boquitas Pintadas hablando de Saussure– es enorme en nuestros tiempos. Significantes y significados se agolpaban en estrechas cárceles hasta que llegaron los motores de búsqueda, incomprensibles para los humanos pero gran progreso de la ciencia. La información ya estaba ahí, pero no era lo mismo ir todas las mañanas a leer el tablón de anuncios del ayuntamiento para conocer el DNI de una persona que preguntárselo a Google y que éste no fallara.

WikiLeaks se ha convertido en un fenómeno mediático. De medios de masas, de época anterior a la efervescencia de los medios digitales. La información se canaliza hacia la opinión pública a través de medios convencionales al tiempo que se almacena digitalmente en lugares atacados con saña. Las modernas guerras de 2010: a la toma de la Bastilla de la información. ¿Quién ataca? Para eso tienes que ver películas de James Bond o ser muy mal pensado y sospechar que los gobiernos que ¿elegimos? están detrás del asunto. Santa Política de la Transparencia, sin pecado concebida.

El director de escena quizá ha exagerado algo con la trama sueca. ¿Verdad o mentira? Sólo depende de tu fe, porque es difícil desentrañar los intereses que hay detrás. ¿Tienes fe en Asange? Pues es inocente. ¿Te mosquea este australiano, nuevo star system del planeta? Pues es culpable. A la hoguera.

En las Indias Electrónicas nos han dejado un buen análisis del caso. Siempre desde su óptica, en busca de topologías de red distribuidas, el caso es evidente: no sirve como ejemplo para avanzar. En gran parte estoy de acuerdo. Estos fenómenos que siguen llegándonos a través de los grandes medios son, en principio, de los de estar alerta. En realidad, la parte interesante es la disponibilidad de los datos. Sin embargo, al final parece inevitable -también esto es cierto- una intermediación antes de dejarlos en cueros. Alguien tiene que leerlos. ¿Quién? ¿Cualquiera? Claro, podrían haber optado por un modelo tipo wikipedia, aunque a saber quiénes serían los bibliotecarios que intermedian. Pero no lo han hecho. Alguien lee, alguien decide. Ni tú ni yo.

David Sánchez Bote dejaba un twitt que me parece de lo más razonable. Más que mirar a los grandes fenómenos mediáticos, quizá el avance real se juega en el terreno de cada cual. ¿Qué actitudes mantenemos ante lo abierto? Porque no se trata de abrir a saco, sino de mirar a la globalidad del sistema y jugar en más terrenos. Hace falta educación para que la gente interprete críticamente lo que lee, hacen falta esas competencias tan relevantes para el mundo moderno. Las llamemos digitales, informacionales o de sentido común.

Los gobiernos abiertos ya disponen de una buena legión de community managers y responsables de transparencia. La información sigue siendo oro líquido. Oro porque saben lo que vale y líquido porque es difícil poner diques de contención. Mientras todo fluya, tú y yo podemos aprender a nadar. Es mi mejor consejo. Aunque hasta cierto punto es más de lo mismo: búscate la vida. Perseguimos utopías por su función esperanzadora pero a veces -lo reconozco- parecemos arquitectos de la distopía.

Por cierto, que todo este revuelo parte de humanos que, por alguna razón, han decidido abrir la caja de Pandora. Al principio de todo, una persona tomando una simple decisión. El sistema, seguro o inseguro, comienza ahí.