2- Espinosa de los Monteros-Olea #OlvidadoTransKtb

Junto a las ruinas de Julióbriga

Al final la tarde nos obsequió con un sol decente, lo que animaba a pasear por Espinosa. Este es un pueblo al que de pequeño solía venir con mis padres y mi hermana. Veníamos de picnic a la zona del río en aquellos domingos de hace cuarenta y tantos años. El caso es que me acerqué a esa zona y, claro, el progreso es lo que tiene, que te endosa unas buenas filas de adosados a mayor gloria del ladrillo. La carretera que sube hacia Lunada, Estacas de Trueba y la Sía ya no es lo que era, está domesticada. El río, cómo no, se había convertido por su parte en unas «piscinas naturales» bastante curiosas. Nada del salvajismo de antaño. Un campo de fútbol y una zona de esparcimiento degradada con restos de algún que otro botellón completaban la escena. Qué esperaba, habiendo transcurrido tantos años.

En el pueblo la iglesia de Santa Cecilia marcaba las horas a golpe de campaña mientras los mayores ocupaban los bancos que daban a la carretera. Hombres por un lado y mujeres por otro, como Dios manda. Los niños a hacer de las suyas con las bicis y con el pelotón. Ya se sabe cómo asaltan las plazas, sin piedad. Así que conseguimos una terraza estratégica y a dejar pasar la tarde haciendo análisis etnográfico.

Espinosa se fue llenando a medida que los veraneantes de fin de semana alcazaban su objetivo. Creo que la mayor parte, vascos por la cantidad de Unai, Igor, Iraitz y Eneko que escuché. De tanto en tanto me masajeaba el vasto interno porque sí, resulta que ese supermúsculo se había acalambrado esta mañana. Cosa rara. Tanto que es la primera vez que me pasa. Habrá que beber y comer bien, además de estirar con propiedad. Espero que no vaya a mayores.

Como era de prever, fresco a primera hora. Nueve grados, no está mal. A las seis y media estaba desayunando tranquilo en plan autoservicio yo solo acompañado de un caballero un tanto peculiar, lo podéis ver más abajo en una foto. Bueno, a lo que vamos, a pedalear.

El primer tramo es muy entretenido por caminos a media ladera mientras la carretera se ve allá más abajo por el centro del amplio valle. Sirve para entrar en calor aunque llevo puesto una chaqueta de Goretex. Ya habrá tiempo de quitarla. Estamos en el entorno de Ojos de Guareña, por donde pedaleé hace unos años y que bien merece una visita. Yo sigo camino jugueteando de vez en cuando también con las vías del tren de la Robla.

Finalmente se sale a la carretera y a la altura de Entrambosrríos comienza una pequeña subida que nos dejará al otro lado de la cima en Pedrosa de Valdeporres. Allí se toma una vía verde, la de La Engaña, que resultará una trampa -era evidente con ese nombre- con la consiguiente vuelta atrás. Ya lo había leído pero en plan optimista y pensando que es verano pensé que una zona anegada no lo estaría. Pues vaya si lo estaba. Tras cruzar el río Nela por un magnífico acueducto la vía se va poniendo fea: primero balasto y luego un fangal. Así no vamos a ningún lado. Vuelta atrás un par de kilómetros y a coger carretera para retomar el camino más adelante.

Hay que subir otro pequeño puerto de montaña para llegar a Soncillo, ya en el entorno del imponente Embalse del Ebro con el que vamos a compartir un buen tramo de este Camino Olvidado. Reponemos líquidos en un bar de la plaza, subimos algunas fotos a Instagram y descansamos un rato. Comienza a partir de aquí un tramo que va bordeando el embalse y que en su mayor parte es carretera. Pasamos Arija y subimos por Villafría hasta las ruinas romanas de Lulóbriga en un promontorio con unas vistas privilegiadas. A un lado los restos de la villa romana y al otro las vacas. Solo quedan algo menos de quince kilómetros hasta Olea, final de la etapa de hoy, pero…

Vaya quince kilómetros. Una primera subida por un pinar que termina por dejar la pista para meterse en un sendero con una pendiente que lo hace inciclable. A empujar. Bajada tremenda hasta Cervatos (con una preciosa iglesia) y vuelta a subir tras cruzar la autovía. La pista se pierde y se convierte en una colección de caminos rotos a cual con más pendiente. Llego a un cortafuegos y allá arriba se ve la carretera. Pues nada, a por ella. Poco a poco, empujando la bici o cargando con ella llego al asfalto. Antes hay que saltar la alambrada. Bah, nada, ya que estamos aquí, no vamos a andarnos con menudencias.

Sólo queda subir la loma y dejarse caer a Olea. Busco la casa rural. Tras un primer error, la localizo. Llamo y el dueño me dice que no tengo reserva, pero que tiene un apartamento libre aunque sin limpiar todavía. Flipo porque tengo el correo donde me confirman el apartamento para hoy. Se lo enseño. Pues que me dice que él no usa «eso» (se refiere creo que en general a Internet). Que será el sobrino y que lo he ha dicho nada. En fin. A olvidar.