Mis rutinas de trabajo (I)

by Julen

Ocio: Routinary Stuffs
Sí, claro, yo también convivo con mis rutinas. Mantengo con ellas una curiosa relación de amor y odio. Me recreo en ellas con la certeza de que me sirven para ser -hasta donde consiga serlo- eficiente; pero, al mismo tiempo, me provocan una sensación de peligrosa sensación de comodidad conmigo mismo. Además, con el paso del tiempo, a mis 51 años, me veo con cada vez más «manías». Y no veo que esto vaya a mejor. Por supuesto que lo que me pide el cuerpo es relajación: soy como soy y tengo que aceptarme, incluyendo defectos. Porque sí, mis defectos son míos también.

Hace ya muchos años que mis días de trabajo comienzan a las cinco de la mañana. Incluso antes, si es que por alguna razón hay una presión añadida. Ya, quizá te suene exagerado. El caso es que no me cuesta. Me levanto bien. Mi mente y mi cuerpo se activan enseguida. Sea para leer, escribir, analizar situaciones complejas en proyectos o simplemente pensar. Mi cuerpo me lleva muchos años diciendo que en mi caso se confirma el refrán: al que madruga Dios le ayuda. Aquí un ejemplo.

Me levanto a las cinco desde hace muchos años. Comenzó en mi época de Maier donde la presión de trabajo hizo que fuera cada vez más pronto a trabajar, a la búsqueda de huecos tranquilos de agenda. Como la fábrica me quedaba a casi 45 minutos en coche y quería llegar pronto allí, bastante antes de las siete, supuso que descubrí que aquella ganancia de tiempo matinal me compensaba.

Comenzar el día a las cinco te sirve para ganarle al mundo un par de horas o tres. De hecho, tras el desayuno la jornada comienza a las 5:15 (o antes si, como de vez en cuando hago, me levanto a las 4:30 o 4:45). Por otra parte, siempre pienso que el día va a necesitar alguna actividad física. Lo más sencillo para mí es ir a clase de spinning a las 7:15 de la mañana. El gimnasio está al lado de casa y no tardo ni cinco minutos en plantarme allí. Claro que ir o no a esa clase depende de que no tenga compromisos de agenda que choquen contra ese horario. Hay alguna clase que comienzo a las ocho de la mañana (talleres en LEINN por ejemplo) o algún curso o proyecto que requiere desplazamiento y que compromete que pueda asistir a esa clase. Pero si puedo, trato de acudir. Y sí, gestiono de forma activa mi agenda para poder acudir a esa clase.

Si tengo el tiempo justo, hago una clase pero si la agenda lo permite hago dos clases seguidas (7:15 y 8:00) o alargo la sesión con música por mi cuenta. No es raro que termine haciendo entre hora y media y dos horas de spinning. A las nueve ya he sacado algo de trabajo, he realizado ejercicio físico y recién duchado, empieza la jornada «habitual» para mucha otra gente. Otra alternativa es dejar hueco a lo largo del día para una escapada con la bici. Antes lo hacía solo con la de monte, pero hoy tengo también la posibilidad de usar la de carretera. No suele ser tan rato que alguna de las dos vaya dentro del coche por si en algún momento se da la circunstancia, sobre todo por la tarde. Mis rutinas me dicen: intenta hacer ejercicio todos los días. Y es muy probable en los últimos dos años el objetivo lo haya cumplido casi a un 90%.

La bicicleta, por cierto, es un campo repleto de rutinas. Tanto en la forma de montar, dar pedales o bajar como también respecto a las zonas por las que me gusta rodar. Por ejemplo, creo que pocos momentos serán tan rutinarios como los viajes largos de cicloturismo de montaña. Entonces las rutinas son tremendas: desde pedalear con las primeras luces del día hasta que terminamos y hay que lavar ropa, tender, escribir el post diario de crónica y pasear tranquilo hasta la hora de cenar. Un día escribiré un artículo sobre las rutinas de esos viajes.

El despacho en que trabajo está en nuestra casa. Y aquí es donde me siento realmente a gusto. Tanto es así que cuando duermo fuera por motivos de trabajo noto enseguida que esta dinámica de comenzar a las cinco me cuesta mucho más. No siempre lo consigo. Lo que en casa me sale fácil fuera lo percibo como un esfuerzo. No obstante, tampoco diré que es imposible pero algo hay que lo hace más complicado.

El día realmente productivo para mí termina con la hora de comer, a la una del mediodía más o menos. Mi energía se libera mucho mejor en esta primera parte del día. Así que siempre intento que el trabajo cognitivo (por llamarlo de alguna forma) se concentre en esa franja. Pero no siempre es posible. Si por la tarde hay reuniones o hay que dar clases no suelo tener mayor problema. No me cuesta activarme para estar atento y mostrar mi lado activo. Pero si es un asunto más calmado, noto que mi cadencia de trabajo se ralentiza.

En general me fío de mis sensaciones a la hora de sentirme con energía o sin ella. Esto de la «energía» de vez en cuando me sorprende porque a pesar de que las mañanas son mi momento, puede ocurrir a cualquier hora. Sí, puede ser que a cierta hora de la tarde me reactive o que incluso, cuando estoy disfrutando de un libro, la noche sea un momento adecuado para aguantar la lectura. Si veo que la energía no llega, procuro dedicarme a tareas menores, sean temas de control de facturación, ordenar cosas en el despacho o dejar pasar el tiempo en YouTube o leyendo.

Casi siempre los posts que escribo tanto en este blog como en el del doctorado están redactados a estas horas. Como lo que estoy tecleando ahora, por cierto. Este primer momento del día lo vivo como una pequeña joya que no quiero desaprovechar. Si escribir el post me puede llevar de media una hora (depende mucho de qué tipo de post, claro está), ese tiempo suele discurrir por estas horas. Conste que casi siempre voy «adelantado» porque estoy escribiendo lo que publicaré mañana o dentro de dos días. Es lo que estoy haciendo ahora. Esta temporada publicaré en el blog del doctorado los martes y los jueves. Pues bien, el post de hoy ya estaba escrito ayer y programado para publicarse hoy. Es otra de mis pequeñas obsesiones: ir por delante de los acontecimientos y no apurar nunca los plazos.

Buenooooo, esto se alarga. Voy a escribir más un post sobre mis rutinas. De momento este lo dejo aquí porque se me va a extender demasiado y no es cuestión de aburrir. Cuando escriba el siguiente será para retomar esas otras pequeñas manías relacionadas más directamente con la gestión del trabajo. Ale, que tengáis buen día. Hoy creo que en vez de pedalear dentro del gimnasio me voy a dar una vuelta con la bici de monte en cuanto se haga de día. La agenda, de momento, lo permite 🙂

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12 comentarios

Amalio Rey 07/09/2016 - 07:41

Un gusto leerte, Julen. Aunque conozco más o menos tus historias de madruga’eras, contado así es mucho mejor. Las rutinas tienen un efecto mágico. Son una buena cosa. Yo cada vez me levanto más temprano, y voy tendiendo a las 5, como tú. Me consta que es un momento estupendo para escribir y también para sacar marrones. Una vez que te has quitao el sapo de encima, ya vas más relajado el resto del dia. Lo del ejercicio diario es una asignatura pendiente. Quizas sea la única manera de cumplir, porque así la rutina se graba a fuego. Un problema que yo veo es el de los viajes. Me identifico perfectamente con lo que dices. Las veces que he abandonado mi plan de rutinas ha sido por eso, porque he estado viajando mucho y a mí me es terriblemente difícil darme esos madrugones en los hoteles. Creo que hay que crearse algún mecanismo, alguna manía, para conseguirlo también fuera. Estoy deseando que nos cuentes en tu segundo post què haces por las tardes-noches, y sobre todo, ¿a qué hora te vas a dormir? ¿cuántas horas duermes? Te confieso que un problema que yo veo en todo esto es que si vives en familia, con varios niños y una pareja que tiene sus horarios, es complicado casi siempre encajar tantas piezas. Gracias por compartir….

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Julen 08/09/2016 - 06:51

Cierto, Amalio, la vida familiar condiciona. Hay que ver en qué ciclo vital estamos para organizar de una manera u otra. Aquí está una de las claves. Ya escribiré algo más. Como le decía a Venan, mañana viernes publico el segundo post y el lunes próximo el tercero. Nos seguimos leyendo 🙂

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Cristóbal Aguilera 07/09/2016 - 09:13

Leo, con interés, que son más los «defectos» basados en lo que se considera manías (forma retórica de decir que hacemos lo que nos da gustillo) que tienden a ser confluentes en aquellas personas que han llegado al culmen de la evolución (los 51 años, otra vez os pasaré la referencia) y que presentan pasión por la bicicleta (en este caso de carretera).
Mi fisiología y natural composición no han hecho posible que las cinco de la mañana sea considerada una hora biológicamente apta para explotar mis capacidades. Pero es verdad que entre las 7 y las 9, justo ahora, soy capaz de generar casi la mitad de la parte creativa que existe en mi trabajo. Debo reconocer que me atrae la mística del madrugón, pero lo dejo ahí, para los místicos, es que yo soy algo más terrenal.
Lo que no perdono son mis escapadas en bici y a ser posible a partir de la cinco de la tarde. Mi hora bruja. Dos horas pedaleando me dan para mover mi cerebro al ritmo de la frecuencia que permite mi condición física (que yo considero excelente, aunque haya globeros que se empeñen en ponerla en entredicho), generar y crear. Durante el proceso agónico de subir el repecho de este o aquel puertecillo nace la mayoría de las historias de mi blog personal y suelo notar un incremento de la actividad neuronal que a veces incluso considero perniciosa. ¡Que no me deja disfrutar!
Como a vosotross, los cambios de rutina, viajes, reuniones, cursos… rompen mi sistema dopaminérgico y la recuperación dolorosa. Pero también tiene su punto.
Como Amalio espero saber si duermes o es que tiras en exceso del doping.
Gracias por compartir.

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Julen 08/09/2016 - 05:52

Bienvenido al club de los que activamos neuronas mientras pedaleamos, Cristóbal 🙂
Pues sí, a mí también me pasa, sobre todo en viajes largos de cicloturismo de montaña. Ahí no sé que extraña combinación de revuelto hormonal se produce, pero me cunde bastante. Los de las 5 de la mañana, para enfermos como yo jeje.
Por cierto, he querido entrar en tu web y me sale un mensaje de sitio no seguro en el navegador. Échale un vistazo por si tienes algún problema.
Gracias por darte una vuelta por aquí. Disfruta de los repechos.

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Cristóbal Aguilera 09/09/2016 - 11:41

La neurociencia dice que las endorfinas que liberamos al pedalear activan una parte del cortex prefrontal derecho y no sé qué cosas más. De hecho hacen que las estructuras de la redes neuronales se vuelvan locas, de gusto, claro, y la imaginación se dispara.

He mirado los accesos a mi web y no encuentro nada extraño, pero lo confirmaré. Supongo que has probado con :http://www.cristobalaguilera.com/. O creo que basta con que pongas en google: Historias acuícolas.

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Julen 09/09/2016 - 12:18

Pues vale, ¡viva la neurociencia! jeje. Te he enviado un correo electrónico con el problema que tengo para acceder a tu web, Cristóbal.

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Venan 07/09/2016 - 13:45

Todos tenemos algún tipo de rutina en la que nos encontramos más o menos a gusto y que realizamos de manera pseudo-automática, pero como en todo, hay gente más «metódica» y «organizada» y hay gente más «caótica» y «desorganizada». En el mundo de la creatividad impera este tipo de persona en la que exigirse a uno mismo muchos corsés dicen que les impiden dejar fluir su creatividad, de ahí que en algunas empresas se creen esos espacios y tiempos en los que cada persona pueda usarlos libremente (modelo de oficinas de Google por ejemplo o de Apple)… Frente a ello, me he encontrado que las personas que «teletrabajan» o como en tu caso, que trabajáis en casa, o que tenéis en vuestra residencia vuestra base de trabajo, tenéis una disciplina especial. Conozco aparte del tuyo otros 3 casos similares y en todos ellos repetís la misma secuencia de acciones, empezando en todas ellas por el madrugar y la actividad física. Por lo tanto, creo que en mi entorno, las cuatro personas que lo hacéis seguís un esquema similar, lo que me indica que puede y de hecho lo es, un modelo de éxito.
Una de las cosas que la gente le llama la atención es a la hora que lanzas los posts, la gente piensa, pero a qué horas está ya publicando, pero lo que desconocían es que lo tenías ya preparado y programado con la antelación suficiente.
Yo estoy deseando llegar a ese aspecto de tus rutinas que tienen que ver con los «métodos» que aplicas en tus rutinas de trabajo, de los que he tenido la oportunidad de colaborar en algunas iniciativas conjuntas. Deseando recibir el nuevo post …

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Julen 08/09/2016 - 06:49

Mañana viernes publico el segundo post y el lunes de la semana que viene el tercero y último… de momento 🙂
Lo importante es organizar hasta donde nos sea útil y podamos. Sin obsesiones. La vida la tenemos para disfrutarla. Autodisciplina, la justa y necesaria.

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Juanjo Brizuela 08/09/2016 - 11:50

Olé mi niño!!!
Uno se da cuenta, como dice nuestro amigo y compañero José Miguel Bolivar, que la vida está llena de rutinas y hábitos y son éstos los que en realidad nos hace ser más o menos «efectivos».
Me consta tu efectividad…
Da gusto leerlo. Y un poco también de reflexión para uno y saber qué está haciendo con esas 18 horas que está de pie (o sentado). El resto es un culto a la almohada y a las sábanas.
Gracias jefe. Hasta de esto aprende uno 😉

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Julen 09/09/2016 - 06:08

Conste mi «efectividad» está llena de altibajos. Que uno se pone a escribir y parece que es don perfecto… y de eso nada de nada 😉

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Mis rutinas de trabajo (II) | Consultoría artesana en red 09/09/2016 - 05:36

[…] el post anterior nos quedamos en las rutinas de la mañana. Sí, esa primera parte del día donde mi cuerpo ha […]

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Historias de profesionales independientes: Julen Iturbe-Ormaetxe | Raúl Hernández González | @rahego 18/10/2016 - 10:55

[…] hablado estas semanas de “tus rutinas”. ¿Qué valor tienen para ti esas rutinas? ¿Qué te aportan, en qué te limitan? Y por otro lado, […]

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