Las mujeres, ¿acceder al poder o transformarlo?

Ana Erostarbe ha publicado un artículo muy interesante en Doce Miradas: Las mujeres, el poder y la pasta. Tiene que ver con la diferente situación de hombres y mujeres cuando hablamos de las altas esferas. Algo que es más que evidente a través de las estadísticas, vengan de donde vengan. Suele ser muy habitual que en la medida que se escala en la jerarquía de las organizaciones el número de mujeres desciende progresivamente. Las cosas como son.

Allí donde se toman las decisiones que gobiernan el mundo, la presencia femenina es menor que en las minas del rey Salomón… Allí están ellos. Según la gente de Forbes, que hace listas para todo, de las 72 personas más poderosas del mundo en 2013, 9 eran mujeres. Una presencia en el poder del 12%, por tanto, frente a otra del 50% en la sociedad. ¿Y qué sucede con la lista de multimillonarios? Pues en ésta, entre las 100 personas más ricas del año 2013, el 11% eran mujeres.

En los comentarios al post -tan interesantes como el propio artículo de Ana- Mentxu Ramilo indica lo siguiente:

Por eso, creo que la presencia de las mujeres en lugares donde se toman decisiones, harán que esas decisiones sean más justas y orientadas a garantizar la sostenibilidad de las vidas de todos los seres vivos (personas, plantas, animales, madre tierra y los demás elementos necesarios para la vida). Y que seguirán existiendo “negrocios” donde las mujeres desistan de estar por los valores y principios oscuros de partida (dominación, destrucción&reconstrucción…).

El artículo de Ana y el comentario de Mentxu me conducen a una reflexión que ya he expresado aquí alguna otra vez. Como decía, a estas alturas del partido, queda claro cuál es la realidad: escasa presencia de la mujer en el poder. Pero ¿queremos mujeres que accedan al poder para equipararse al otro sexo en los despropósitos del poder? Quiero pensar que no. Por eso pienso que hay que insistir en que no solo es acceder al poder sino quizá -en ocasiones- dinamitarlo. Vale, no exagero, puede que se trate «solo» de cambiarlo. Se trata de conseguir que «otro poder», un poder constituyente, emerja a través de la presencia femenina.

Yo no quiero que más mujeres de estilo John Wayne alcancen el poder. Porque el formato actual es lo que suele permitir. Llegan al poder mujeres con más cojones que muchos de los hombres con los que tendrán que compartir mesa de decisiones. No, no quiero eso. Quiero diversidad, enriquecimiento porque emerge otra forma de pensar y hacer. Hay que reivindicar con fuerza esa otra forma de gestionar, alejada de la épica empresarial, de ganar, de tumbar adversarios, de belicismos. No, no quiero eso.

Me parece importante que cada vez que se hable del acceso de la mujer al poder se hable de la transformación de ese poder. Así que ojo con buscar las cifras sin cambiar los roles. Porque no vaya a ser que consideremos un gran logro que Carme Chacón fuera ministra de defensa. Me interesa mucho más suprimir el ejército. Y sé que es asunto delicado, que hay quien dirá que las cosas se pueden cambiar desde dentro cual caballo de Troya. Sí, pero que no se nos peguen las costumbres del sexo dominante, ese que al tocar el poder se autoconvence de su dominancia.