No, para mí, y supongo que también para Madame Curie, las cosas se hacen por el deseo de llegar a alguna parte, por la necesidad de convertir en más claro aquello que habita en la oscuridad. Sin embargo, una vez llegados a puerto, ¿para qué continuar compitiendo con uno mismo y salir de nuevo a la mar en busca de más lejanas tierras? No, hay que saber aceptar las propias limitaciones, vivir con ellas, tenerlas en cuenta cuando se arranca una nueva actividad. Quizá yo soy muy consciente de mis limitaciones, sé el peso específico que éstas tienen en mi vida, o quizá simplemente soy más conservadora de lo que estoy dispuesta a admitir.
La última novela en la que Alicia Giménez Bartlett da vida a ese entrañable personaje que es Petra Delicado, Nadie quiere saber, nos deja esta reflexión. Mientras conversa con su compañero de fatigas, Fermín Garzón, termina por definirse como una persona consciente de sus limitaciones. Me ha recordado a mí mismo cuando en este mismo blog en un par de ocasiones he escrito sobre el asunto: Reivindicando la falta de ambición y Por una actividad profesional sin ambición. Conexiones 😉
También me ha venido a la cabeza este este otro post: Disfrutar de nuestros defectos. En el fondo lo veo como un guiño a una vida donde no tenemos por qué seguir esas constantes llamadas a una supuesta superación personal que conduce a lo que Zygmunt Bauman define en sus libros como estado de infelicidad permanente. La búsqueda eterna de una satisfacción que se desvanece cuando se consigue porque necesita sí o sí del combustible de la tensión por lo que no tenemos.
Entrañable el personaje de Petra Delicado, todo un carácter al que uno va cogiendo cada más cariño. Ahora con la novena entrega de la serie, un poco más si cabe 😉
2 comentarios
Me encanta la idea. Particularmente me debato entre atender el sentimiento de inconformismo que suelo sentir a menudo y que procuro traducir en impulso para avanzar, o resignarme ante mis propias limitaciones, relativizar un poco e incluso disfrutar de lo conseguido antes de empezar a pensar en la siguiente meta.
Ya, ahí andamos, en una pelea interna entre tensión y relajación, entre sosiego y ambición. La cosa es que el mundo que nos venden es uno en el que hay que perseguir grandes logros y aspiraciones porque si no, parece que no eres digna de pisar el planeta. Y no tiene por qué ser así. Yo prefiero no cargarme de una responsabilidad que quizá no va con mi forma de ser.