Microbios

by Julen

Pequeños por naturaleza. Es una imagen que se retuerce en el patio de la escuela. Los microbios viven en los libros de textos de mi infancia. Son inmunes al toqueteo constante de las infantiles manos sucias e inquietas. Habitan allí de por vida. Pero no, me confundieron cuando niño y ahora resulta que se mueven ágiles y juguetones. Siempre pequeños, siempre resbaladizos, imposibles de asir en la escala de la vida de los mayores.

Movimiento acelerado, imprevisto, guiado por la estigmergia. Sólo hace falta fijarse en el vecino y mantener con él una relación básica. Hoy por ti, mañana por mí. Vínculos inmanentes, fuera de cualquier interpretación finalista. Una química extraña que segrega conexiones para tejer seres diferentes, alejados del comienzo microscópico con el que nunca consiguen quedar en paz. En la guerra de tamaños que compite por la simplicidad: lo que no se ve no existe y no se puede estropear. Allá queda sepultado por toneladas de tierra infecta con lindane.

No tienen nombre pero sí color. Sus límites vibran. Un microbio es un bicho. Recibe atención por excepción. La norma es no tocar. La norma es no tocar. La norma es no tocar. Son ariscos, huidizos, herméticos. Conviven dentro de sus casas paradójicas, donde son amados y temidos. Se rodean de una costra viscosa que separa su mundo del mundo real. Están ahí. Diminutos, separados, extraños, invisibles. Sólo en aquellos libros de texto de los años 60 del siglo pasado fueron reales. Luego quedaron olvidados en libros enfermos de Alzheimer y que se separaron de la vida de verdad.

Inquietos, imantados sólo por relaciones de buena vecindad. Su microescala no les permite explicaciones. Son. En sí mismos, en una tensión implosiva que no expulsa sino que sólo los propulsa. Se mueven por territorios con límites transparentes que sólo ellos son capaces de percibir. Porque son los límites autocontenidos en su forma primigenia. Sólo pueden entenderse a sí mismos si proyectan su propia referencia en el espacio que los rodea. Están allí. Extraños, mínimos. Son porque el mundo no puede ser de otra manera.

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La foto en Flickr es de neil banas.

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3 comentarios

Lula Towanda 21/02/2010 - 13:38

Pequeñitos pero matones, En este caso la unión hace la fuerza, pero no es la fuerza de Yoda, están más en el lado oscuro . Su desarrollo justifica la aniquilación de su anfitrión. ¿A quién me recuerdan en la vida real?

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Ricardo_AMASTE 22/02/2010 - 21:59

Nos vemos en Zemos.
Qué saldrá de este caldo de cultivo?
Rico, rico.

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En marcha el movimiento #innkultura | Consultoría artesana en red 02/03/2012 - 06:55

[…] la gente de AMASTE, otros humanos a los que uno coge cariño. Cultura libre, compartir, procomún, microbios. Y también, ya puestos, nuevos modelos de negocio en torno a la cultura. Todo esto termina en que […]

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