10 Vigo – Viana do Castelo #KostaMTB

by Julen

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Ayer, como ya comenté, fue el último día con la compañía de Alberto. Así que toca pedalear en solitario el resto de la ruta. Como siempre, encantado con su compañía. Son ya muchos kilómetros los que hemos pedaleado como para darme cuenta de lo fácil que es pedalear a su lado. Vendrán más, no hay duda. Eso sí, a ver si tiene más suerte con la mecánica y las averías de su bici. Ya desde Bilbao, me envía la foto que veis más abajo: poco después de las cuatro de la mañana, con San Mamés como telón de fondo.

Vigo es la ciudad más poblada de Galicia y, además, la mayor de las que no son capital de provincia en el estado. Me entretuve paseando arriba y abajo por los alrededores del hotel. Menudo nivel el de la renovada Gran Vía, con su zona peatonal en el centro repleta de plantas, bancos con cargadores USB, rampas mecánicas y la consabida placa de inauguración a mayor gloria del alcalde de las luces de Navidad. La firma es la firma.

Diana a las 6:30, como de costumbre. Por aquí amanece tarde, bastante tarde. Estamos al oeste de la península y hasta las 7:20 no sale el sol. Eso sí, hoy ganaremos una hora, porque entramos en Portugal.

He parado a desayunar en una terraza del Casco Viejo. De camino, me he topado con los típicos zombis de la noche que volvían a sus hogares (o no) con las primeras luces del día, tras cumplir con las obligaciones de la jarana. Simpáticos, hacen lo que pueden por saludar.

La ruta nos conduce hasta la playa de Samil, con las islas Cíes enfrente. Las vamos a ir viendo durante kilómetros y kilómetros desde perspectivas diferentes. Como siempre, las primeras luces del día y la tranquilidad invitan a la fotografía.

Más adelante me he desviado hasta Monteferro. Allí se erigió, tras finalizar la Primera Guerra Mundial, un monumento dedicado a las múltiples tragedias que se asocian al mar. Empezaron por los marineros muertos, pero se animaron con más desgracias. El entorno es agradable, con una zona acondicionada para ir de picnic con la ría ahí al lado y las islas enfrente. Subo por una carretera asfaltada y bajo por una pista que me deja en la playa de Area Fofa, con una arena muy blanca y fina.

Sigo ruta por Nigrán hasta llegar a Baiona. Me cruzo de nuevo con muchos, pero que muchos, peregrinos que vienen haciendo el Camino Portugués. El camino se pega a la costa y a la carretera. Con el viento de cola avanzamos deprisa. Me adelantan como balas pequeños pelotones de ciclistas. Es fiesta. Es el día grande de Galicia. Santiago, 25 de julio. Ahí siguen las Islas Cíes.

Salir de Baiona en dirección sur supone sí o sí subir hasta el emblemático Alto A Groba, el mirador por excelencia de toda esta zona. Pues va a ser que no. He optado, en su lugar, por un plan B que también ofrece estupendas vistas: la ascensión al Monte de Santa Tegra, muy cerca ya de la frontera con Portugal. Desde aquí se divisa a la perfección el estuario del Miño, Portugal, el valle de O Rosal y el Océano Atlántico. Santa Tegra, o sea, Santa Tecla, patrona de la informática. Es una tachuela de 340 metros de altitud que se sube en apenas tres kilómetros. O sea, unas cuestas bien majas. Arriba, un castro, edificios religiosos, infraestructura diversa para los turistas y antenas, unas cuantas antenas.

Se baja de Santa Tegra en un santiamén. Mi destino: A Guarda, en la desembocadura del río Miño. Hoy ha sido el día de entrar en Portugal. Le he cogido cariño a este país. El año pasado ya lo disfruté y este repetimos. El río Miño hace de frontera natural. Un pequeño bote cruza desde A Guarda a Caminha. Y el bote… tiene su historia. Porque hace ya un par de años el barco que hacía la travesía sufrió una avería. Y hasta hoy. Me estuve documentando sobre el asunto porque quería tener la certeza de que se podía cruzar por aquí. A la espera de que entre un funcionamiento un barco en condiciones, de momento se arreglan con unos botes en los que apenas si caben 8 o 10 personas. Cosas de la Administración. Hay promesa de barco para el futuro, pero solo eso, promesa. Mientras, la flamante estación de pasajeros languidece. Como el museo del calamar gigante en el puerto de Luarca.

He estado un buen rato de charla con un chico que me ha puesto al día sobre la oferta: hay varios ilegales (aunque habrá que ver si aplicamos legislación lusa o española) que cruzan gente. Sobre todo, claro está, peregrinos que llegan desde el sur a Caminha siguiendo el Camino Portugués de la costa. El que primero los pilla se los lleva al saco. Así que el lugar donde se ubica el servicio es importante. Así de simple. Luego, por dónde se cruza es otro asunto. Con marea baja es casi imposible. Pero solo casi, por lo que me he enterado.

Hago la reserva vía web para el bote de las 13 horas. Llega puntual el patrón. Tiene dos inquilinos, uno de Bilbao y otro de Canadá, que se vuelve a Oporto andando después de haber hecho ruta de ida hasta Santiago. Y el año que viene ya tiene plan: se vuelve a hacer el Camino del Norte desde Irún.

Adelanto una hora el reloj. Quedan 30 kilómetros hasta Viana do Castelo. Localizo allí un par de tiendas de bicis con taller. Llevo dos días con un pinchazo en la rueda trasera que el líquido tubeless no es capaz de cerrar del todo. A este paso me va a dar un disgusto y no es cuestión. Así que está claro qué es lo primero que haremos nada más llegar allí.

Seguimos por el Caminho y seguimos cruzándonos con peregrinos. Se hace entretenido meterse por los pinares y jugar a descubrir playas que, en general, parecen muy expuestas, a diferencia de muchas de las que vimos en las primeras etapas, que jugaban con los recovecos del litoral.

Por fin, se ve a lo lejos la Basílica de Santa Luzia, emblema de Viana. Lo siento por ella, pero tengo que priorizar el asunto del pinchazo. Lo primero es lo primero. La primera tienda está cerrada, pero en la segunda me atienden y solucionan el problema. Aprovecho para comprar sales, que los calores ya aprietan, y la sudoración va a más.

Cumplidas las obligaciones mecánicas, me voy hacia mi alojamiento, que queda en el mismo centro de Viana. Tiene muy buena pinta, desde luego. Ya os contaré mañana. Hasta aquí la crónica de hoy. Mañana llegaremos a Oporto. Segunda vez que lo haré en bici.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 907,81.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 13.899.

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📷 Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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1 comentario

Isabel 05/08/2022 - 11:30

Una ruta que me trae recuerdos de hace muchos años (aunque yo no la hice en bici). Unos buenos, como esas vistas maravillosas y otros no tanto, como un blusón precioso estropeado siempre con el vino tinto que lanzaban desde la cima. Era la fiesta del vino y yo no lo sabía, y encima no me gustaba el vino.
Veo que has resuelto el misterio del cruce de frontera. Y sí, Galicia queda en línea con Portugal y Canarias, tenía que tener una hora menos siempre.

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