02 Ribadeo – Porto O Barqueiro #KostaMTB

by Julen

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Resulta que nuestro alojamiento tenía un acuerdo con un albergue de peregrinos cercano y allí fue donde durmieron las bicis y donde, por cierto, también hicimos la colada y hemos desayunado hoy. Un gran avance para la humanidad, no hay duda, eso de la lavadora automática.

En Ribadeo también celebraban, como en Tapia de Casariego, su romería de la Virgen del Carmen. Así que, tras comer, allá nos apostamos por la tarde, en el puerto, para ver la procesión de embarcaciones que primero se acercaron a Castropol y luego por fin desembarcaron en Ribadeo con el fin de devolver la Virgen a su capilla de la Santísima Trinidad.

Ribadeo es el primer pueblo —para hablar con propiedad, la primera villa— de Galicia, según se entra por su lado oriental, siguiendo la línea de costa. Está separado de Asturias por la ría del mismo nombre. A un lado, Castropol; al otro, Ribadeo. Cuenta con un casco histórico que está declarado Bien de Interés Cultural y, además, al igual que ayer en Luarca, luce un buen racimo de casas de indianos. De ahí que dispongas, si te apetece, de la correspondiente ruta urbana (porque sí, hay otra ruta rural de casas de indianos). Parece que 1870 fue la fecha en que se dio el pistoletazo de salida para ver quién se construía el palacete de mayor tronío. Había que demostrar que las cosas habían ido bien al otro lado del charco.

Las suyas son viviendas cómodas, amplias, abiertas al exterior, con nuevas formas y materiales que hablan de riqueza, sofisticación y formas de vida urbanas, con elegantes adornos en las fachadas, jardines exuberantes y con reminiscencias tropicales, donde no faltan palmeras, magnolios, camelias y vallados de forja que substituyen a los viejos muros y portalones.

Pues por ahí hemos paseado un rato. Quizá mis preferidas han sido La Torre de los Moreno, la Casa de Don Clemente y la del Óptico. Y, cómo no, también por la zona del puerto, junto a la ría.

Amanece y nos vamos hasta el albergue para recoger nuestras bicis y desayunar. Nada más salir a la calle… no se ven ni tres en un burro. Una niebla densa nos va a acompañar, al menos en las primeras horas del día (al final serán solo los primeros 65 kilómetros). Hemos desayunado en el albergue porque así lo tenía acordado el hostal. Ambiente peregrino en sus variadas versiones. Poca broma: desayuno por cuatro euros a base de tortilla de patata, tostadas con aceite y sal, un bizcocho, zumo y café. Llenados los depósitos, tira millas.

Cogemos el Camino Natural de la Ruta del Cantábrico, que se pega a la costa y nos hace disfrutar de senderitos juguetones con el sonido del mar al lado. Así, terminamos por llegar a la zona de la Praia as Catedrais, uno de esos parajes que, seguro, está sirviendo como fondo de pantalla para más de un dispositivo digital. El juego de las mareas condiciona la percepción que te llevas. Con la marea baja emergen los arcos de las catedrales en todo su esplendor. Nosotros, sin embargo, la hemos pillado más cerca de la pleamar. He tenido la sensación de que hemos podido disfrutar porque aún era temprano. Me da que este lugar recibe hordas de turistas con el buen tiempo. De hecho, para bajar a la arena, desde el 1 de julio hasta el 30 de septiembre, hay que realizar una reserva obligatoria en la web correspondiente. Sí, precioso. Sí, turismo masificado. Es lo que hay.

Luego de fichar en la playa de las playas de esta parte de la costa gallega, hemos continuado ruta y así es como hemos ido dejando atrás las otras playas: Augasantas, Moledo, Reinante, Aeralonga, Pasada, Lóngara, Fontela, Benquerencia, Remior, San Bartolo, San Cosme de Barreiros… joder, que me quedo sin respiración. Playas y más playas hasta llegar a la ría de Foz. Bueno, no os aburro, porque luego de Foz, hemos dejado a nuestra derecha otra buena colección de tres mil millones de playas.

Comentábamos mientras pedaleábamos que toda esta zona está en riesgo de masificación turística. Hay chalets y adosados para regalar y es terreno conquistado por las autocaravanas. En fin, a ver si son capaces de dar con la dosis adecuada.

Seguimos la línea de costa, pero sin seguir el camino natural, como hicimos al principio. El plan es llegar hasta Porto O Barqueiro y eso van a ser más de cien kilómetros. Si somos fieles al camino, nos salen el doble. Vale, no tanto, pero es que la línea de costa se las trae.

La etapa, en realidad, contenía dos partes bien diferenciadas en cuanto a su relieve. Los primeros 60 kilómetros, hasta San Ciprián, más amables. Luego, hemos afrontado al menos ocho pequeñas cotas puntuables para el Premio de la Montaña. La más alta, eso sí, de 130 metros ya casi al finalizar la jornada. En la playa de O Torno las gaviotas paseaban por la arena mientras la niebla aún se aferraba al mar.

San Ciprián nos ha ofrecido en Cervo también su correspondiente faro, el de la Punta de la Atalaya, uno de los pocos que, por lo que he leído, tiene aún farero. Eso sí, como os comentaba, aún andaba pugnando por quitarse la niebla de encima. Cerca, en la playa, hay un monumento a la Maruxaina, una sirena rubia, mitad pez, mitad mujer, rodeada de percebes y mejillones, porque habita en la cueva de Xan Vello, en la Illa da Sombriza, aquí al lado, y que avisaba a los marineros de los peligros que podían traer las tempestades. Eso sí, hay otra versión diferente, la que dice que atraía con su belleza y sus cánticos a los navegantes para vete tú a saber qué hacer con ellos.

Antes de afrontar la segunda parte de la etapa nos hemos avituallado donde Rosi, frente a la playa. Qué gusto el pan tostado con su jamón, su tomate y su aceite de Jaén.

Más adelante nos quedaba el Faro de Roncadoira, que es de reciente construcción. De hecho, entró en funcionamiento en 1986 a cuenta de algún que otro naufragio entre Estaca de Bares y San Cibrao. Adivinad el porqué de su nombre: el ruido del mar, eso es. Ahí enfrente se ven las islas Coelleira, Ansarón y Farallóns. Por estas últimas se supone que andaba Maruxaina, pero no la hemos visto.

Tras Roncadoira entramos, al de pocos kilómetros, en el entorno de la ría de Viveiro, que es, junto a la Ortigueira, una de las más conocidas de entre las Rías Altas. A su alrededor se esparcen unas cuantas playas y en sus aguas reposan más de 30 naves hundidas. Cosas de la Guerra de la Independencia, allá a principios del siglo XIX, cuando Fernando VII dijo que tururú a que Napoleón se hiciera un chalecito a las afueras de Viveiro. Fuego a discreción. El caso es que en 1810, mientras surcaban las aguas de la zona la fragata Magdalena y el bergantín Palomo, una galerna se las llevó al fondo del mar. La investigación apunta a que pudieron llegar a morir 800 personas. O sea, motivo para recordarles de vez en cuando.

Sólo quedaban unos 20 kilómetros para terminar ruta en Porto O Barqueiro. Llegamos poco antes de las tres de la tarde. Había elegido este lugar porque me había parecido que tenía mucho encanto. Es un puerto pequeño, muy recogido y con dos versiones bien diferentes, según la marea esté alta o baja. Lo dicho, un sitio especial. Ejem, pero no caí en la cuenta de un pequeño detalle: hoy domingo 17 todavía están celebrando las fiestas de la Virgen del Carmen. Tenemos verbena hasta las tantas aquí al lado del hotel. Ya os contaré.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 170,70.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 2.486.

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📷 Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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