04 Chaves – Alijó #PortugalMTB

by Julen

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Si ayer comenzábamos recurriendo a Llamazares, esta vez el turno le toca al maestro Saramago, que veía Chaves de esta forma:

La ciudad es chiquita y amable, quiero decir, pequeña de proporción, pero con suficiente tamaño para ser un lugar grato para vivir. Al Largo do Arrabalde todo va a dar, y es de allí de donde todo parte.

No seré yo quien le niege al difunto Saramago la mayor, pero también hay que decir que Chaves tiene un hueco en el mapamundi por un puente romano de categoría. No es del estilo del de Alcántara –que cruzaremos, por cierto, si los planes van como deben, dentro de unos cuentos días en esta misma ruta–, porque en vez de esbeltez aérea, este presume de 12 arcos, aunque en origen eran 18 según dice el amigo Llamazares:

Hasta 18 arcos, de los que hoy ya se conservan sólo 12, y más de doscientos metros llegó a tener este puente por el que la calzada romana que unía Braga y Astorga salvaba el curso del Támega y por el que durante siglos han seguido entrando en Chaves todos los invasores y los viajeros.

Pues eso, que aquí en Chaves, el puente romano de Aquae Flavia, o puente de Trajano, es una de las atracciones principales y lo puedes encontrar hasta en el blasón de la ciudad. Uno se imagina el traqueteo de carros en la época: por ahí un essedum a toda pastilla, más allá un par de cissia que no miran por dónde van, cuidado con esa carruca, vaya velocidad endemoniada que lleva ese carpentum, pues mira que va cargado ese plaustrum… Lo típico del infernal tráfico de la época por este puente. En hora punta debía de ser imposible. Eso sí, los romanos inventaron las aceras y le dieron una altura más elevada que la calzada para evitar accidentes. Listos los enemigos de Asterix.

Pero Chaves tiene también sus termas (con una zona balnearia bastante cutre, la verdad) y unas cuantas calles bien coquetas que bajan desde la zona alta hasta el río. Y no hay olvidar la torre del homenaje. Si la de ayer en Braganza era hermosa, esta no le va a la zaga. Rodeada de un cuidado parque, está todavía defendida por unos cañones a los que les han perdido el respeto. Quien más quien menos ha dejado allí su recuerdo en forma de pintada. No hay respeto, que dicen los mayores.

Recibí una recomendación para cenar que no dejé caer en saco roto: Taberna Benito. El polvo à lagareiro estaba estupendo y el ambiente dentro del comedor era muy familiar. Apúntate una, D2d.

Llamazares se quedó prendado de Vidago, una villa termal, el «Vichy portugués», que cuenta, cómo no, con su Gran Hotel, un «legendario hotel-balneario que el propio rey mandó hacer y que, durante muchos años, fue la gloria de Vidago». Pero es que además Llamazares da cuenta de la existencia del Centro Ciclista Vidaguense. Lamentablemente, según mis pesquisas, está desaparecido, por la foto que podéis ver más abajo.

Pero puestos a elegir villa termal, a unos pocos kilómetros de Vidago se encuentra Pedras Salgadas. «Si Vidago es el paraíso, Pedras Salgadas no le anda lejos». Pues si hay que elegir, Llamazares, me quedo con el spa y el parque termal de esta última. Todos los edificios de la estación termal conservan el estilo y la factura belle époque y el aspecto decadente inconfundible de la época». He pedaleado por el parque, al que he accedido a través de un caminito encantador entre muretes de piedra y árboles a los lados que le daban apariencia de túnel a cielo abierto. Si es que eso puede existir.

No os lo he dicho: día gris y con sirimiri. ¡Esto es vida! Yo, que no soy de café, hasta me he tomado un café com leite, tal era el olor de una tasca al pasar por la típica calle principal empedrada en Pedras Salgadas. Diosssss, qué forma de sufrir pedaleando.

Nada más coger la carretera hacia Vila Pouca de Aguiar veo que hay un carril bici que evidentemente fue en su día una vía de tren. Adiós carretera. Resulta de lo más agradable. Nos adentramos en la niebla, que, dicho sea de paso, le sienta estupendamente a estos paisajes. Al entrar en el pueblo un campo de fútbol surge fantasmal entre la niebla. Imposible no parar a hacer una foto.

Seguimos por la Ecopista do Corgo, que es como se llama la vía verde por la que transitamos y que, por lo que leo, va de Chaves a Vila Pouca de Aguiar, aunque no toda ella está acondicionada. Yo he recorrido más de 30 kilómetros con algunas zonas de mucho encanto. Eso sí, le hemos dado calabazas a Llamazares. Me quedo con un poco cargo de conciencia. En fin, ya volveremos.

La ecopista empalma con mi track a la salida de Vila Real. Se llega enseguida a Mateus y entramos, claro está, en territorio de viñedos. Hay que parar sí o sí en Santo Martinho de Anta, «el lugar en el que nació y vivió el escritor más profundo que ha dado esta vieja tierra». ¿Quién era? Miguel Torga. Un personaje curioso al que algún día habrá que leer. Inmortalizamos el momento con un par de fotos a sendos bustos suyos en la plaza del pueblo.

Bueno, llegamos a lo bueno. Desde Sabrosa, poco después del pueblo de Miguel Torga, baja una carretera hasta el río Pinhão. Baja y baja… lo que luego habrá que subir. Cruzamos el puente y tocan casi 500 metros de desnivel con un porcentaje medio de casi el 10%. Y con la solana cascando lo suyo. Bah, tipi tapa, tipi tapa. No ha sido para tanto.

Ya arriba primero se llega a Favaios, que exhibe su poder vitivinícola con bodegas a la entrada. El paisaje está dominado casi al completo por las viñas. Para un abstemio como yo, nada que comentar. Enseguida llegamos a Alijó fin de etapa. Tocaba limpiar la bici, que traía arenilla hasta en el alma. ¿Las bicis tienen alma? Orbea tiene un modelo con este nombre. ¿De dónde vendrá? Os dejo, que tengo que ir a ver el plátano. Mañana os enteráis de qué va.

El que fue Centro Ciclista Vidaguense


Túneles verdes camino de Pedras Salgadas


Estaciones abandonadas en la ecopista do Corgo


Goles fantasmales en Vila Pouca de Aguiar


Territorio vinícola en torno al río Pinhao


Escultura homenaje a Miguel Torga en su pueblo natal, San Martinho de Anta

Kilómetros totales hasta esta etapa: 351,62.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 5.127.

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📷 Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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