¿Cuándo llega?, ¿qué supone? ¿Existe ese día en que uno se levanta y se da cuenta de que algo ya no es como era? Estiramos la edad con el progreso y parece que distanciamos la vejez de quienes somos. Un éxito repleto de paradojas, un anhelo en busca de más y más. Hay que extender hasta donde sea posible para que la última bocanada de aire se haga la olvidadiza.
Las contradicciones se agolpan a la mesa. Consumimos más y más química y estiramos hasta lo impensable la existencia. Continuamos avanzando. Entendemos mejor la fisiología de nuestros cuerpos y hacemos maravillas entre probetas y conflictos éticos. Nadie quiere dejar de estar aquí, según parece, aunque luego, misterio, siempre hay excepciones.
La vejez se viste con sus mejores galas. La pirámide de edad engorda cifras en torno a toda esa gente mayor. Mientras, quienes venimos del baby boom, esperamos el colapso. Seremos multitud a la espera del elixir mágico, de las pastillas repletas de placebo, de los estiramientos salvadores, de la defensa de la dignidad. En vida y a las puertas de la muerte.
Por mucho que la alejemos nunca se retirará. La meta se aleja; la meta se acerca. ¿Cruzaremos la línea y nos aplaudirá un ejército de entusiastas? Me temo que la llegada será más discreta, a las puertas de una sensación indefinida, de sosiego y resignación, de lucidez y nostalgia. La vejez se arruga ahí enfrente, se hace hueco y espera, firme e implacable. Hasta pronto.