Despistes, falta de atención. La mente se aleja, enfila su camino, decide que son otras rutas las que explorar. Al de un tiempo, en cambio, caes en la cuenta. Allí, olvidado; allí se quedó. Piensas. Mira que te lo dijiste, mira que lo suponías. Sin embargo, el hecho es que otra vez ha sucedido lo mismo. Son tantas veces.
Habrá que idear algún truco. Algo tiene que haber. Es cuestión de inteligencia, un reto no demasiado complicado que exigirá alguna táctica. Nada del otro mundo. Se trata de buscar, sin más, un algo a lo que agarrarse para evitar las líneas de fuga. No puede ser, habrá que volver a situarlo todo en su sitio. ¿Deberías preocuparte?
Es curioso ese carácter olvidadizo que muy poca gente es capaz de descubrir en ti. La fachada de orden y método lo esconde. Quizá suponga una simple reacción. De serie no debieron de acertar con la tecla. Se trataba simplemente de que recordaras esas cosas tan simples del día a día. Se trataba de jugar a la normalidad. Así de simple.
Sabes, claro está, que no será la última. Volverá a suceder. Cualquier objeto, por más insospechado que pudiera ser. Quedará abandonado, escondido a tu campo de atención. Sabrá que no lo haces con mala fe. Sencillamente es que eres olvidadizo. Un rasgo que juguetea con tu otro yo y le despista de vez en cuando. Levantas la mirada y puedes ver cómo se sonríe, ¿verdad? Mejor llevarse bien con él.