La cultura excesiva del reto y del objetivo

by Julen

Hubo un tiempo de menor exigencia, quizá hasta de hacer las cosas por puro placer. Pero hoy en día corren otros tiempos: sea lo que sea, debes colocarlo como reto, como objetivo. Se impone la cultura de organizarte la vida para conseguir aquello que te propones. Es una épica nueva, llena de métodos, de planes, de hemisferio izquierdo en pleno apogeo. No se trata de llegar a algún lado porque sí. Se trata de pensar dónde querías ir y luego de ser consecuente. Entrena, lucha, persigue tu sueño. El eslogan aparece por todas partes.

Hay que movilizar energía en pos del logro. El juego tiene que ver no con lo que haces o estudias; el juego tiene que ver con llegar al final, mirar atrás, reconocer la cima, llenar tu alma de satisfacción y decirte a ti misma: ¡lo logré! Esta cultura del reto lo impregna casi todo: hay que adelgazar para llegar al objetivo, hay que ser constante para correr aquella maratón, hay que ponerse una cifra de ventas como referencia, hay que conseguir lo que sea, siempre que soporte la moderna cosmética del reto.

Desde luego que atrás quedó la tranquilidad de la despreocupación. No se permite andar despistado. La tensión de la obra implica remar hacia donde debemos. Las distracciones penalizan. Pero, al mismo tiempo, se convive con un ejército de estímulos alternativos. Es la presión por tomar la decisión que debes tomar. No puedes no gestionar tu vida. Tienes un deber, una obligación y la vas a cumplir. No puedes fracasar.

Y todo esto cabalga, claro está, a lomos de la sacrosanta eficiencia. Nos venden que todo lo podemos medir. Tenemos a nuestro alcance cualquier dato que nos haga falta. Somos máquinas de emitir datos y vivimos rodeados de artefactos que nos lo dirán todo. Nos dirán la verdad: que para cumplir el reto necesitamos datos. Se organiza así una retroalimentación a veces perversa, con un círculo que, cuando deviene vicioso, es brutal: sabes que no estás cumpliendo con el plan, los datos lo dicen. A partir de ahí, más angustia y ansiedad. Como no alcances el reto, no serás digna de entrar en el reino de la auotestima.

El desafío siempre está ahí: un cuarteto de cuerda podría ser interpretado por tres personas. A lo mejor el reto no era el adecuado. O a lo mejor se trataba relajarse un poco y disfrutar.

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12 comentarios

David Rey Jordan 03/01/2018 - 09:14

Muy oportuno. Últimamente esta reflexión invade mi mente con bastante frecuencia.

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Julen 03/01/2018 - 09:38

Pues quizá depende de nosotros relajarnos un poco y eliminar parte de sentido épico a nuestras vidas, ¿no?

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Raúl Hernández González 03/01/2018 - 09:39

Me pillas en plenas rumiaciones de año nuevo. Yo siempre he sido muy de «Baloo», de dejar fluir las cosas, etc… pero últimamente me encuentro cuestionando los resultados de esa estrategia. Hay cosas que no funcionan, y «seguir el flujo» no lo está arreglando.

Entonces empiezas a pensar que a lo mejor sí que hay que actuar «con intención». Con un «objetivo en mente». Y puestos a pensar en objetivos, empiezas a pensar si lo de los objetivos SMART quizás tiene su sentido como acicate, como ancla a la que fijar tu atención y tus esfuerzos. No, no me gustan, nunca me he sentido motivado por esa cultura del objetivo, mi mente encuentra rápidamente «agujeros» al razonamiento… pero quizás haya que darle una oportunidad…

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Julen 03/01/2018 - 13:36

Supongo, Raúl, que en el «justo medio» está la virtud. Yo por ejemplo cuando voy subiendo puertos duros con la bici lo tengo claro: necesito irme fijando objetivos de corto plazo. Sí, tan simple como ese árbol a la derecha, la curva del fondo, unos surcos en el suelo, lo que sea que me haga poder digerir el puerto en pequeñas dosis. Pero al margen de estas «anécdotas», mi reflexión va más en el sentido de la cultura de la eficacia que lo impregna todo y que se traduce en objetivo y reto por doquier. Llega un momento en que no importa cómo, importa que llegues. Ahí hay que relajar un poco, ¿no?

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Juan Madueño Criado 03/01/2018 - 09:50

El problema se presenta sobre todo, cuando haciendo todo lo que debes hacer, no consigues nada. Y esto ocurre demasiado a menudo.

Por ello me quedo con la última reflexión, y algunas que he leído en los comentarios: estar más relajados, lo que también ayuda a conseguir los retos, que cuando se presenten, quizás sea mejor afrontarlos sin miedo y angustia.

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Julen 03/01/2018 - 13:32

Sí, en buena parte tiene que ver relajarnos todos un poco más 😉
Claro que los sistemas de los que nos dotamos en la empresa o en la universidad, por ejemplo, caminan del lado del objetivo sí o sí.

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Helena Khaterine Arteaga Tapia 15/01/2018 - 01:23

Cual será el justo medio entre tener siempre un objetivo cual «calculador» y dejar fluir nuestras vidas ?
Entre poner metas en todo momento y no permitirnos soñar locamente sin llegar a la rigidez que nos da la excesiva planificación ?
Será que tanto numero e indicador es lo que a veces no permite fluir ?

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Julen 17/01/2018 - 11:45

Casualidad, Helena Khaterine, publicaba Daniel Innerarity un artículo en El País el otro día que puede ayudarnos a entender los límites de los números y los indicadores: El error de intentar medirlo todo. Puede inspirarnos más aún y reconocer que, sea como sea, hay que relajar un poco esa fe exacerbada en la medición y los objetivos. Gracias por pasarte por este rincón a comentar 🙂

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Yuri 17/01/2018 - 13:12

Lo peor es que pide que midamos resultado en lo no medible con objetividad, que pongamos un objetivo a algo que es pura exploración… mientras que hay recursos dedicados en hacer cosas muy previsibles (proyectos técnicos con acciones y el alcance muy bien definidos),… pero que no se les pide que mida el cumplimiento en tiempo ni el logro real de esas acciones… están en un continuo «realizándose».

Resultado: están los que se encuentran saturados de tareas sin evidenciar el resultado real pero satisfechos de que son reconocidos por la organización como «están ocupados = están haciendo cosas importantes» y están los otros, que tratan de hacer cosas nuevas – crear- con la máxima rapidez posible, casi siempre a modo experimental, con mucha ilusión… pero que el resultado mostrado no son medibles con los mismos criterios que el resto (por algo son cosas nuevas ¿no?)…y por tanto son cuestionados continuamente con «¿qué están haciendo estos? »

Para los que se encuentran en el primer grupo… yo animaba a utilizar una gestión tipo SCRUM. Podrán ver el exceso de tareas y poco nivel de entregables. Aunque… seguro que a muchos eso no les gustaría… porque los datos sí dirán que no está llegando. Pero con este método, como dice Raúl, invitará a que esa más SMART tanto el reto que se marque como la manera de conseguirlo.

Para los que se encuentran en el segundo grupo… o cambia de empresa o vivir con filosofía y alegría… aprendiendo a disfrutar del camino (en «cómo» que tu comentas), comiendo con patatas las frustraciones, que con un poco de salsa se puede :-D.

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Julen 25/01/2018 - 16:53

Yuri, distintos trabajos deberían llevarnos a diferentes formas de evaluar. Pero las varas de medir son habitualmente cortoplacistas y sobredimensionan el resultado, que, según dicen, «es lo que importa». En esa trampa vivimos, esclavas de los sistemas. No sé si algún día cambiará y veremos enfoques más contingentes con la naturaleza del trabajo. Fíjate que a estas alturas, lo dudo 😉

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Isabel 28/01/2018 - 16:37

Y sin embargo…. Tristemente, coincido con tu reflexión. Y digo tristemente porque siempre me ha gustado la palabra reto, aunque pienso que la mía tiene matices más antiguos que las actuales interpretaciones. Sí, me sirve el árbol, o la curva del camino. O esa pequeña colina a la que me planteo llega para tomar aire y coger un poco de perspectiva. Sobre todo para entender y procurar elegir mis retos.

Quizá la clave está en recuperar la humildad, porque entre tantas burbujas y modas se nos olvida que somos humanas, y que la vida es corta…

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Julen 30/01/2018 - 19:13

Dices bien, Isabel, a lo mejor si planteamos retos más humildes, más pegados a nuestra condición humana, todo resultará entonces más amable y llevadero.

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