Contaba historias de tiempos pasados, asido con fuerza a la que fue insultante juventud. Las contaba como si no hubiera un mañana. Ficción y realidad se enredaban en argumentos imposibles. Su deterioro cognitivo era más que evidente. Por eso nadie le interrumpía. Dejaban que contara sus viejas andanzas, preso de un delirio que desbordaba por doquier.
Nunca se pudo encontrar una causa para semejante conducta. Ahora el viejo blog parecía que siempre hubiera sido así. Costaba imaginarlo con el vigor de la adolescencia, henchido de hormonas revueltas que lo hacían flirtear con cualquier otra herramienta que se pusiera a tiro. Hoy el viejo blog descansaba y vivía de sus recuerdos, unidos a sus bits en una simbiosis plena.
De vez en cuando se le escapa algún pequeño gesto de melancolía. Detiene su discurso, entorna los ojos y parece darse cuenta de todo. Pero, inmune al desaliento, enseguida recompone su figura y continúa en su empeño de explicarle al mundo lo que a nadie interesa.
Ha pasado mucho tiempo y sus articulaciones no son lo que eran. Solo se calma cuando entra en la sala de los recuerdos. Su rostro se ilumina y de deja envolver por el cálido abrigo de la demencia. No sabe cuándo llegó. Los médicos dicen que es de los veteranos. Tiene tanto que contar que lo mismo da cuánto de real queda en su interior. La señora del fondo dice que es un ser de otro mundo.