Tantas y tan tozudas, poderosas, ajenas a la razón. Contradicciones que son tan mías como todo lo demás. Aunque nos empeñemos en proyectar lo que debería ser, ellas siempre están ahí. Humanas y fuertes. Vuelvo a mis contradicciones. Representan un ancla que me encarcela. Me seducen y me oprimen. Soy lo que no quiero.
A vueltas con la línea recta, con los objetivos, con la razón. A vueltas con las listas de tareas. A vueltas con esa parte de mí que cree gobernar mi vida. Una ilusión. Por detrás los fracasos se agitan en una bacanal desenfrenada. Soy lo que quiero. Me lo imagino.
El libro está repleto de líneas torcidas. Suben y bajan, eluden la lógica del camino más corto. Se empeñan en deshacer el nudo para terminar en otro mayor y más complejo. Un nudo donde no hay hilos de donde tirar. Da igual cuál eligiera el final siempre será el mismo: lo que ni quería ni podía. Pero ahí esta. Esperando a que me equivoque y sucumba a la tentación.
Por eso juego en el terreno de lo humilde. Frente al ruido del éxito y la ambición del poder, el silencio de las palabras. Cómo no, imposible callar semejante contradicción. ¿Por qué lo escribes?