Salud, se despedía. Salud, un deseo. Un deseo por ausencia. Siempre supiste de ella y la ignoraste. Pero el paso de los años la va acercando más y más. Motivo de conversación, motivo de preocupación. Insoportable, despreciada durante tanto tiempo. Ahora sin embargo te llama. No digas que no lo sabías. ¿De qué te sorprendes? Toca cambiar la mirada y aprender a tratarla, de momento, de igual a igual. Ella, claro, te vencerá.
Detalles sin importancia. Pequeños avisos, nada que incomode en exceso. Solo simples advertencias. Está ahí y reclama su espacio. El tiempo juega a su favor. ¿Qué fue antes de la salud? ¿Dónde vivía? Escondida en la insolencia de la juventud, oculta a miradas indiscretas. La salud, todavía no sabes cómo hablar con ella, ¿verdad?
Mientras, imaginas escenas. No hay certezas, todo es sensación, todo se puede interpretar. Tu cerebro se enfrenta al reto de tratar con lo desconocido. Tu corazón se encoge en retirada. Tienes que aprender de nuevo a construir un vínculo que no por natural es menos inquietante. Ese dolor. Ese color. Esa piel que se arruga. Esos ojos que languidecen y reducen la nitidez que siempre hubo en el mundo. La salud a escena. Y tú sin estar preparada.
No obstante, acabarás por encontrar tu balance. Para bien o para no tn bien. Os encontraréis porque nunca dejasteis de caminar juntas. Ella va ganando espacio. La edad, la salud. Un círculo vicioso que se retroalimenta. Todo terminará en una simbiosis plena, única, final. Una simbiosis donde ella será todo y tú nada. Pero esto ya lo sabíamos. Para qué pensar que no sucederá. Simple tentación. Humana.