Llegaste y algo se supone que debió de suceder. ¿Qué fue? Fácil recurrir a aquello de para gustos los colores. Pero sucedió. El lugar se convirtió, quién sabe por qué, en algo especial. Intenta explicarlo. ¿Con qué palabras lo describirías? ¿Paisaje, paisanaje o algo que sale de dentro? Sucede, y entonces lo sabes.
Solo tú puedes sentirlo. Por mucho que haya quien se empeñe en compartir el sentimiento. Porque la comunión es un acto íntimo entre tú y la geografía. El lugar sublima la percepción. Se eleva y emerge en un plano que llega a alejarse de la razón. Lo sientes, no es tanto que haya algo que lo justifique.
Los lugares fetiche se anclan a muy diferentes circunstancias. Juegan en planos paralelos, sin aparente conexión. Puede ser un sendero, una luz, un rincón, una mesa. Puede oler. Puede brillar. Puede esconderse en la niebla. Puede susurrar. Puede estar vacío. O lleno. Puede ir y venir. Y puede vivir en tu imaginación.
Me maravillo de que se impongan a mi razón. La lista de estos lugares forma parte de lo que somos. En el epitafio final deberíamos dejar constancia. Nacido en solo representa una mínima parte de nuestra geografía. Hay otras y no me preguntes por qué.