Un lugar ahuecado

Vacío. Su otro estado natural. Nadie. Todo en un pulcro estado de revista. En silencio. Agazapado. Pudiera no existir mientras no hace falta. Pero no puede desaparecer. Ocupa un lugar. A la espera de recuperar el sentido. Pero despojado de su función, el lugar sestea.

Se puede decir que descansa. Agradece la tranquilidad del vacío. Su ciclotimia a veces parece difícil de soportar. De la nada al todo, de la ausencia a la multitud. Una sala de espera. En un lugar cualquiera. A deshoras, languidece.

Respira hondo. Cuenta hasta diez y lo hace de nuevo. Respira. Coge aire y lo reparte. Abre la perspectiva y deja caer momentos de sosiego. Palpita con un ritmo lento. Al margen de urgencias y angustias, al margen de la presión del tiempo. Al margen de su otro yo.

Por una esquina se oyen por fin unos pasos. Se mira al espejo. Se acicala por última vez. Toma aire de nuevo y espera. Sí, enseguida todo volverá a latir al compás de gente que espera. Espera, espera. Un lugar entre el antes y el después. Un lugar ahuecado.