No hay escapatoria

by Julen

CárcelDe vez en cuando sucede. Uno quiere encontrar un hilo de inspiración para agarrarse a él como salvavidas. Pero no hay manera. Cada hilo conduce a un final abrupto que no aporta nada. Guardar borrador. Sepultado en el estercolero del blog. Oculto a miradas indiscretas. Allí queda, con su título, con su discurso balbuceante, inconexo, ridículo.

Miro la lista. «Borradores». Hay de todo. Repeticiones, objetos, sensaciones, momentos. Quedan a la espera de un rescate improbable. Olvidados al cobijo de un inmenso almacén digital que todo lo traga. Allí se arremolinan unos contra otros. Procuran darse conversación, explicar el porqué de su destino. Pero enseguida surge la desconfianza. Pugnan por la atención de un humano que los ha condenado al olvido. Mala persona.

De vez en cuando reciben visita. Un click de esperanza que no sirve sino para que crezca en ellos el rencor. El tiempo los empuja hacia el fondo. Se diluyen y se vuelven ariscos. No están para bromas. Caramelos que apenas llegar a la boca fueron repelidos por amorfos y fracasados. En la habitación del fondo se escucha un rumor. La conciencia que conforman los borradores no descansa. La memoria no olvida. El olvido no perdona.

Por eso no hay escapatoria. A veces. O siempre. Porque cada texto que supera la prueba no es sino el mejor ejemplo de intento fallido. Mañana va ser como hoy. Una pelea por salir a escena. Más de lo mismo. Un acto compulsivo que en vez de ser descarga es recarga. Como si fueran copias perfectas de los originales. Como si cada vez que lo vomitas estuvieras alimentando al monstruo. Borradores en la cárcel que piden justicia.

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