Palabras olvidadas

¿Por qué? Fue un impulso. Pero el caso es que arrugó el papel y lo tiró. No, aquellas palabras definitivamente alimentarían el cementerio del olvido. Quiso decirlo pero no pudo. Las palabras se sucedieron, salieron ágiles y conformaron enseguida un párrafo directo, intenso, casi definitivo. Pero su cobardía, aquella a la que tenía tan en estima, arrugó el papel y lo mató. O eso pensó ella.

El acto era un tanto compulsivo. Lo repetía con cierta asiduidad y siempre terminaba enfadada ante su escasa prudencia. Lo hacía. Y sabía que lo haría de nuevo. Unas palabras, unas ideas. Y de repente un choque frontal con la realidad: todo quedaba reducido a un amasijo de arrugas. Las letras amontonadas ahora sin orden, retorcidas a base de piruetas imposibles. Una vida que se extinguía sin apenas nacer.

El paso del tiempo haría el resto. La producción se volvía efímera y desaparecía devorada por sí misma. En origen condenada a no encontrar hogar. Tal desprecio algún día terminaría por pasar factura. A veces pensaba que aquellas líneas bien podrían convertirse algún día en muertos viviente que reclamaran a su autora responsabilidades. No sabía muy bien bajo qué forma, pero era una posibilidad que la atormentaba de vez en cuando.

Sin embargo, cual aplicada alumna, ella insistía en su conducta. Algunas líneas circulaban por la calle de la luz y otras por callejones oscuros sin salida. La furia del momento hacía el resto. Un gesto rápido, el puño se cerraba en un instante y adiós. Al cementerio del olvido. Otra cicatriz en el alma.