Esfuerzo

La mente se nubla. Desaparece nada que no sea el esfuerzo. Se concentra. Vas directo a un único lugar donde todo acontece. Más. No hay un lugar al cual llegar porque después viene otro. Y solo cuando llegas a ese otro, lo sabes, verás el siguiente. Así que, ¿sólo queda cerrar los ojos y seguir?

Aprietas el alma contra tu cuerpo. Todo conduce a un punto único donde la acción se reduce a un estrechísimo horizonte. Foco, mente puesta en ninguna otra cosa. ¿Cómo transcurre el tiempo? Tus facultades alteradas, no hay manera de digerirlo. Solo sabes que debes continuar. Ni siquiera recuerdas la razón. Solo sabes que hay un final que precederá al siguiente.

Mueves músculos. Sientes que dispones de un cuerpo. Imaginas la máquina que crees conducir. Avanzas, aprietas de nuevo para acercarte algo más. Y el final otra vez se mueve. Verlo es hacer que desaparezca. La obsesión juguetea con el desánimo pero a estas alturas te sabes más fuerte. Has dejado a un lado la razón y no no hay manera de que la cordura ocupe su hueco.

Parecería que hay un porqué. Pero tan solo es inconsciencia. Saber que sí sin poder argumentarlo. Una fuerza recursiva que se enreda en tu corazón. Debes seguir porque, una vez que empezaste, supiste de inmediato que no habría vuelta atrás. Ahora no llores porque nadie te engañó. Solo tú por un momento pensaste lo lejos que quedaba la diversión. Y aceptaste, tranquilo, el sacrificio. No te engañes.