Bicicletas: demonios contra peatones y contra coches

Estupendo esto de que las bicicletas en ciudad seamos un peligro para los peatones (vamos también por las aceras) y para los coches (molestamos su paciencia y su sentido de la superioridad). Así que como una muestra más de la manía hiper-regulatoria, creo que deberían, de una vez por todas, prohibirnos ciclar por cualquier lugar que no fuera específicamente un carril-bici. Y que, por favor, los construyan también por el monte no vaya a ser que erosionemos el terreno y causemos dramáticas consecuencias para el medio ambiente.

Como gente apestada de la sociedad que somos, deberían vallarnos todas las vías por las que podemos circular y dejarnos como si de toros en un encierro se tratara. Total, de no hacerlo, vamos a convertirnos en un peligro público con un potencial destructivo que ni las peores armas de destrucción masiva del difunto señor Hussein. Porque es evidente que las estadísticas de muertos en carretera empiezan a rebosar de casos provocados por ciclistas imprudentes, borrachos o con altas dosis de sustancias dopantes en sus cuerpos.

Está bien que las ciudades de pro se lancen a la carrera de regular nuestra vida comunitaria. Tú, peatón por aquí y por aquí. Tú ciclista, por entre estas rayas y ojo con pisarlas, que también es multa. Tú, macho alfa conductor, por donde siempre, por la carretera, y por cierto, que ahora que el sector está en crisis, a ver si cambias de vehículo y te compras otro menos contaminante. Pero, tú, por la carretera y por las calles de la ciudad, que están hechas para ti y tu industria.

No parece haber señal alguna de que sistemas de acuerdo entre las partes funcionen. No se trata de perseguir y multar malos comportamientos. Se trata de tratarnos a todas como potenciales delincuentes. La policía vigila -eso sí, pobres, con cada vez menos plantilla y en peores condiciones- para que cumplamos las reglas: no se puede ir montado en bici por la acera. ¿Afecta esto también a las niñas de cuatro años que están aprendiendo a andar en bici? Ah…, no, esto no puede ser; es un uso infantil y está permitido. Pero que no se pasen y que vayan despacio.

Si muestras una conducta cívica por una calle llena de tráfico y sin carril bici, tu destino es compartir con los automóviles el espacio asfaltado. Ahí disfrutarás de todas las ventajas, incluyendo un humo de la mejor calidad y un riesgo constante de que seas quien provoque el atasco. Sí, tú con tu puta bicicleta, que no tenéis ni idea de cómo conducir.  Porque como todo el mundo sabe, las bicicletas provocamos los atascos de las grandes ciudades.

Una vez un señor conductor con niño detrás y señora en el asiento de al lado me tocó la bocina y luego me gritó en una rotonda para decirme por qué no iba por el carril bici. Me advirtió muy amable e insultante que no le extrañaba si me pasaba algo. La escena, por supuesto, con el vehículo pegado a ti, ventanilla bajada, mano en el volante y cigarrillo en la boca. ¿Metro y medio de distancia? Eso es para afeminados. Al pararnos en el semáforo le dije que yo también podía circular por la rotonda sin que tuviera obligación alguna de coger un carril bici que, por cierto, no venía nada bien para volver a mi casa. Pero el tipo, evidentemente, estaba en posesión de la verdad divina y no puedo sino soltar otro insulto.

No importa, la guerra ha comenzado. Como ciclistas urbanos somos un peligro para las abuelas y abuelos que andan por las aceras. Como ciclistas urbanos somos un peligro para la circulación de automóviles. Tienen que regular más, por favor. Y tienen que contratar luego a más y más policías (bueno, o vigilantes subcontratados por empresas subcontratadas de la Administración) para que hagan cumplir las normas. En Donostia las multas van desde los 50 a los 200 euros. Y en Valencia se pusieron en su día las botas multando con 200 euros a quienes iban por las aceras. Todo sea por el buen rollo de la convivencia.

Será que todo hay que regularlo, que no hay espacio para un civismo que se genera al margen de las leyes. Todo está claro: lo que está mal y lo que está bien. Si hay conductas inapropiadas, tomamos el conjunto de la actividad y la regulamos al máximo. Triste progreso este que nos venden, ¿no? Lo que la educación no consigue que lo remate la ley.