El examen sobre aquellas extrañas energías

by Julen

ÁngelaLa cartaCarolLas lágrimas se lanzaron mejilla abajoPantalla transparentePantalla transparente, escrito por Ángela

Agureak (Ancianos)El sueño venció cualquier obstáculo. Se sentó en el sofá y los ojos acabaron por cerrarse tras un primer forcejeo. No había nada que vigilar y las olas se acabaron convirtiendo en dulces ondas que la mecían por aguas tranquilas. El sueño vino despacio y placentero. Muchas emociones en poco tiempo habían terminado por ahogar la adrenalina en un manto somnoliento. Se durmió al tiempo que los ruidos se alejaban por un túnel que no parecía tener fin.

Soñó con la prueba para la beca. Un hombre con aspecto ridículo, como un profesor sacado de otra época dictaba unas preguntas que tenían que ver con algo relacionado con campos petrolíferos. El estupor de quienes habían acudido a la convocatoria crecía. Se miraban entre sí. Eran gentes de todas las edades. Diversidad extrema. Incluso creía ver en la primera fila a un niña de unos diez años con un gran lápiz de colores que terminaba en una casita-sacapuntas rosa.

El profesor seguía dictando sin apenas tiempo para escribir las preguntas. De repente, se dio cuenta de que ya nadie se sorprendía por lo insólito de aquellos contenidos. A su izquierda una pareja charlaba mientras escribían con soltura. Más adelante un señor mayor, despreocupado y sin escribir nada, jugueteaba con un periódico. También había gente con ordenadores portátiles y en la segunda fila creía ver a un chico con unos inmensos auriculares retro.

Por fin acabó aquel largo dictado. Petróleo, combustibles fósiles, biomasa, gas natural y carbón componían un examen que a nadie parecía extrañar. Ella no sabía qué hacer. Nadie parecía manifestar un comportamiento anormal. Cabezas abajo, vista en el papel: escribir y escribir. Pero, ¿de qué? Ella no sabía nada de aquello.

De repente se oyó un zumbido y comenzó la proyección. Levantó la cabeza, como saliendo de un sueño, y se dio cuenta de que en la televisión un documental narraba con detalle las ventajas de las energías renovables. Tras un momento de desconcierto, sonrió y dejó que su cuerpo se estirara un poco más bajo la manta. Todavía era pronto y podía dar otra cabezada. Hasta las siete no había quedado con su padre.

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