La tarde del jueves 16 dio para pasear por Antequera y escuchar en cada rincón la desgracia de la joven muerta en Zambia a consecuencia de la estampida de elefantes. Mira que hay formas de morir. Tremendo.
No amanece hasta cerca de las siete y esa es la hora para partir. Salimos por una pista en la zona baja del pueblo tras pasar por la plaza San Sebastián, callejear un poco y contemplar la alcazaba allá arriba. Cogemos los primeros rayos del sol, una luz preciosa que se estrella contra los tremendos roquedos que afloran por aquí. Lástima que la luz, pedaleando de oeste a este pegue de frente al amanecer. Recuerdo la Transpirenaica, cuando jugaba todo el rato a favor de luz matutina: un lujo para el sentido de la vista.
Entre caminos, la vida del campo discurre desde primera hora. Un pastor con su rebaño, cerdos, cabras, caballos. Hasta llegar al encuentro del progreso: por dos veces hay que cruzar bajo autovías, esas otras formas de acercar humanos. Precios tiene el ¿progreso?
La parada del día me ha acercado a Villanueva del Trabuco. Impersionante su fuente de cuatro chorros como cuatro soles. Reponemos fuerzas en uno de los bares de la plaza, junto a los lugareños. Sólo hombres, faltaría más. Costumbres que se repiten en muchos lugares, da igual que estés más al norte o más al sur de Islandia.
Menos mal que metimos alguna que otra caloría porque el subidón (y bajadón posterior) que esperaba era de aupa. Plato pequeño, piñón grande y tira para arriba, que ya llegaremos al final. Y luego a bajar lo subido, por una pista con mayor desnivel aún y peor firme. Bendito cambio de cubiertas, que me aconsejaron en el foro de la Transandalus.
Luego camino precioso entre olivos, olivos y más olivos. Verde apagado, terreno pedregoso. Hasta llegar a la última cuesta del día, cuando el sol ya aprieta. A las doce del mediodía no hay que andarse con bromas: cualquier subidita al sol es más que una simple subidita. No todo es el terreno o el desnivel. Aquí la variable clave es la hora del día, al menos en estas fechas.
La entrada a Ventas de Zafarraya es diferente: una antigua vía férrea acaba de acercarnos hasta el pueblo. Vistas espectaculares que se abren al Mediterráneo, allá al fondo. Un pequeño túnel penetra en el boquete de Zafarraya para terminar la ruta. Allí unos niños juegan en su interior y se gritan alborozados al verme pasar. La última imagen antes de llegar al pueblo. Fin de la primera etapa.
Sé que estoy en algún lugar del interior de Málaga, pero también sé que hay algo irreal en este pueblo. No me digáis por qué, simple sensación.
Por cierto, dejo acceso al audio de la pequeña entrevista que me hace Javier Vizcaíno en MQP.
Distancia: 67,2 km
Sobre la bici: 5h 27m
Desnivel acumulado: 1.490 m
2 comentarios
Una compañera del cole se casó con uno de Villanueva de Trabuco. Curioso nombre, suena a bandolero.
El aceite de oliva de esa zona es espectacular. No dices nada de los desayunos pero seguro que llevan aceite
@Lula, ya ha caído algún que otro desayuno glorioso. Ayer tostada con aceita y un par de maritoñis…