Colegio de curas

by Julen

forges-curasLas llaves sonando por el pasillo. Había dos alternativas: o cagarse de miedo o aguantarse la risa. El prefecto de disciplina hacía sonar sus llaves por el pasillo. Era el anticipo de su presencia. La figura de autoridad necesitaba teatralizar su función.

Bata blanca. Básicamente un cabrón. Claro que eso lo entiendes con el tiempo. En el momento de suceder los hechos era simple tensión escénica. ¿Miedo? Podía ser. Hoy es fácil comprender cómo nacen los traumas. Freud se frotaría las manos con la capacidad de producir clientes que tuvieron aquellos colegios.

No volví a pisar aquel patio. Tampoco quiero cargar las tintas, pero nunca más volví a pisarlo. Las filas antes de entrar a clase y el timbre. Una imagen. El orden, el orden ficticio de unos niños -sólo niños- encarcelados en unas filas que conducían a las aulas. Educación que con sangre entra. Amplia gama de castigos.

El colegio sigue allí. Perímetro de seguridad con vallas altas. Dentro es dentro, con una insalvable frontera que separa las aulas de la realidad. Y allí hablan de valores, de espíritu. Hablan hasta de amor. Educan. Qué miedo. Y no es físico, claro. El miedo es libre y corroe la imaginación.

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13 comentarios

Anna 31/05/2009 - 08:36

Yo viví (sufrí) la versión femenina de la historia, que tampoco difiere demansiado ni en fondo ni en forma. De aquellos colegios salió un amplio abanico de especímenes, progenie de lo que se cocía dentro. Algun@s, con los años, hemos ido sacudiendo los miedos y los dogmas.

Envidio a mis hijos, que mantienen un sano vínculo efectivo con su colegio de primaria, ahora que ya son ex-alumnos. Yo, al igual que tú, jamás volví a pisar aquel colegio.

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javier leiva 31/05/2009 - 09:02

Por suerto no he vivido eso. Porque es verdad que tenía que ser un cabrón.

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amagoia 31/05/2009 - 09:29

La versión femenina era más sutil. Pero yo he visto desmayarse, literalmente, a una compañera ante una monja-profesora-torturadora psicológica-de niñas, ante una clase entera contemplando su terror. Qué momentos.

A mi lo que mas me ha alucinado después, es ver gente que sufrió la secta en sus carnes, y luego manda a sus criaturas a que la misma los dome. ¿Será síndrome de Estocolmo?

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amalgamadeletras 31/05/2009 - 10:53

Jodo! Yo también me acuerdo de la pareja de ‘educadores’ (así se denominaban) que pululaban por los pasillos del Ramiro de Maeztu cuando había cambio de clase y vigilaban que el trasiego de alumnos discurriera con normalidad. Tal vez en el colegio de curas fueran más estrictos que en el Instituto madrileño donde yo estudiaba.

Pero, no sé, veo un cierto tinte ‘oscurantista’ (con todo el cariño hacia vuestras opiniones) en todo esto. Yo creo que cumplían la función que tenían encomendada. Otra cosa es que, en esas épocas (yo hablo de principios de los ochenta cuando cursaba BUP; en EGB no había de eso)

Nos leemos.

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Fernando Polo 31/05/2009 - 12:18

Suena mal. Yo podría darle por completo la vuelta, ensalzando el colegio de curas en el que yo estudié (1976-1989), comparado con muchos de los que hoy en día se hacen llamar colegios, y no son más que vertederos donde los niños están arruinando sus vidas.

Imagino que es cuestión de perspectivas.

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Yoriento 31/05/2009 - 13:37

Yo viví la EGB de las filas franquistas en colegio público y más tarde las posfranquistas, cuando ya era casi adolescente. No creo que se pueda ni se deba generalizar, algunos generaron problemas de ansiedad alrededor de la disciplina férrea y la arbitrariedad, mientras otros, en esos entornos más rígidos, forjaron hábitos y generaron contactos que facilitaron una vida profesional más fructífera.

El debate es complejo porque me parece que la escuela pública adolece de problemas claros, mientras que la privada o concertada, gran parte de ella religiosa, tiene los suyos propios, especialmente el adoctrinamiento permanente.

Está claro, en todo caso, que mi educación abierta y pública me hizo mucho mal, porque escribo un blog 🙂

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Miguel de Luis 31/05/2009 - 14:57

Hombre, pues me imagino que depende, hay chopecientos colegios de curas y congregaciones diferentes y sé por experiencia que puede cambiar mucho según épocas, lugares y hasta personas. Yo viví la transición en el colegio y fue un tanto desconcertante. De repente lo que estaba bien estaba mal y viceversa… o esa fue la sensación que me dió.

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Pilar Jericó 31/05/2009 - 15:12

Puede que una de los principales formas de conocer el miedo es a través de la escuela, sobre todo si se siguen los pasos que mencionas. El miedo es muy sutil y un niño es capaz de sentirlo aunque sea sólo con los gestos… Creo que la educación en inteligencia emocional es fundamental para los alumnos, pero también para algunos profesores.
Enhorabuena por el ranking de Trompazos.

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Lula Towanda 31/05/2009 - 18:56

Las mías llevaban junto con las llaves unas tijeras, no se para qué las necesitarían pero le daba otro soniquete a las llaves.

También cerré la puerta y nunca volví a mirar atrás. Mis hijos fueron a colegios públicos y al menos no tienen malos recuerdos, aunque a los dos más pequeños los pilló la LOGSE que es terrorífica.

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Juan Palacios Gil 31/05/2009 - 20:47

No volví a pisar aquel patio…

Me temo, amigo Julen, que si no has realizado una buena catarsis sanadora, con su consiguiente emergencia de miedo, dolor, tristeza y rabia, no hay escapatoria posible. Ese maldito patio sigue habitando en ti, en cada momento de tu vida…

Como dice Carlos Ruiz Zafón, en La sombra del viento:

«Una de las trampas de la infancia es que no hace falta comprender algo para sentirlo. Para cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas…»

Venga, un abrazo de corazón para ti.

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picapiedra 31/05/2009 - 21:07

Aunque yo no tuve la mala suerte de pasar por colegios dirigidos por religiosos sí observo en mi círculo de amistades una especial animadversión hacia ese tipo de centros a quien sí lo hizo. No es normal que personas de tan variada condición coincidan en relatar experiencias cuyo denominador común es el mismo: el miedo.
En la escuela pública dónde yo cursé E.G.B. también tuvimos nuestra ración de cabrones y cabronas, pero estaban en minoría y, no sé bien cuándo ni porqué, pero un día desaparecieron y fueron sustituidos por una generación nueva con ideas diferentes.
Ah! tengo cuarenta y tres tacos y aquí ese dato es importante.

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Iñaki Murua 04/06/2009 - 19:27

Colegios de curas no hay tantos; quizá de frailes o religiosos.
Yo, que soy de tu quinta Julen, guardo un grato recuerdo de mi paso por el Colegio R.M. Azkue, el Seminario de Derio vaya, cuando no era un centro específico de formación de jóvenes sacerdotes. Es más, con mi perspectiva actual, creo que en bastantes puntos el modelo pedagógico era avanzado sobre su tiempo, lo mismo que el planteamiento ideológico.

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M@k, el Buscaimposibles 07/06/2009 - 18:36

Como católico practicante, si tuviera hijos no los llevaría a colegios religiosos (hum,…, ni siquiera para que los educasen en castellano, como sería mi deseo). Me parece que a lo largo y ancho del mundo esa parcela del poder terrenal de la Iglesia ha hecho más mal que bien (iba a poner «nos», pero no tengo derecho: creo que este post está relacionado de alguna forma con graves noticias irlandesas).

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