Empresas que dan miedo

by Julen


«Sectores intensivos en conocimiento” es una forma de denominar a los entornos de ciencia, tecnología e innovación, esos que parecen ser hoy en día la tabla de salvación de la empresa occidental. Universidad, ingenierías, centros tecnológicos, áreas de I+D+i, laboratorios. Ahí está la esencia de las organizaciones que dicen que en el conocimiento está su «core business».

El problema de la fábrica pringada de taladrina, con fenwicks deslizantes y ruido de prensas es que alguien les está diciendo que ahí no, que ahí el conocimiento no es tan relevante como al otro lado del río, allá donde las batas blancas mueven sus culos. Pero, claro, cuando pisas los pasillos de los santuarios del conocimiento encuentras la misma miseria humana, del mismo tamaño y proporción. Eso sí, entran en juego las dietas, los objetivos, la cualificación que a ti te dan y a mí me niegan, los proyectos que tú llevas a cabo y yo no. Las miserias de los portadores del conocimiento humano rebosan el vaso, da igual que las uñas no se ensucien de mierda.

Para entender que no hay tal diferencia, creo que la clave está fuera de las propias organizaciones. Veamos «personas», no simplemente «personas trabajando». Comparemos la forma en que las personas gestionan sus vidas y evaluemos su grado de éxito o fracaso. Evaluemos la forma en que las personas toman decisiones allá fuera del encarcelamiento laboral. ¿De verdad hay diferencia significativa? ¿Los sectores intensivos en conocimiento generan personas que gestionan mejor sus vidas? Porque la realidad, la auténtica realidad, es que esos sectores supuestamente le dicen a su gente que el conocimiento es importante y que otros sectores al parecer más necios todavía le dicen a su gente que el problema está en China y que no hay nada que hacer.

Sinceramente pienso que buena parte de las personas que habitan las empresas han renunciado a tomar decisiones de gestión porque la experiencia les ha dicho que «mejor no te metes en jaleos donde nadie te ha llamado». Gestores, jefes, responsables, coordinadores: la versión moderna de los capataces. Trabaja, que te vigilo. O una versión más dulce: trabaja, decide por ti mismo, pero aquí estoy yo para las grandes decisiones. Participa en mi negocio, dame ideas, aporta sugerencias, que la ejecución va por otro lado.

Me parece lógico que en la mayor parte de las ocasiones las personas decidan que no quieren ceder su conocimiento a la empresa que las contrata. ¿No me has pedido horas? Es lo que decía el contrato. Horas que te doy. Es lo que dice el contrato. Tú lo has querido. Las condiciones estructurales permanecen inmutables. Sólidas como una roca. Afloran cuando quieres mover algo de cierta sustancia. Ahí están. Las tapaba la marea alta, pero al bajar el nivel del mar sale la mierda del fondo. En realidad siempre estuvo ahí. Son empresas duras como rocas, quizá húmedas por fuera pero secas por dentro.

Naomi Klein nos previene contra la doctrina del shock. Hay que levantar todas las alertas. Las grandes empresas han optado por la eficiencia. Tras no sé sabe muy bien qué negro augurio, la ciencia del management ha endiosado la eficiencia. Ni importan los indicadores alternativos.

Unas pocas mentes pensantes planifican. Cada cual con lo suyo. Tú con tu planificación estratégica. Yo con mi máquina, mi TPM que me has autoimpuesto (qué hábil eres), mi verificación de piezas a mayor gloria de la ISO y así seguimos. Tú ahí, yo aquí. Tú gestionas (y me dices, de paso, que me autogestione), mientras que yo a lo mío. Mides mi eficiencia colocando la referencia del tiempo que tardo en hacer las cosas. Así que no me queda sino engañarte y hacerlo en el tiempo que me has dicho. Si me preguntaras, quizá el tiempo fuera otro. Pero tú gestionas, a mí no me jodas.

Insisto: lo veo por doquier. Cada vez más claro. Estamos instalados en una burbuja de condiciones falsas y de mentiras donde seguimos considerando a las personas recursos. Punto. Los datos son los datos. A las fábricas les sigue sobrando gente (112.000 entradas de Google para «despidos automoción»). Es así de simple. No hay personas que puedan pensar en alternativas a los despidos. No hay trabajo, no necesitamos gente. O peor, hay más coches en el mercado, pero los podemos hacer con menos gente. No. El sistema me dice que: tanto trabajo entre tantas horas me sale a 234,8 personas. La persona del 0,8 no importa que sea coja o que le falte un ojo. Sólo me hace falta en un 80%. Vivan los números de la eficiencia.

El discurso de la mayor parte de las empresas sigue resultando absolutamente hiriente. Es una afrenta contra el sentido común. Hay sectores que dicen que el conocimiento es su fuente de competitividad, pero esas empresas, al mismo tiempo, quieren apropiarse del que poseen sus personas. Contratos de confidencialidad, esto sí y esto otro no, aquí te callas, aquí me firmas que de tu boca no saldrá información sensible. ¿Cómo vamos a ver blogs en las empresas? Da la risa floja. Pasa el tiempo y aparece la necesidad de «estar en la web 2.0«. Eso es: «estar». Nada de moverse por ella, es sólo pura fachada. Menos mal que el sentido común de las personas descubre fácil al impostor.

Y no, no he tenido ningún disgusto concreto. Es simple acumulación. Con todo, soy optimista. Siempre hay otras cosas que hacer. Tantas y tan interesantes que no pasa nada por dejar a un lado algunas. Sí, algunas que parecen, cada vez, más imposibles de llevar a cabo.

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8 comentarios

M@k, el Buscaimposibles 11/06/2008 - 16:26

¡Por favor, Julen! ¿Cómo te atreves a decir que una científica, ingeniera, etc. no sabe gestionar mejor su vida que un peón de ladrillos o de fundición?

Si es que tienes unas cosas…

Pues claro que son necesarios esos contratos de confidencialidad. ¿O quieres que una científica o ingeniera cobre lo mismo que un peón? ¿Qué te hace pensar que va a querer darle sus conocimientos a nadie? Si es que no te das cuenta de que así se acabaría con ese gran sector de la economía del conocimiento que es el espionaje industrial…

Radical, que eres un radical. (¿Optimista? Jo).

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ALyCie 11/06/2008 - 16:53

Se quejan de la falta de compromiso, de la motivación del trabajador. Mentira, además somos tan torpes que les ofrecemos nuestro compromiso y lo desprecian. Estamos echando margaritas a los cerdos, para que luego nos pateen con 65 horas a la semana ¡Bien!

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Lula Towanda 11/06/2008 - 17:36

Me ha gustado mucho tu post.
Mira la frase que he leído esta mañana en Microsiervos

La productividad es para las máquinas. Si la puedes medir, es algo que deberían hacer los robots.

– Kevin Kelly

Hoy he aparcado la eficiencia, he leído el bloglines que tenía a reventar y me he sentido tan bien que me han cundido mucho más los marrones que llevo entre manos.

Todo lo que se mide lleva su trampa. Todos sabemos como son las reglas del juego.

Menos mal que en la computación cuántica no se puede medir porque la propia medida pervierte el resultado.
¡Demos un salto cuántico!

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Telémaco 11/06/2008 - 18:19

Totalmente de acuerdo. En mi opinión nuevamente has metido el dedo en la llaga.

Crear guetos con el talento y etiquetarlos como «sector intensivos en conocimiento» es como comprar un buen restaurante y convertirlo en un McDonalds y contratar a los mejores camareros y ponerlos a vigilar que a la salida de la freidora la cola de patatas fritas nunca supere la marca de «NO MAS DE TRES».

Mientras las empresas sigan considerando a las personas «gastos» en lugar de «inversiones» el terror seguirá reinando.

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Enrique Sacanell 11/06/2008 - 20:20

En coherencia con el desarrollo de tu post (muy bueno Julen, muy bueno) añadiría que hay personas que dan miedo. Dejarlo en las empresas es dar vida a algo impersonal. La empresa no existe, existen personas que las crean, las mantienen, las dirigen, trabajan en ella,… Y ahí es dónde el miedo es el rey. Miedo a confiar. Miedo a que me vean como soy, Miedo a pelear por los valores en que uno cree. Miedo, miedo, …

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Uxío Malvido 11/06/2008 - 23:28

Leo un estado de ánimo más que otra cosa. Estado de ánimo que muchos podemos compartir con cierta frecuencia. Pero lo cierto es que no todo da miedo, ni en lo organizativo ni en lo personal. No podemos renunciar a cambiar el entorno empresarial porque sería casi tanto como renunciar a cambiar la sociedad. Y eso no nos lo merecemos.

Yo hoy estoy contento. Todo apunta a que en mi empresa contrataremos en breve a la primera mujer en Arabia Saudí 🙂

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Julen 12/06/2008 - 04:29

M@k, ¿el espionaje industrial? Eso debe dar para nuevos argumentos de futuras películas de James Bond actualizadas a lo 2.0, ¿no?
alycie, siguen queriendo horas, es evidente. El mensaje a la sociedad es ese: esto se arregla con horas. Triste panorama, ¿verdad?
Lula, a ver si llegan los gerentes cuánticos y se centrifugan las mentes porque por aquí, de momento, seguimos en el neolítico cuando hablamos de personas.
Telémaco, en nuestras empresas sigo viendo aquello de «dime de qué presumes y te diré de qué careces». La gente no se moja. Todo va de boquilla. Y así nos va. Un día de estos me tiro al monte.
Enrique, es que las personas que tienen poder son de las que hay que prevenirse. Las que tienen poder son extrañamente recelosas de generar espacios donde la gente pueda decidir.
uxio malvido, me alegro por lo de esa mujer. Espero que sea un paso adelante, pero las empresas, cuanto más grandes, más inmunizadas contra el dolor que provocan. Quizá a veces ni saben que provocan dolor.

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Jordi Roma 12/06/2008 - 06:50

Un buen baño de realidad, hace tiempo que uno tiene la impresión que el único cambio está en el nombre, de capataz a gestor o lo que sea, las formas son las mismas en la mayoria de empresas. De hecho las personas han pasado de ir al tajo a ir al curro, que se vea poco cambio. Pero el marketing emprearial se adapta a los nuevos conceptos sin modificar casi nada. Lo parte beuna, los que si creemos en una nueva forma de hacer las cosas tenemos trabajo para rato, cuanto antes nos pongamos mejor.

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