Sueños de funcionario

by Julen


Va a resultar que tengo domingo raro. Ahora le toca el turno a un funcionario. Da igual que sea cliente. Las cosas a veces vienen así, casi sin buscarlas. Es un copia y pega porque el original está en su sitio (caso de que su sitio sea un blog). Borja está en ello.

¡4 de Mayo del 2011! ¡Todavía con la resaca del puente del 1 de mayo! La verdad es que siempre he tenido predilección por este puente festivo-reivindicativo.
En esta ocasión he estado pasando unos días descansando en el balneario de Caldes de Boí y haciendo monte. Un lugar lleno de belleza y de paz. Relajante y emocionante a la vez. Han sido tres días que me han sabido como tres meses. ¡Cosas del tiempo vivido intensamente!
No sé por qué tipo de conexión, pero el pasado sábado después de un baño termal y mientras me tomaba un cubata contemplando las estrellas estuve rememorando estos tres últimos años tan cargados de cambios en lo personal y lo profesional.
Años de desafíos, de miedos, de incertidumbre, de colaboración, de desengaños, de logros, de sentirnos constructores de nuestro propio mundo, de apertura a lo desconocido, de soñar, de reír, de llorar… en definitiva de VIVIR.
Todo se desencadenó hace más o menos tres años, aunque la inquietud venía aún de más lejos.
En aquella época se hacían proclamas para convertir Euskal Herria en el referente europeo de la innovación. Todas las instituciones arengaban a las empresas para afrontar el reto de la innovación so pena de perecer ahogadas por las economías de los países emergentes. So pena de que el efecto de la globalización destruyese los niveles de bienestar conseguidos de la mano de tantos años de bonanza económica.
Los discursos oficiales eran bastante coincidentes pero un grupo de personas notábamos que algo faltaba. Sin desdeñar esfuerzos bien intencionados las más de las veces las propuestas de cambio más bien parecían más de lo mismo. ¡Cambios para no cambiar nada (esencial)!.
Así que, impelidos por una energía interior que nos empujaba, no sabíamos a dónde, empezamos a apartarnos del discurso oficial y a explorar otros caminos que condujesen (de verdad) a nuevos territorios donde las palabras cobrasen su significado real. Donde los proyectos de cambio llegasen al corazón de las organizaciones. Donde las personas ocupásemos el papel protagonista que nos corresponde y que se nos había usurpado por tanto discurso que lo único que pretendía era defender el status quo.
Ser de Bilbao, es lo que tiene, que te permite enfrentarte a cualquier situación con la sensación de que la batalla se puede ganar, si empujamos lo suficiente.
Pero no ser del centro de Bilbao también marca. Este reto no podíamos afrontarlo solos. Teníamos que buscar aliados, cómplices, gente igual de entusiasta, con ganas de cambiar la historia para que la HISTORIA se escribiera con mayúsculas.
Tras una cena en un txoko y tras trasegar varias botellas de buen vino y mejor patxaran, nos conjuramos unos cuantos iluminados para construir algo que mereciera la pena, algo que nos llenase de VIDA a nosotros y a las organizaciones en las que iban a trabajar nuestros hijos, nuestros amigos y nuestros desconocidos.
Así que lo primero que hicimos fue acumular fuerzas. Reclutar voluntarios para esta causa pérdida que nos empeñamos en ganar.
Acudimos a las agendas de contactos, a buscar complicidades entre las personas que formaban parte de diversos foros nacidos para compartir y para transformar. Buscamos gente afín mediante convocatorias abiertas a través de diversos blogs. Identificamos experiencias en las que las personas (realmente) eran lo primero y sus deseos eran la energía que movía el mundo.
No podíamos hacerlo de forma institucional. Tenía que ser algo abierto, plural, sin propietario. Tenía que ser algo que enganchase con la pasión, con el deseo.
Y así nos tiramos casi un año. Sembrando adhesiones. Acumulando fuerzas. Generando complicidades. Creando comunidad. No había un plan previsto. Solo emoción por compartir.
Y de repente más de 500 personas estábamos empeñados en alcanzar el Everest por una vía no comercial. Queríamos que la escalada fuese un acto colectivo de escalar convirtiéndonos nosotros mismos en montaña. Disfrutando de cada paso, de cada dificultad, de cada metro que la montaña nos permitía ganar. Nadie pensaba en la cumbre. Solo en disfrutar de cada paso sabiendo que en cada paso se encuentra la cumbre cuando se mira con los ojos del corazón.
Pero éramos un colectivo contagioso, peligroso. Por lo que muchas voces nos tachaban de visionarios, de locos, de revolucionarios de pacotilla. Hubo momentos amargos en los que unas 150 personas se dieron de baja de semejante proyecto por utópico y por infantil decían.
Fueron momentos de duda, de crisis, de incertidumbre. Pero de repente algo sucedió aunque nadie puede decir a ciencia cierta qué fue. El caso es que en los momentos de dificultad suelen aparecer fuerzas que ni sabemos que tenemos. Fuerzas que nos muestran que aunque hayamos tenido que descender veinte veces al campamento base si seguimos sintiendo nuestro sueño la montaña, aunque se llame Everest, siempre nos espera risueña con los brazos abiertos.
Y así empezaron a surgir proyectos que en la práctica llevaban el germen de lo genuino. Empezaron a producirse colaboraciones imposibles, empezaron a derribarse muros, algunos empujando con fuerza otros aprovechando el vendaval del cambio que estaba emergiendo. ¿Fue un milagro, casualidad, lucha, suerte, oportunidad…? ¿una mezcla de todo ello? No sabría explicarlo, simplemente, fue.
Esas experiencias tenían un efecto de contagio. Algunos de los (seudo)argumentos que se empleaban para denostar estas prácticas se mostraban débiles cortapisas para frenar los vientos de cambio.
Hubo también decepciones. Lobos con piel de cordero. Pero, sobre todo, las personas que entraban en contacto con estas nuevas realidades empezaron a sentir que aquella guerra iba también con ellos y así las adhesiones siguieron multiplicándose.
Seguimos sin haber alcanzado la cima del Everest. No sé si alguna vez la alcanzaremos, pero ¿realmente importa?
Queda mucho camino por recorrer o tal vez poco. ¡Qué más da! La cuestión es que este proyecto aglutina a personas diferentes unidas por su deseo por construir un mundo en el que las personas seamos (de verdad) la medida de las cosas.
Es momento de seguir luchando por nuestros sueños, de compartir generosamente, de disfrutar de cada logro y de descansar cuando las fuerzas flaquean.
Menos mal que siempre tenemos a mano a nuestra gente querida, a nuestros amigos, a nuestros enemigos y, por supuesto, a nuestro incombustible Athletic ahora con campo nuevo y gabarra recién pintada.
Amen!
PD: Quiero dedicarle esta historia a todas las personas que luchan por alcanzar sus sueños y especialmente a Luis, Txaro y Andoni, gente de bien.

Pues sí, es cliente. Va a ser otro funcionario orgulloso de serlo. Él se lo ha buscado 😉

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1 comentario

Borja Lastra 06/05/2008 - 07:17

Hola Julen:

Lo que tienen las etiquetas es que en cuanto las nombras toda una serie de prejuicios vienen a la mente de cada uno y nos nubla la vista.

De igual forma que cuando decimos que las empresas son personas, podemos decir también la Administración somos PERSONAS.

Yo no me considero un funcionario, ni un economista… más bien un aprendiz, un explorador, una persona con ganas de disfrutar con lo que hace, más allá de las circunstancias concretas que en cada momento me toquen.

Y claro las personas SOÑAMOS. Lo que ocurre es que cuando despiertas de un sueño placentero con las sensaciones todavía pegadas a la piel, te preguntas de manera inocente Y POR QUÉ NO? Porque no convertir ese sueño en una visión transformadora de la realidad.

Y en ello andamos. Eso sí, ¡aviso a navegantes! necesitamos colaboración o sea que vete dandote por aludido, tú y todos aquellos con ganas de esta aventura.

Un soñador realista

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