Verano de multitudes

Nunca he sido amigo de multitudes, sean inteligentes o estúpidas. Por eso la metáfora de la larga cola me agrada tanto. Allá al fondo cabemos bichos raros, sean cuales sean nuestros intereses y aficiones. Claro que Internet proporciona un nuevo sentido al bicho raro porque ahora puede encontrar a sus semejantes de forma mucho más fácil.

Lugares sin apenas personas en pleno mes de agosto cuando playas y montes son asaltados por quienes creemos que nos merecemos un cierto descanso. Tiene su gozo llegar a descubrir que hay alternativas y que puedes disfrutar en compañía de la soledad de lugares donde las personas no se agolpan unas junto a otras. Ahora que parecen estar en plena efervescencia los Facebook, Linkedin, Neurona y compañía, esos otros soportes para que las personas conectemos, me parece justo reconocer que hay otro tipo de conexiones que podemos establecer sin necesidad de artilugios tecnológicos. Sólo tienes que encontrar el lugar que dispare la conexión contigo misma.

Evidente que necesitamos personas para establecer redes. Las máquinas también configuran redes. Pero si no hay gente, si no hay máquinas, los paisajes adquieren su belleza particular. Miras y no ves sino caminos por los que transitar con calma, sin prisas. Eso que en esta acelerada vida en que nos hemos sumergido se echa tan de menos. Así que puede que ahora que comienza el nuevo curso, haya que volver a elogiar la lentitud y recuperar el movimiento lento. Cuanto más despacio, más deprisa.

Suerte.

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