Fnac Bilbao, la cultura arrasa

No, no la busquéis entre las tiendas Fnac porque en su web ni siquiera aparece. Digo la tienda de Bilbao. Curiosa forma de estar presente en lo 2.0. Fnac dice cultura y yo digo consumo. Primero consumo, luego consumo, después consumo y al final, cultura, muy al final. Cultura es lo que antecede al consumo en el modelo proyectado a la sociedad. Pero consumo es lo que realmente importa. Aunque, ¿alguien podía pensar lo contrario?

Lo que vi ayer en Bilbao es la apisonadora del consumo más ramplón. El supermercado de la cacharrería que hipnotiza (versión optimista) o que subnormaliza (visión pesimista, pero más cerca de la realidad). Hordas babeantes en busca de los aparatos que les conduzcan a la felicidad. Y, Julen, no te engañes, que tú también eres maricacharritos. Ya, bien, pero cuando uno entra en uno de estos templos de la cultura del siglo XXI sale con sarpullido cultural. Joder con el modelo funky business; no sé si bajarme y volver a buscar casa en Isora, allá en El Hierro.

Y mira que hay Fnacs repartidas por Francia y que me han gustado. Pero aquí huelo demasiado a podrido. Txetxu ya habló de la Fnac de Bilbao hace unos días. Él tiene mucho más criterio, sobre todo en lo que respecta a la parte de libros. Claro que esa parte es la más fácil de criticar. Porque… me resultó evidente que, al menos en volúmenes, la oferta, comparada con la Casa del Libro que está enfrente, era bastante limitada. En el apartado Empresa, al menos, muy limitada.

Así que ¿dónde está el negocio? En desbocar, en lo que se pueda, el consumo y vestirlo de que antes está la cultura. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Y para más regocijo, topé con mi particular bestia negra. Me explico. Cuando entré ayer, vi un puesto en el que había móviles de Vodafone, Euskaltel, Movistar y Orange. Y pensé… ¡qué buena idea! Explicar de qué va cada uno para luego decidir. Voy a preguntar por la conectividad inalámbrica para mi portátil ultramoderno -sin lector de tarjetas PCMCIA- y así quizá pueda, por fin, tomar una decisión.

Me acerco, revoloteo. Ni puto caso. Revoloteo y me dirijo a una persona con chaleco FNAC y jersey rojo por debajo. Ni caigo en la cuenta. Es Vodafone disfrazado de cultura FNAC. Yo, idiota, no caí hasta un par de respuestas raras, despectivas hacia la competencia. Claro, que el jersey rojo por debajo del disfraz de cultura es Vodafone. Oro parece, plata no es. Qué mierda, si es rojo, ¿cómo va a ser oro? Luego, ya puestos, comenzó la estúpida conversación. Le explico mi caso, mientras ella sigue haciendo no sé qué con un teclado. Se ve que la multitarea ya ha llegado.

En fin, me cuenta lo de la maravilla del modem USB a 49 euros/mes + IVA y letra pequeña. Le digo que sólo es para algunos días en que excepcionalmente voy a necesitar enchufarme a Internet cuando me muevo por esos mundos de Arzallus. Ya, pues que ya sacarán bonos prepago, pero que ella no tiene. Me dice que la opción del móvil 3G para conectar a Internet me dará una velocidad bastante peor que la tarjeta inalámbrica 3G (leo y releo que en los expositores 384 Kbps, lo mismo que en la tarjeta, pero… si lo dice ella… pues será verdad). En fin, no os aburro, a la mierda.

Luego descubro otras personas disfrazadas de cultura Fnac y con jerseys de otros colores. No hay manera de que alguien te atienda como persona. Eres un potencial imbécil a quien quizá puedan engañar. No lo dudes. Eres alguien a quien cualquier compañía ladrón va a intentar hacer sentirse como discapacitado tecnológico. Bueno, bueno, lo dejo que me enciendo como gusiluz. De todas formas, otra vez Las telecomunicaciones, primer motivo de las quejas ciudadanas (insisto, que no lo digo yo, que lo dicen los datos de consumo).

Volviendo al modelo Fnac, creo que, en serio, necesitamos una reflexión fundamental. La homogeneización cultural es peligrosa. Pero es que además está encubriendo un modelo de venta subnormalizante. Ya sé que será bueno para dinamizar. Ya sé que algo bueno tendrá. Pero en la planta baja la cacharrería y más arriba, los libros. Lo primero es lo primero. Y cuando me lo disfrazas de tanta cultura, quizá mejor te la comes con patatas y me dejas en paz.

Estoy muy enfermo de cascarrabitis, ¿verdad? Espero que el tiempo me quite la razón. Pero ya sabéis, «no hay segunda ocasión para causar la primera impresión». Allí quedará.