Tormentas en el horizonte, eso se veía mirando desde Somport hacia el sur. El día amanecía gris en Urdos, al otro lado de la frontera. Buen tiempo, excelente diría uno, para pedalear 15 kilómetros, cuesta arriba hasta llegar a los 1.640 metros de altitud. Y, de repente, en plena subida, ahí está. Es la tendinitis en la rodilla izquierda. No tan salvaje como el año pasado, pero los síntomas son muy parecidos. Así que ha reaparecido, casi de repente, porque ayer estaba perfectamente (o eso creo recordar).

La subida desde Urdos a Somport, para salvar el desnviel de 900 metros, es muy llevadera, sin grandes desniveles. Como decía, tienes 15 kilómetros para ir ascendiendo poco a poco, con buena sombra si hiciera falta, al menos en los ocho últimos kilómetros. Arriba la escena tiene su punto surrealista. Porque casi no hay nadie. El tráfico discurre mayoritariamente por el túnel de ocho kilómetros de largo, nada más ni nada menos. Eso es un túnel: si hay que profanar las interioridades de un monte, vamos a hacerlo bien.

Así que por allá arriba solo queda un albergue y unas obsoletas instalaciones aduaneras. Y un tipo, sentado en una silla cutre de plástico blanco. Un tipo que pregunta al que por allí pasa de dónde viene y a dónde va. Lo he visto con estos ojitos de niño bueno. Preguntaba a todo el que pasaba. Luego anotaba cosas en su PDA. Un tipo con un aire absolutamente peculiar, como salido de otro mundo. Todo esto allá en Somport, solitario un 27 de julio de 2006. Quizá sea diferente en temporada de esquí, pero ahora era tal como lo cuento. Un lugar extraño y vacío. Además, las cercanas instalaciones militares casi desvencijadas ayudaban a crear ambiente. Otro ambiente.

La bajada hacia Canfranc me fija la idea de llegar a Jaca y terminar con esta etapa de mal fario. Intentaremos recuperar la rodilla. Superar un puerto y entrar en otro mundo. Tras una agradable subida, a excepción del dolor de rodilla. Desde Somport hacia abajo se veían los nubarrones; ahí estaban las tormentas. La sensación ha sido extraña, desde allá arriba. El viento sur fortísimo en la bajada. Los camiones descendiendo a toda velocidad. Un arcén realmente asqueroso, como tantos otros al sur de los Pirineos. Un dolor intermitente en la rodilla. Malas sensaciones. Había que llegar a Jaca y parar.

Al menos los últimos cinco kilómetros los he digerido por el camino y no por la carretera. Eso sí, ningún peregrino. En Jaca ya se aprecia que el volumen del sonido ambiental ha subido un par de puntos respecto a lo que es habitual en el país vecino. La vida es más barata. Algunas otras diferencias: puedes pedir un cortado, los niños gritan en la calle, las aceras están más sucias, la gente está fuera de sus casas.

Y ya iba siendo hora (mucho habíamos tardado) en tropezar con alguien conocido. El honor le ha correspondido a Susana, compañera de trabajo en la Facultad de Empresariales de Mondragon Unibertsitatea. Y es que aquí se escucha mucho euskera en la calle, ya me había dado cuenta. Es otro mundo.

Ah, y un hotel en el que puedes disponer de un ordenador (un poco incómodo el lugar, eso sí) para enchufarte a Internet: Hotel A Boyra. Y un sitio para comer: La Pizqueta.

En una farmacia consigo una poción mágica y compro una rodillera a ver si ayuda. En el hotel consigo hielos. Veremos qué pasa y si podemos continuar hasta llegar a Bilbao, tal como era el plan original.

Distancia de la etapa: 49 km

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1 comentario

oska 27/07/2006 - 22:29

Pues nada, ánimo que te queda menos. Y la semana que viene, ya veremos ….

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