Tras dos días con el tiempo milimetrado, tengo un rato para comentar desde aquí en Madrid (feria del libro obliga) mi clase en el MBA Mención Cooperativismo del jueves pasado. Se trataba de una sesión de mis habituales en torno al conocimiento y la participación en la empresa, especialmente la cooperativa. Enfrente -cada vez debo decir más «al lado»- tenía un grupo de alumn@s de América Latina (Colombia, Perú y México). Y… fue diferente, una vez más.
En primer lugar porque sus respuestas a un ejercicio me dejaron un poco asombrado. Suelo utilizar un ejercicio en el que las personas tienen que decidir hasta qué punto contribuyen con su conocimiento a un repositorio común. Pues bien, nunca antes había encontrado un grupo de alumn@s con un nivel de contribución tan alto. Sus decisiones personales fueron las de aportar su conocimiento casi al 100%. Y esto no ocurre todos los días. Más adelante espero hacer un análisis estadístico de este asunto porque creo que refleja actitudes subyacentes en torno a la cooperación.
En segundo lugar, experimenté otra vez la agradable sensación de en vez de estar frente a l@s alumn@s, ponerme a su lado. Probadlo. Sentaos con ellos y no en una supuesta «mesa del profesor». Sentíos contribuidores de la wikipedia, desde un mismo plano. Es estupendo sentir cómo podemos generar conocimiento sin necesidad de esperar a que alguien que supuestamente «sabe» nos cuente cosas.
Y, por último, creí observar que había en clase actitudes muy interesantes en cuanto a la necesidad de compartir lo que sabemos como forma de desarrollarnos personalmente y como colectivo. Y, no sé, tuve una sensación algo extraña. Me parecía que esta gente tenía más hambre de aprender. Y esa necesidad es siempre el mejor predictor de éxito. En lo que podamos deberíamos aprender de esa actitud. Gracias (de izquierda a derecha en la foto) a Alfredo, José Mari, Astrid, Regina, Farida, Mariela y Ronny.
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Durante los siete años de residencia en México, fuí testigo de esa necesidad de compartir y aprender. Siempre estaban dispuestos a escuchar e interesarse por los temas que el interlocutor conocía. Tal vez sea debido a que son menos individualistas que nosotros. En su cultura tódavía está arraigado el sentimiento de gran familia (padres, hermanos, tios, etc.), por lo que valoran más el poder de la cooperación.
Así, cuando inicias una de tus sesiones, ya tienes parte del trabajo realizado porque no tienes la necesidad de «venderles» los beneficios de la participación, porque los tienen asumidos culturalmente.