Las dosis justas de orden y desorden

by Julen

Estudié Psicología. Fueron cinco años en la Universidad de Deusto allá por el pleistoceno. Tengo el recuerdo de haber ido de más a menos, quizá en la medida en que se iba apoderando de mí cierta perplejidad ante lo que estudiábamos. Bueno, no sé si «perplejidad» sería la palabra. Trato de buscar otra, pero me cuesta dar con la que mejor describiera aquel sentimiento. Mi expediente académico arranca en primer curso de forma espectacular. Luego, aunque sin problemas de suspensos, se suaviza. Me intento explicar para hacerme entender: al final de todo aquello quedaron unos determinados posos. No demasiados. Este post tiene que ver con uno de aquellos posos, resultado de cinco años de carrera hasta llegar a la licenciatura.

Somos diferentes. Sí, este fue uno de los pocos, pero fundamentales posos, que me proporcionó aquel viaje. Como personas, aunque compartimos rasgos y conductas, llegamos a diferenciarnos una a una. Tú y yo somos diferentes, al igual que lo somos del resto de personas con las que nos comparemos. La ciencia es la ciencia y la estadística quiere dictar verdades. Pero en la inmensa mayoría de ocasiones todo se complica porque pasa por nuestra percepción: lo que para ti funciona, para mí no tanto. Así que necesito rangos y abanicos de opciones. Tú y yo podemos llegar a la misma estación de destino por caminos diferentes: el tuyo te sirve a ti. El mío, a mí. En teoría de sistemas es lo se denomina el principio de equifinalidad.

Explico lo anterior para referirme a un ámbito concreto de mi trabajo: las 5S digitales. Marie Kondo ha escrito La magia del orden mientras que Tim Harford ha publicado El poder del desorden. Ambos buscan un santo grial que entrecruza, con matices según cada caso, eficacia, eficiencia y efectividad (la diferencia semántica entre ambos conceptos te la explica muy bien José Miguel Bolívar). Ambos quieren explicarnos por qué y cómo el orden y el desorden son positivos. Así pues, cada cual tiene que ponerse a encontrar las dosis adecuadas según sus circunstancias.

Si me voy al libro de Hardford, entiendo su argumentación general. Eso sí, una pena que presente una versión caricaturesca de la metodología de las 5S. Si algo se propone desde ese lado del ring es un trabajo de abajo hacia arriba, con participación directa de las personas implicadas, que son las que más saben de sus entornos de trabajo. Nada más alejado de algún que otro ejemplo que expone el autor. Pero, da igual, el defensor del desorden también aporta experimentos científicos para argumentar. Algo de cierto hay en todo eso.

Marie Kondo juega en otra liga. Desde la distancia geográfica y cultural, Japón bien pudiera representar la interiorización del orden y la limpieza. Enseguida me viene a la cabeza el comportamiento de su selección de fútbol en el último campeonato mundial: el vestuario como una patena al terminar el partido. Kondo está vinculada al orden por ética y estética. Su paradigma es el que es: los objetos adquieren cierta trascendencia y el camino hacia la eficiencia y la productividad es el que debe ser.

Tienes que elegir: cuánto de Hardford y cuánto de Kondo. Relájate porque no hay dosis exacta de aplicación universal. Tienes que decidir según el contexto, según quién eres y según las personas que te rodean. Lo realmente importante es que lo tengas en cuenta. En realidad es un esfuerzo: una inversión para que todo fluya mejor después. Tú decides hasta dónde merece la pena dosificar en cada ocasión. Eso sí, la práctica de dosificar hará que cada vez sea más sencillo. Pero me temo que, de antemano, no tienes la solución universal. Para mí es un juego divertido. Sin embargo, hay quien no comparte opinión. Lógico porque somos diferentes. Cinco años de carrera para semejante obviedad 😉

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2 comentarios

Alizia Miguel Herce 05/07/2019 - 09:33

Interesante reflexión. En mi opinión, creo que el orden ayuda más que el desorden, me inclino más a los preceptos de Marie Kondo. En casa me dicen entre risas «Ama, Mari Kondo del Goierri». Y así es, ordenar simplifica nuestra vida y nos hace ver todo más claro y sencillo.

Aunque, el mejor antídoto es relajarse en pequeñas dosis, concederse y conceder licencias en cuanto al orden y romper las normas, que para eso están. En fin, ante todo buen humor y paciencia.

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Julen 06/07/2019 - 06:42

Qué bien verte por aquí, Alizia 🙂
Yo creo que, al final, cada cual tiene que buscar su lugar. Eso sí, no es solo cuestión de mirar solo para cada cual sino de tomar conciencia de que, en muchas ocasiones, nuestra conducta afecta a otras personas y ahí las consecuencias pueden ser mejores o peores en función de nuestro comportamiento.
En cualquier caso, lo que importa es encontrar el punto en que nos sintamos bien y con unos resultados suficientemente dignos 😉

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