Comunidad, revisamos el concepto de la mano de Zygmunt Bauman

by Julen

Una de esas palabras que nos acompaña en el devenir de la nueva economía (sea esto lo que sea) es la de comunidad. Más allá del mercado, la comunidad trata de captar un plus de vínculo entre las personas alrededor no ya de un producto o servicio, sino de una forma de ser y de estar. Eso sí, de ser y de estar siempre que pase por cierto tipo de conexión con el producto o servicio en cuestión. Además, la idea de comunidad se extiende con nuevos calificativos: puede ser comunidad de práctica, puede ser una comunidad online, puede serlo de usuarios o hasta de vecinos. El caso es que «comunidad» forma parte del estándar de comportamiento actual. Queremos vivir en comunidades.

El difunto Zygmunt Bauman publicó en 2001 un libro cuyo título fue Community. Seeking Safety in an Insecure World. La primera edición en castellano salió dos años después con traducción de Jesús Alborés y publicada por Siglo XXI: Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil. En las primeras páginas del libro Bauman sitúa la escena en torno a la comunidad en unas coordenadas muy diferentes a las que tenemos por costumbre escuchar:

El entendimiento de corte comunitario, que se da por descontado, no precisa ser buscado, y no digamos laboriosamente construido, o ganado en una lucha: ese entendimiento «está ahí», ya hecho y listo para usar, de tal modo que nos entendemos mutuamente «sin palabras» y nunca necesitamos preguntar con aprensión: «¿Qué quieres decir?». El tipo de entendimiento sobre el que se basa la comunidad precede a todos los acuerdos y desacuerdos. Semejante entendimiento no es una línea de meta, sino el «punto de partida» de toda convivencia. Es un «sentimiento recíproco, vinculante», «la auténtica voluntad de quienes están unidos entre sí»; y gracias a un entendimiento tal, y solo a un entendimiento tal, la gente «se mantiene esencialmente unidad a pesar de todos los factores de separación» cuando está en comunidad.

Bauman toma la referencia de un libro publicado en 1979 por Ferdinand Tönnies, Comunidad y asociación. Lo  hace para poner sobre la mesa la radicalidad del concepto de comunidad, algo que implica una decisión respecto al binomio seguridad/libertad y que implicará importantes renuncias. La comunidad en la que Bauman se ubica no tiene nada que ver con la que deviene de una gestión activa de fronteras e identidades. Es, en cierta forma, una forma de estar que arrasa con cualquier tipo de pelea por serlo.

Como comunidad significa un entendimiento compartido de tipo «natural» y «tácito», no sobreviviría a partir del momento en el que el entendimiento se vuelva autoconsciente, y por tanto proclamado y pregonado […]. La comunidad solo puede ser inconsciente… o estar muerta. Una vez que empieza a proclamar su valor único, a ponerse lírica respecto a su belleza prístina y a pegar en las vallas cercanas prolijos manifiestos que llaman a sus miembros a apreciar sus maravillas y que conminan al resto a admirarla o a callarse, uno puede estar seguro de que la comunidad ha dejado de existir (o de que todavía no existe, que también puede ser). La comunidad «de la que se habla» (o, más exactamente: una comunidad que habla de sí misma) es una contradicción en los términos.

Queda muy lejos esta idea de la que manejamos habitualmente. La comunidad per se, sin más razón que su emergencia natural, no tiene mucho que hacer en un mundo asaltado por el griterío de los community managers. Claro que Bauman escribió su libro en el año 2001 y todavía los decibelios digitales eran soportables. Hoy nos hemos ido al otro extremo: las comunidades hay que trabajárselas a base de insistencia y medición constante.

La pelea continua. Como seres humanos seguimos en el intento. Bauman recurre esta vez a Eric Hobsbawn:

Hombres y mujeres buscan grupos a los que puedan pertenecer, de forma cierta y para siempre, en un mundo en que todo lo demás cambia y se desplaza, en el que nada más es seguro.

Nos suena a Richard Sennett, ¿verdad?

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