8- Alter do Chao – Castelo de Vide #AlentejoMTB

by Julen

Ocho jornadas, una en bici y siete en coche. No siempre salen las cosas como uno quiere. A ratos ve uno el cielo y a ratos el infierno. A lo mejor me ahogo en un vaso de agua. El martes próximo quiero pasar por el médico de cabecera para conseguir el volante y que me hagan rápido una radiografía o lo que haga falta para diagnosticar qué está pasando en esa rodilla izquierda. Es un mosqueo. Con una ligera presión noto un crujido interno como de cristales que se rompen. No queda otra: mindfulness y las risas del primer día desayunando en Castelo de Vide. Seguimos con el plan B. Disculpas por la monserga diaria de pequeñas miserias.

Sin esperarlo, el Viernes Santo nos proporcionó una devota procesión en Alter do Chão. Por mi parte, no sé muy bien por qué, esperaba un pueblo más pequeño sin apenas vida más allá de lo que podía ofrecer el único hotel y los tres restaurantes. No me digáis de dónde saqué la idea. Tampoco es que fuera para echar cohetes, pero se veía cierta animación en la plaza, junto a un castillo que, curiosamente, nunca tuvo uso militar, sino que se utilizó siempre como residencia privada.

A las seis de la tarde, hora de la procesión del santo entierro, el cielo se cerró y cayó una buena tormenta. Refugiados dentro de la iglesia junto a la gente que iba a procesionar y sus acompañantes, por megafonía informaban que había que esperar. Todo aquello se convertía en un auténtico deja vu de lo que vivimos el año pasado en la Cicloextremeña en Jerez de los Caballeros cuando una jauría humana esperaba con ansiedad para sacar los pasos mientras fuera la lluvia jugaba con los ánimos de cofrades y nazarenos. Aquí en Alter do Chão por fin el cura comienza un breve oficio religioso, da las oportunas instrucciones y se inicia la procesión en la que, además de dos sencillos pasos, portan una serie de cuadros. Más deja vu, esta vez tiene que ver con el día que pasamos por Olivenza y asistimos a su procesión de las banderas. Extremadura y Alentejo, dos caras de la misma moneda.

Antes de la procesión habíamos dado un buen paseo por el pueblo en busca de algún sitio donde comer algo informal. Nos indicaron una cafetería junto a una gasolinera, con servicio de lavado de coches y lavandería. Sí, estás pensando lo mismo que yo: un sitio curioso.

Hay que decir, por otra parte, que el pueblo se halla en plenos trabajos de preparación de la feria de San Marcos, que se celebrará del 24 al 27 de abril, consagrada al caballo. Más en concreto, nos explicaron que en la zona hay una raza específica, el caballo de Alter Real, de perfil convexo, el cuello y los cuartos traseros poderosos y de alto paso al caminar. Es lo que dice la Wikipedia, vaya. Durante la feria se subastan caballos, hay corridas de toros con rejoneadores y toda una amplia colección de actividades ecuestres. Da la impresión de que el evento es realmente importante, al menos por el volumen de las casetas que están instalando.

Salimos a cenar y de nuevo el polvo y el porco preto son protagonistas, junto a la enésima degustación de sericaia. A las diez, formales, estamos de vuelta en el hotel. Después de lavarnos los dientes, rezar nuestras oraciones y entonar la alegre canción de la familia Telerín nos vamos a la cama, que hay que descansar para que mañana podamos madrugar.

Amanece, sorpresa, sin niebla. Hay nubes pero el aspecto es bien diferente a los días anteriores. Desde el balcón de la habitación, que da a una piscina donde los pájaros revolotean bebiendo agua de vez en cuando, se ve la plaza del mercado abierta ya a las 7 de la mañana. Tras desayunar, Alberto cumple con las obligaciones familiares en forma de quesos y pastas.

Quedamos en Alpalhão, pueblo en el que finaliza el track que preparé siguiendo la Vía Nascente del Camino de Santiago. A partir de allí lo abandonamos y solo quedarán 17 kilómetros hasta Castelo de Vide, principio y fin de la ruta.

Ayer Alberto comentaba que ha sido, quizá, la ruta que más le ha gustado de todas las que hemos hecho juntos (y son unas cuantas). Mucho tienen que ver los pueblos elegidos como finales de etapa: Castelo de Vide, Elvas, Monsaraz, Moura, Beja, Évora, Estremoz y Alter do Chão. Cada cual contribuye a su manera. Si a eso le unes un paisaje primero de monte y luego de dehesa con sus variedades de animales, cultivos y arbolado, no hay duda de que la ruta resulta muy atractiva. Ah, y añádele precios asequibles, polvo, bacalhau y porco preto, además de algún que otro alojamiento con mucho encanto, para conseguir un viaje que se mantendrá tiempo en el recuerdo. Sólo las cancelas con candado suponen un contratiempo. Para que os hagáis una idea ¡incluso en el propio Camino de Santiago las había!

Aunque habíamos quedado en Alpalhão, me encuentro con Alberto en Crato, el pueblo anterior siguiendo la Vía Nascente. Vinculado a la Orden de Malta, está engalanado para la Semana Santa. Callejeo un poco y hago unas cuantas fotos.

Ya en Alpalhão decido ir a pie al encuentro de los txirrindularis, siguiendo el camino en dirección contraria a la que traen ellos. Me parece que tardan. Recibo una llamada: pinchazo de Alberto en su rueda delantera por lo que el ritmo ha bajado bastante. Además, se le ha enganchado un alambre en la piñonera. Juan, por su parte, ha tomado la alternativa de carretera. Qué caos de organización. Si es que los deja uno solos y se lían a la primera. Bueno, a la última, que hoy es la última etapa.

Antes, por cierto, me ha dado tiempo a pasar por el anta de San Gens. Otra muestra de que había gente por la zona hace unos cuantos años. Sin bicis, pero la había.

Desde Alpalhão queda un tramo de carretera para cerrar el recorrido y llegar de nuevo a Castelo de Vide. Son 17 kilómetros que pican hacia arriba. Con viento en contra, como debe ser para terminar la ruta con fundamento.

Hasta aquí esta extraña crónica desde el coche de apoyo. Mañana volvemos en coche para Bilbao. Juan se marcha para Huelva. Cada cual de nuevo con sus rutinas. El lunes escribiré el balance de esta ruta alentejana tras la jornada anticipada de reflexión del domingo de resurrección. Vendrán mejores tiempos.

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Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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