12 Campaspero – Ayllón #DueroMTB

by Julen

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Cayó una buena siesta en Campaspero. A las cuatro de la tarde cerraban el bar. En cualquier caso, fuera en la calle, en el día de la resaca de las fiestas, mucha algarabía y oferta cultural no iba a encontrar, me temo. Tuve unos sueños muy extraños en los que mezclaba un lavavajillas y unas sombrillas con un tramo imposible en bici a cuenta de las zarzas. En fin, el pantalón me quedaba hecho jirones y mi madre me abroncaba con cariño porque le debía haber roto una sombrilla que no sé muy bien qué función tenía en la escena. En realidad toda la escena era surrealista. Porque el lavavajillas mezclaba agua de una lavadora cercana. Y esto que me desperté. Sin psicotrópicos ni nada. Me había comido el menú del día de 12 euros: una ensalada de pasta, pechuga de pollo a la plancha y un yogur de plátano.

Campaspero es un pueblo curioso. La inmensa mayoría de sus edificios están construidos con una piedra muy blanca, que destaca enseguida. Al mirar a tu alrededor sorprende semejante insistencia cromática. El caso es que la piedra tiene aquí su museo, que sólo abre de viernes a domingo. Todo tiene que ver con el hecho de que el pueblo se asienta sobre un zócalo de piedra caliza de más de treinta metros de espesor. Así que ya tienen materia prima de sobra para hacer las delicias de los canteros y de los otros oficios vinculados con el trabajo de la piedra.

Cuentan que el nombre de Campaspero viene de en el campo te espero. Moros y cristianos, con dos plazas fuertes a escasos kilómetros respectivamente en Cuéllar y Peñafiel, debían quedar por estos páramos para darse buenas tundas. Pues eso, de ahí dicen que viene el nombre del pueblo. Al menos en su versión macarra.

De nuevo un poco fresca la mañana. Vamos, lo que vienen a ser tres grados. Por poner las cosas en su sitio. Esta vez salimos del pueblo con el día raso por una pista agrícola en compañía de un tractor. Cada cual a lo suyo. De nuevo, como ayer, nos adentramos en caminos que dan acceso a las tierras de labor. De nuevo llanuras y pistas rectilíneas que se hacen monótonas. El sol se asoma ahí enfrente. Al salir nos regala unos colores espectaculares porque tiñe de ocre el cereal cortado. Cómo nos gusta madrugar para coger estos primeros rayos de sol. Se nota, ¿verdad?

Seguimos un buen trecho por la planicie hasta que la pista serpentea a través de un fuerte descenso que nos deja en Laguna de Contreras. Cogemos carretera de Sacramentia y comienza el largo ascenso del día, poco a poco. Nos dejará en los 1.200 metros de altirud desde los 800 de Laguna de Contreras. Se agradece.

Empezamos a subir muy suave por carretera primero. Entro en Sacramentia y reconozco enseguida el bar en el que paré cuando en enero de este año hice una ruta en bici por Segovia. Repetimos y qué mejor que un buen Cola-Cao para entrar en calor. Diossss, que estamos en agosto. Nada, nada, entra de maravilla. La conversación entre tres abueletes y sus carajillos está también de lo más caliente hablando de chicas fáciles en el pueblo. De los tres, el más joven andaría por los ochenta.

Seguimos ascendiendo por la carretera que lleva hacia Valtiendas. Allí la dejamos para subir ahora con más pendiente hacia… bueno, hacia el páramo, porque no se ve pueblo alguno. Un cartel indica Aranda de Duero. La carretera está bastante deteriorada. Poco a poco nos adentramos en la sierra de Pradales, un cambio de paisaje evidente. Una carretera que se ha convertido en pista, por lo destrozada que está, acaba llegando a Aldeanueva de Serrezuela. A la derecha se ve la cumbre de Peñacuerno, que está bien surtida de antenas y a cuya vera se reparten unos cuantos aerogeneradores.

Seguimos, ahora por una carretera más digna, y llegamos enseguida a Pradales. Comienza el descenso. Pedaleamos con viento en contra por una zona de pinos. No, ya no son piñoneros. Cruzamos por debajo de la autovía A1 y terminamos llegando a Cedillo de la Torre. No hay duda de su apellido porque la espectacular torre de la iglesia bien lo atestigua. En su base es de origen románico, aunque parece que fue en el siglo XVIII cuando alguien se puso a tirar para arriba. Un no parar hasta llegar a cuatro cuerpos con un par de ventanales en cada uno de los cuatro lados. Así que Cedillo no pudo evitarlo: sería Cedillo de la Torre.

Continuamos hacia Cilleruelo de San Mamés y luego Campo de San Pedro. Aquí hacemos el último avituallamiento líquido. Quedan algo menos de 20 kilómetros hasta Ayllón. Aunque se sale por carretera enseguida cogemos una pista entre campos de cereal. Vaya sorpresa, ¿verdad? La pista remonta una loma con un cuestón considerable y termina dejándonos en el Camino Natural de la Cañada Real Soriana, ya muy cerca de Ayllón. Queda apuntada esta cañada para una próxima ocasión.

Como era de prever, la Plaza Mayor de Ayllón esta muy animada. Un grupo de jóvenes cristianos anda de despedida. Parece que la convivencia les ha venido bien. Se unen abrazados en círculo en una oración (o algo así, me parece) y luego junto a la fuente de la plaza cantan su típico himno acompañado de guitarra y balanceo rítmico del cuerpo. El cura, con su alzacuellos, se va despidiendo personalmente de todas las chicas y chicos con largos abrazos. La emoción los embarga. Con la Coca-Cola Zero me sacan una tapa del copón. Qué cosas.

Mañana terminamos el pedaleo. A ver qué tal la vuelta a Soria. Ya lo contaremos. Gracias por estar ahí.

Amanece a la salida de Campaspero y a la espera del sol, las sombras son bienvenidas

Fardos a la espera de ser recogidos a la salida de Campaspero

Por la sierra de Pradales con el Peñacuerno (1.30 metros de altitud) al fondo

Camino de Ayllón con las estribaciones del Sistema Central en el horizonte

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Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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