01 Garray – Berlanga de Duero #DueroMTB

by Julen

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Ahí arriba queda Numancia y aquí abajo el Duero, que se recrea en el Soto de Garray, a los pies de una calzada romana. En las riberas se apostan abedules, sauces, álamos, fresnos, majuelos y chopos. Vale, me estoy sirviendo de lo que explica un panel informativo del Camino Natural del Agua Soriano, pero hay que utilizar los recursos de las Administraciones Públicas antes de que sean pasto del vandalismo, que de eso vamos bien servidos en esta parte del sur de Islandia. En fin, que hoy comenzamos a pedalear por el Camino Natural de la Senda del Duero y había que tomar contacto con el río como bautismo lógico de la ruta, ¿no? Comenzamos en Garray.

Numancia, por cierto, está donde está en gran parte porque desde su atalaya natural se controla el vado del Duero que hubo aquí desde siempre. Los celtíberos no eran tontos y, puestos a urbanizar, mejor lo hacían allá desde donde podían ver cuándo se acercaba el enemigo de turno. Ya se sabe que la gente numantina fue ejemplo de resistencia. El adjetivo se ha quedado a vivir en nuestra sociedad contemporánea. Por algo será. El fútbol le debe bastante a la hora de desarrollar tácticas defensivas. Bueno, que es el primer día de crónica y ya se me va la pinza. Venga, vamos a centrarnos: la Senda del Duero.

Hay que cruzar el puente para coger la senda y tomar dirección hacia Soria, donde espera la más famosa de las curvas del Duero: la de ballesta con sus cárdenas roquedas, inmortalizada por Antonio Machado en Campos de Castilla.

¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, obscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras, caminos blancos y álamos del río, tardes de Soria, mística y guerrera,hoy siento por vosotros, en el fondo del corazón, tristeza, tristeza que es amor!

Poco después de las siete de la mañana ya estamos rodando. Todo sea por evitar, hasta donde sea posible, los rigores del calor. Hasta llegar a Soria no vamos a ver el Duero porque el camino se aleja de su curso por unas pistas más bien feas, típicas de la aproximación a una gran ciudad. O sea, Soria.

Finalmente llegamos al río y nos pegamos a él ya en Soria capital, sin llegar a cruzar el puente de piedra. Pedaleamos por la orilla que queda frente a San Saturio por El Postiguillo, una zona de esparcimiento con diversas instalaciones que ahora están casi desiertas pero que imagino luego se pondrán a rebosar.

Tras la obligada foto con la ermita desde el puente peatonal, la ruta continúa y abandona la zona de esparcimiento por un sendero que se interna en un bosque de encinas. Hay que echar primero pie a tierra para subir una pequeña rampa y luego continuar entre los árboles. Se agradece que hayan metido la senda por aquí porque aporta variedad en la ruta. La fiesta termina al llegar a Los Rábanos, pueblo al que se accede junto a su coqueto lavadero. A partir de aquí el paisaje y la ruta se vuelven más previsibles en la medida en que el río y sus amplias riberas conforman una orografía en general amable. Pino, cereal, girasoles y tierras de labor.

Esta primera parte permite acumular cierto desnivel. De hecho, para una ruta que sigue el cauce descendente de un río, al terminar han salido más de 800 metros de desnivel acumulado, lo que no está nada mal. Eso sí, a partir de Los Rábanos y con alguna pequeña excepción, la ruta da para lo que da: pisteo rápido y kilómetros que van pasando sin mayor pena ni gloria.

Muchos de los pueblos que se atraviesan no tienen un triste bar que llevarse a la boca. Eso sí, van bien surtidos de fuentes, lo que se agradece en esta época. En la parte final, en la que ya apretaba el sol, han venido de maravilla las de Centenera de Andaluz y Andaluz. Echando un vistazo a este último pueblo en la Wikipedia -tiene su historia el municipio- me entero de que en 2015 tenía 19 habitantes, 15 hombres y 4 mujeres. ¿Alguien dijo España Vaciada? Pues eso.

A excepción de Almazán, el resto de pueblos son, como decía, buenos ejemplos de lugares venidos a menos. Pasas por el centro y da la sensación de que se están muriendo. Y eso que he visto en varios de ellos a algunos chavales que estarán pasando las vacaciones. Vente en otra época y se te cae el alma a los pies, seguro.

El avituallamiento lo hemos realizado en Almazán. Allí en la Plaza Mayor, junto al Palacio de Los Hurtado de Mendoza, a la sombra de unos soportales, hemos disfrutado de la compañía de miles de moscas empeñadas en hincarle el diente al pincho de tortilla que había pedido. Tela semejante marabunta. Tras embadurnarnos con protector solar y observar un par de picaduras en las piernas, hemos retomado la ruta. Quedaban algo menos de 40 kilómetros y el calor ya apretaba lo suyo.

Para las dos llegaba al final de la etapa, en Berlanga de Duero, que como tal no está en la ruta oficial de la Senda del Duero, pero que nos venía bien para encontrar alojamiento. En cambio, por aquí sí que pasa el Camino del Cid. Y, claro, lo visitamos hace unos años, cuando lo pedaleamos en compañía de Alberto.

Bueno, hasta aquí la primera crónica. Físicamente bien, sin problemas aparentes, lo que es de agradecer tal como andamos. Mañana más. A ver qué tal.

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Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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