Cuando navegar por Internet es ir de anuncio en anuncio

by Julen

Da casi igual cuál sea tu destino. Las páginas por las que navegamos en Internet se han convertido en una pesadilla en la que nos asaltan los anuncios por todas partes. Como quiera que la publicidad es aquello de lo que quieren vivir quienes tienen sitios con suficiente tráfico, dale palante, fuego a discreción. Y si no tienes suficientes visitas, da igual, como si las tuvieras: ventana emergente por aquí y remarketing por allá. La fiesta es completa y los formatos flotantes, móviles, persistentes, ubicuos, están ahí. Que me dejes en paz, joder.

Así que hay que defenderse como sea: bloqueadores de anuncios, por favor, ayudadme con un escudo antimisiles que sea capaz de no hacerme perder los nervios. Diossss, qué dolor de navegación: que si te envío un ebook gratis si haces clic aquí o allí, que si dame tu dirección de correo; que si no, no juego. Que si esto, que si lo otro. Todo bien automatizado, que no se diga que no nos aprovechamos de la tecnología para taladrarte los sesos.

Creo que voy a empezar a dejar de navegar en todo aquel sitio que me venga con que me quiere vender esto o lo otro cuando yo no le he dicho nada en ese sentido. Y entran ahí todas las ofertas gratis que deberían conducirnos a algo que al final no lo es. Sí, claro, lo visten de modernas técnicas de inbound markting, de segmentación de clientes, de que me van a ofrecer lo que me interesa a mí y solo a mí por ser quien soy. Y una mierda, no tienes ni idea de lo que quiero solo porque me hayas metido en un saco de tu base de datos.

De verdad que sitios como Wikipedia son un remanso de paz. Un lugar donde uno puede leer sin miedo a que de repente te asalten con un cuento chino para venderte no sé qué asunto por el que estuve indagando hace unos días. No sabemos lo que tenemos en casa con esta resistencia numantina de Wikipedia a la publicidad. Les hago la ola y no paro.

Al final todo se está convirtiendo en un inmenso bazar. ¡Seré gilipollas que no había dado cuenta antes! Todo el mundo vende lo que puede y como puede. Ya te pueden robar los datos de cualquier sitio o sacártelos a punta de regalo gratis con no se cuántas ofertas de pócimas curalotodo, pero el caso es que no hay forma de navegar tranquilamente por esta Internet mercantilizada hasta decir basta. Todo el mundo gritando como si estuviera en un baratillo de fin de semana. Joder, en el baratillo por lo menos mantengo cierto anonimato, pero es que aquí me siento perseguido por sombras todo el tiempo.

Todo el mundo nos quiere rastrear. Si soy sincero, no sé ni para qué quiero cookies en mis sitios web. Supongo que tengo que usarlas por algún tipo de requerimiento. Tengo que enterarme. De verdad que no aguanto más esta navegación en la que acabo desquiciado ante tanto grito de venta desesperado. Todos esos blogs que buscan monetización a saco me resultan cada vez más deprimentes: todos iguales, todos con el producto maravilloso que resolverá mis problemas, con contenidos fantásticos colocados en cajas de regalo de cosmética impecable, con fotos de un mundo superguay y sonrisas por doquier.

Joder, ya vale. Creo que me bajo. Voy a empezar a aplicar políticas restrictivas. A lo mejor me pierdo algo interesante. O a lo mejor no y gano en tranquilidad. A gritar a otro lado. Se acabó.

La foto es de Jens Mahnke en Pexels.

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