Desorden entrañable

by Julen

Parece que cada objeto sobre la mesa corre a buscar su hueco natural. En ese desorden todos conocen el camino. Miro hacia ese pequeño cuaderno, vuelto del revés, abierto por la penúltima página. Juraría que no lo dejé así, pero no tiene sentido pensar que haya sido capaz de cambiar su estado. No deja de ser un cuaderno en el que apunto las tareas. El bolígrafo negro se empeña, mientras tanto, en vivir escondido hacia la mitad de sus páginas. Él sabrá por qué.

Hay dos botellas de agua. Es curioso, una junto a la otra, las dos con la misma forma y del mismo tamaño. No he querido ser indiscreto, pero estoy convencido, esta vez sí, de que hablaban de sus cosas. A fin de cuentas, ¿por qué, si no, ahí juntas las dos? Una con más agua que la otra, una con el tapón negro, la otra con el tapón azul. A saber cómo han llegado hasta aquí desde que nacieron en alguna fábrica lejana.

Unos posts-its, un cable de red, otro cuaderno, unas gafas, una pequeña cartera, un pendrive, un libro, el calendario de mesa, el cubilete lleno de bolígrafos, rotuladores y lápices. La mesa mantiene su entrañable desorden. Sabe que de vez en cuando el tsunami se lo lleva todo y entonces los objetos se baten en retirada. Cada cual a su lado oscuro.

Ahora, en cambio, retozan con algarabía. Entre orden y orden disponen de su propio espacio. Nos conocemos desde hace tiempo y sabemos mantener la convivencia. Ellos dejan que crea que mando sobre su territorio. Lo hacen porque saben que todo volverá a su natural estado de desorden entrañable, esa zona de seguridad en la que nos reconocemos humanos. Y tan a gusto.

 

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