33 kilómetros

by Julen

Terminan las viviendas turísticas, pero no así la arena, que continúa como protagonista de la costa. Serán 33 kilómetros hasta encontrar alcanzar el punto de llegada, allí donde el río alcanza su meta. Mientras pedaleas, la monotonía. A la derecha, inmenso, el océano. A la izquierda el paraje protegido al otro lado de las dunas. Por el camino, los pensamientos. No hay obstáculo alguno, excepto tú y tus circunstancias.

No hay lugar para esconderse. Ojalá tengas suerte y el poniente juegue a tu favor. Entonces el paso se aligera y la brisa es lo que es, una compañía grata hacia el destino. Pero cabe la posibilidad de que te toque la otra cara de la moneda. El levante será tu maldición. Ahí, frente a ti, para que sepas que no eres nadie. Solo una marioneta en sus manos.

Hay que encontrar las horas adecuadas porque la arena solo admite una opción: la marea baja. El taqueado de las cubiertas te delata. Durante un tiempo se sabrá de tu paso por la playa. Hasta la siguiente marea, la que borrará para siempre que un día pedaleaste aquellos 33 kilómetros por un arenal sin fin.

El recuerdo aguanta el paso de los años. Cada cual guarda para su memoria momentos selectos. Representan una elección en la que uno a veces no tiene mucho que decir. Parece que se imponen al margen de lo que la voluntad personal quisiera decir. Aquella monotonía, aquel horizonte. De vez en cuando vuelve el recuerdo, estancado en el tiempo y en el espacio.

 

Artículos relacionados

1 comentario

Alberto 13/05/2019 - 13:05

Qué bonito, así es, el recuerdo debe estar porque de vez en cuando, vuelve. ¿Y si lo repetimos?

Responder

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.