Las paradojas de la conectividad constante y el uso de TICs

by Julen

Esclavos del tiempoDe mis últimas lecturas, una que me ha gustado especialmente es Esclavos del tiempo, de Judy Wajcman. En su libro, que recomiendo sin lugar a dudas, dedica un capítulo a la «conectividad constante«. Introduce el término desde una perspectiva paradójica: «de manera perversa, en este nuevo mundo laboral, cuanto más apurados nos sentimos, más recurrimos a dispositivos digitales para aliviar la falta de tiempo«. Es decir, ante la percepción de que nos falta tiempo se recurre cada vez más a dispositivos mediante los cuales es más fácil acceder a la información y, lo que debería ser un alivio, en muchas ocasiones se convierte en fuente de mayor estrés. El fenómeno, así pues, tal como describe y analiza Judy Wajcman es complejo y puede analizarse desde diferentes perspectivas.

Wajcman defiende un enfoque social de la tecnología, «las decisiones técnica son a la vez decisiones sociales puras y duras». Esta perspectiva de constructivismo social (por cierto, la que utilizamos nosotros en nuestra tesis doctoral) representa los cimientos de su enfoque. La gente no adopta las tecnologías de forma simple y directa para lo que fueron originalmente concebidas. En el proceso de apropiación social de la tecnología ocurren fenómenos que reconvierten los usos pretendidos en unas conductas mucho más complejas.

Es cierto que hoy en día se manejan más tecnologías de información y comunicación. Según un estudio que cita la autora realizado en Estados Unidos, en 2008 se usan las TIC 5,5 veces de forma más intensiva que en 1995. Sin embargo, la gran duda es si esto ha conducido a un incremento parejo de la productividad. Hay quien defiende que, comparado con lo que la electricidad, el agua corriente o el automóvil supusieron a finales del siglo XIX, este uso creciente de las TIC no está consiguiendo incrementos de productividad similares a aquellos.

Wajcman, siguiendo esquemas de quienes analizan el uso de las TIC (sobre todo la encuesta Pew Internet del Pew Research Center de Washington), considera que se basa en tres grandes elementos: Internet, el correo electrónico y el teléfono móvil. Pues bien, en lo que sí parece que hay acuerdo es en el hecho de que hoy en día la percepción es de que se trabaja frecuentemente a velocidades muy altas o que se apuran los plazos. Y esto sin olvidar que las TIC proporcionan a la dirección de una empresa una capacidad extraordinaria de controlar los flujos de trabajo y de supervisar el rendimiento de los trabajadores: más velocidad y más control.

Si nos fijamos, por ejemplo, en el uso creciente e intensivo del correo electrónico, también aquí surge una paradoja: cuanto más tiempo se le dedica, más sobrecargado se siente una persona, pero, a la vez, cuantos más mensajes se manejan, mayor es la sensación de poder. Además, la respuesta rápida al correo suele traducirse en elogio y un consiguiente incremento de estatus. Todo esto en un contexto en el que las interrupciones en la jornada van a más debido al acceso multimodal al correo y a la mensajería.

Las interrupciones en el trabajo se han convertido en la norma: es así como trabajamos hoy en día. Wajcman aporta resultados de diversas investigaciones suyas para apuntalar este hecho. Al considerar el tipo y cantidad de interrupciones que acontecen en la jornada laboral, la autora fija su análisis en el hecho de que «el trabajo del conocimiento se organiza en gran parte a través de formas de comunicaciones mediadas». Cuando se refiere a «mediadas» quiere decir aquellas que no se producen cara a cara. Wajcman considera que esta es la forma en que se trabaja hoy en día y que, por tanto, no tiene sentido que esas comunicaciones mediadas sean vistas como «interrupciones» sino más bien como la «forma habitual de llevar a cabo el trabajo del conocimiento».

Así, esas interrupciones forman parte del flujo de trabajo normal antes que ser un factor perturbador. No son distracciones, es el trabajo en sí. La autora descubre en su investigación que «los trabajadores del conocimiento inician por sí mismos la mayoría de los cambios en su actividad laboral» lo que indicaría que «están gestionando activamente todo un nuevo repertorio de formas de comunicación que utilizan como instrumentos cotidianos». Así pues, «la relación entre tecnología, ritmo y conexión es mucho más rica y compleja de lo que han mostrado los estudios anteriores». En este sentido, por ejemplo, el correo electrónico está cambiando en cuanto a su uso al convivir con la mensajería. La urgencia se desplaza a este nuevo formato mientras que el correo adquiere una perspectiva de menor urgencia.

Por otra parte, la multitarea es otra característica del trabajo del conocimiento. Cada vez es más habitual usar, por ejemplo, el correo electrónico o la edición colaborativa de un documento mientras se participa en una videoconferencia. El tiempo monocrónico, de acontecimientos que se programan con elementos distintos y diferenciados, da paso al tiempo policrónico en el que suceden actividades de manera simultánea. Demonizar este segundo tipo de tiempo frente al primero puede resultar demasiado simplista. Hoy en día coexisten diversas temporalidades.

Por todo lo anterior, Wajcman considera que «resulta demasiado fácil presuponer que el uso exhaustivo de las TIC es la causa principal de la falta de tiempo antes que un síntoma de determinados cambios en las condiciones de trabajo«. Es evidente que las TIC «incrementan la velocidad y la facilidad con la que se puede recopilar, procesar, analizar y compartir información, favoreciendo un mayor volumen de comunicaciones mediadas». El uso intensivo de todas estas tecnologías conduce a contradicciones: cuanto más intensa en la presión que la gente percibe, más utiliza los dispositivos digitales con el fin de ahorrar tiempo.

Al final, Wajcman enlaza con lo que Richard Sennett explica en La corrosión del carácter, un libro del que hemos hablado aquí en varias ocasiones. Sennett argumenta que la falta de perspectiva a largo plazo a la que aboca el nuevo capitalismo global, pervierte nuestro carácter. El trabajo antes proporcionaba estatus, dignidad, seguridad y, en definitiva, una oportunidad de desarrollo personal. Hoy los contratos temporales y la caducidad de las actividades endiosan el corto plazo. El nuevo capitalismo flexible exige otra forma de hacer las cosas. El trabajo actual es fragmentado, inseguro, estresante e impredecible. Los entornos VUCA son el estándar. Y en ellos las TIC desempeñan un rol paradójico: ayudan y dificultan.

 

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