La ventaja de llamarse Alberto García

by Julen

Estaba yo viendo un día por la tele un partido de fútbol del Rayo Vallecano contra el Valencia. No me digáis por qué. Supongo que la tele estaba puesta de sonido de fondo. Eso decimos todos. El caso es que apareció un tal Alberto García, portero del Rayo Vallecano, para hacer unas declaraciones tras el partido. Se ve que había estado lesionado durante bastante tiempo y su vuelta al equipo había coincidido con una victoria que llevaban tiempo sin conseguir, según parecía. Pues eso, que Alberto García cobraba protagonismo.

No sé por qué pero enseguida me vino a la cabeza José Luis García Martín. Es un amigo de los tiempos mozos al que por cierto hace una eternidad que no veo. ¿Por qué José Luis apareció en la misma viñeta que Alberto García? Muy sencillo: en tiempos en los que la privacidad en Internet está complicada, no hay mejor manera de fundirse y ser anónimo que llamarte así. Me refiero a Alberto García, José Luis García Martín, José Pérez o Antonio González. Para el caso, lo mismo da. Ponte tú a buscar Albertos Garcías si, además, hay uno que se lleva un poco de fama porque sale en la tele y es portero de un equipo de primera división.

Esto de la identidad digital tiene su miga. Google cambió las reglas del juego con su simplicidad: esa caja de texto en la que puedes teclear lo que quieras marca un antes y un después. No es lo mismo un mundo con un robot de Google que sin él. Bueno, tampoco es para volvernos locos. Ya lo dicen ellos: «De media, el robot de Google no suele acceder a la mayoría de los sitios más de una vez cada pocos segundos.» Lo dicen para que no te preocupes. Solo rastrean un sitio web cada pocos segundos; no vayas a pensar que es cada segundo. El mundo que aparecen en webs públicas es indexado al milímetro. Pues bien, ahí es donde Alberto García tiene las de ganar.

Claro que lo mismo me estoy pasando de listo y a pesar de que haya miles de Albertos Garcías, a Google, Facebook y resto de artillería metete de Internet les da igual porque son capaces de distinguir con la precisión de una cirujana o de un cirujano, ¿no? Bueno, no nos pongamos neuróticos. Todo el mundo sabe que no somos de interés, que nuestras vidas son un grano de arena en la inmensa playa caribeña que representa la población del planeta. Ya, que la capacidad de análisis de datos ha crecido exponencialmente. Puede que Alberto García sea solo una ilusión para pasar inadvertido y que su simpleza identitaria no le valga de nada.

Aquí me detengo. Siempre he pensado que nuestros nombres y apellidos nos marcan. Y en la indiferencia de la vulgaridad podía haber un escondite. Quiero seguir pensándolo aunque me temo que es una batalla perdida. Le doy al botón de publicar y ya tengo a Google detrás. Es que no descansa esta gente. Desde luego, vaya máquinas.

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