6- Évora – Estremoz #AlentejoMTB

by Julen

Évora es la capital del Alentejo, se mire por donde se mire. Casi sin darte cuenta, parece que todos sus caminos acaban confluyendo en su amplia y aireada plaza del Giraldo. Aunque se supone que será en Estremoz donde recibamos el definitivo baño en mármol, Évora ya nos proporciona un buen anticipo. Y si no, que se lo digan a la fuente barroca de la plaza.

Visitamos, cómo no, la capela dos ossos. Truculencia, para qué te quiero: las paredes y las columnas de la capilla en cuestión están repletas de huesos. Todo es a cuenta de convicciones religiosas para transmitir lo efímero de nuestras vidas. Nosotros, los huesos que aquí estamos, por los vuestros esperamos. Parece que hicieron falta unos 5.000 esqueletos para terminar la obra. Y, por si acaso, añadieron un par de cadáveres disecados para regocijo de niñas y niños, cultura gore del siglo XVI. A ver si te creías que era invento reciente.

Junto a la capilla, en dependencias de la Iglesia de San Francisco, se puede visitar algo mucho más enternecedor: una espectacular exposición de Nacimientos. Los hay de todos los estilos, formas, colores y tamaños. Me han encantado los más diminutos, con la composición dentro, por ejemplo, de una nuez, una castaña o una caja de cerillas. Mira que hay que atesorar paciencia y arte para meter ahí dentro a María, José, el niño en el pesebre y los animales.

Nos reunimos de nuevo los tres en una inmensa cafetería de la plaza Giraldo y allí tomamos la decisión de ir a cenar a un restaurante moderno que cuenta con buenas críticas: Origens. Juan estuvo allí en el verano de 2016 y le gustó. Con mesa reservada a las 19:30, enseguida el local, pequeño y con techo abovedado de ladrillo, se llena. Un queixo fundido de aperitivo y otra vez nos damos al pulpo, preparado esta vez con un puré de garbanzos y unas espinacas. Muy rico, aunque descubro de nuevo trazas de las omnipresentes hojas de cilantro. Diossssss, ¡ya basta, por favor!

Por la mañana, tras desayunar en el hotel, Alberto y Juan marchan entre una niebla que comienza a disiparse. A partir de las 12 hay previsiones de tormenta, pero se ve que durante la noche no ha llovido. A ver qué tal se les dan estos tres días finales por la Vía Nascente del Camino de Santiago. Es de esperar que no haya cancelas imposibles, solo faltaría. Supongo también que irán más lentos porque habrá muchos menos tramos de carretera.

Hago una pequeña colada que dejo secando en la habitación y me acerco a Évora. Compro un par de dedales para la colección de mi madre, además de un detalle para Alberto. Hay que tener contento al txirrindulari mayor de la cofradía del casino de Mundaka.

Aunque habíamos quedado en Évoramonte, me acerco a una pista por la que sé que vendrán siguiendo las flechas amarillas, antes de Azaruja, a 15 kilómetros todavía de Évoramonte. El ritmo es mucho más lento porque ahora transitan por caminos y pistas. Eso sí, la orientación es mucho más sencilla. Han tenido cada uno sus respectivas caídas y Juan pedía Ibuprofeno al coche de apoyo. Así que procedo a entregar las drogas correspondientes para este tipo de eventualidades. A mí no me digáis, que yo no llevo el control antidopaje. Charlamos un rato. Próxima cita, esta vez sí: Évoramonte.

Para acceder hasta arriba del todo han colocado unas hermosas cuestas. Vaya con el castillo de gusto italiano que se han plantado allá en lo alto. Curioso por lo diferente que es respecto a otros de los alrededores. Junto a él, dentro de la muralla, se agrupan unas casitas pegadas a una única calle y a su iglesia parroquial. Bajo otra vez hasta la carretera general para esperar a los niños. A saber cómo me vendrán de sucios porque caen de vez en cuando unas buenas chaparradas, que decíamos en mi pueblo. Tic tac, tic tac, tic tac. Joder lo que tardan. Esto va a tener su gracia, ya veréis.

Pues no. Llegan sin mayor problema. Según comentan, eso sí, entre cerdos. Y parece que el asunto central es acertar con el tipo de guarrido, gruñido o chillido que emitían al apartarse de los ciclistas. Ya os digo; el otro día eran cientos de peces en una batalla que anunciaba el ocaso de los tiempos y esta vez la vocalización porcina. A saber lo que nos espera en días siguientes. Se les ve, la verdad, cada vez más afectados. Me refiero a la cabeza.

A la tercera conseguimos un lugar donde comer algo. Eso sí, no hay prisa. Una sopa de legumbres y una tortilla de jamón y queso nos llevan casi un par de horas. Debemos de ser las apresuradas almas del progreso que no entendemos el ritmo de un tiempo que se empeña en no ir a nuestra velocidad. Paciencia y tranquilidad. El solete que hace afuera permite secar algo las ropas. No hay mal que por bien no venga.

En menos de media hora llego a Estremoz, fin de etapa. A pedales y por la Vía Nascente les llevará bastante más. Antes ya compartí con Alberto y Juan las coordenadas del apartamento que tenemos reservado. Queda junto a la oficina de turismo, no tiene pérdida.

Ssssshhhh, vaya sorpresa se van a llevar. Qué lujo de apartamento: Sentido Figurado. Fantástico, todo absolutamente cuidado al detalle. Cuatro habitaciones, cocina, una sala con vistas a la plaza, un cuarto de baño completo y un aseo, una WiFi que va de maravilla. De veras que si alguna vez pasáis por Estremoz y tenéis que hacer noche, este alojamiento no os defraudará. Eso sí, son cuatro habitaciones nada más.

Bueno, vamos a esperar a la pareja de moda del cicloturismo de montaña alentejano a ver qué tal este tramo final desde Évoramonte. Parece que el tiempo les va a respetar. Mejor así. Nos vemos mañana. Ciao!

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Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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