5- Beja – Évora #AlentejoMTB

by Julen

Vamos primero con un poco de historia y de leyenda, que de todo habrá en esto que vamos a contar. Y es que aquí en Beja hay un episodio que es obligado citar. Allá por el siglo XVII Sôror Mariana Alcoforado parece que escribió unas cartas subidas de tono, las Cartas de la monja portuguesa. Sí, hablamos de una monja y sus cinco cartas de amor apasionado dirigidas a un oficial francés que no eran precisamente habituales en semejante tipo de mujer. Pues bien, Beja se sigue acordando del sucedido, 350 años después. Ya se sabe que el corazón manda sobre la cabeza.

La tarde se ha ido entre una visita al Núcleo Museológico, que presenta un recorrido desde el paleolítico hasta los tiempos actuales sobre un suelo acristalado que deja ver unas antiguas termas romanas, y el callejeo posterior por el centro histórico hasta la imponente torre del castillo y la catedral a su lado. Lástima que cuando hemos llegado hasta el castillo ya habían cerrado.

En una terraza de la Plaza de la República ha llegado el momento Enrique Morente 1996: Omega, el emblemático disco que publicó con Lagartija Nick. A partir de ahí un buen repaso aún más hacia atrás de aquel flamenco renovado de los años 70. Eran tiempos de excesos que dejaron luces y sombras.

Comemos en un restaurante típico que acaba por llenarse hasta la bandera. Y parecía que no había nadie por Beja a partir de las siete. Bueno, puede ser que la que había se haya venido toda aquí. Pido un secreto acompañado de arroz. Hay que andarse con cuidado y preguntar si le meten cilantro. Soy incapaz de tolerar esta hierba que, con su aspecto tan parecido al perejil, se puede colar en cualquier plato. Mira que le tienen afición en este país.

Anuncian cambio de tiempo: se prevén lluvias. Y cambiamos también la fuente del track que seguimos. Hasta ahora ha dado muchos problemas. Habrá que avisar al usuario que lo subió a Wikiloc con algún comentario respecto a cancelas candadas, vadeos imposibles por embalses y alguna que otra joya más.

Amanece sin lluvia, aunque oscuro. Desayunamos en la encantadora pensión en la que nos alojamos. Vaya, pierde su encanto con un desayuno de lo más vulgar, tanto por la materia prima como por el local en sí. No obstante, han sido muy amables, recogiendo la ropa que Juan y Alberto habían dejado tendida a primera hora de la tarde.

Mientras los chavales marchan camino de Viana do Alentejo, yo me quedo a cargo de la intendencia. Recojo las cosas, me ducho y a pagar el alojamiento. Bueno, pagar si fuera posible porque Doña Rosa se ha marchado a hacer compras y no hay forma de localizarla. Ni la chica que está limpiando las habitaciones ni yo podemos dar con ella. No tiene móvil. Para qué iba a tenerlo. En definitiva, que me voy sin pagar aunque no creo que haya problema porque tienen los datos de la Visa.

Llego a Viana por unas agradables carreteras locales, algunas con baches convertidos en socavones. A veces son rectas interminables y otras pequeñas lomas repletas de encinas y alcornoques. Y de repente, tras semejante regocijo para la vista, los malos humos.

Espectacular lo que tiran las tres chimeneas de la fábrica junto a la carretera. El caso es que terminaba por proyectar una densa niebla entre los olivares cerca de Alvito. Tiempo que no veía algo así.

Miro en Google Maps por dónde vienen los esforzados de la ruta y voy a esperarles a una pista que queda a un par kilómetros de Viana. Aparco el coche y enseguida aparece Alberto, que casi se pasa por alto. Detrás viene Juan. Me comentan lo de siempre: alguna que otra trepada para saltar una cancela esta vez con bonus extra en forma de paso canadiense al otro lado y cierre electrificado en el lateral. Si las acabarán echando de menos, ya veréis.

Los conduzco hasta una pastelaria a por las tostas del día. Según cuentan Cuba, un pueblo que han dejado atrás, presume de ser lugar de nacimiento de Cristóbal Colón. Nada de genovés; se puede demostrar que era cubano, pero del Alentejo.

Quedamos en vernos en el final de etapa en Évora. En medio quedan el crómlech de los Almendros y su correspondiente menhir. Llueve bien llovido. Paro a comprar unas cosillas en un centro de interpretación a la entrada de la pista que conduce a los enclaves megalíticos. Mejor llámalo tienda y nos entendemos mejor.

Antes me he acercado a comprobar que el track que había dibujado sobre el mapa era viable. Traducido: he visto que la pista en la que se iniciaba mi track no tenía delante una cancela con candado. Y así era.

Arriba en la zona del menhir y el crómlech había bastante gente para el mal tiempo que hacía. He hecho unas cuantas fotos y me he ido directo al hotel en Évora. Como me toca la intendencia, he preferido ir pronto. Hechas las gestiones, me he acercado al centro para comer algo ligero. En una humilde casa de pasto con tres mesas, no he sabido resistirme a un arroz con pato a 4,5 euros. Delicioso.

De vuelta al hotel enseguida han aparecido Alberto y Juan. Como era de esperar, bien embadurnados de barro. Esto es mountain bike, ¿no? Para los que pueden pedalearlo, claro. Por cierto, según cuenta la leyenda, hace crecer más deprisa las uñas de las manos. Pero esto es otra historia para otro post.

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Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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