11 recuerdos de la ruta por el Alentejo #AlentejoMTB

by Julen

Alentejo MTB

Ya en casa, toca hacer balance, como en otras ocasiones, de la ruta. Esta vez es necesariamente diferente ya que solo he podido pedalear la primera etapa. El resto lo he realizado como coche de apoyo y las impresiones directas del camino son las que me transmitían Alberto y Juan. En algún caso también he podido comprobar la ruta sobre el terreno ya que coincidíamos en tramos de asfalto que ellos hacían en bici y yo en coche. Vamos con una lista de 11 recuerdos.

1. Mindfulness para hacer unas risas. El desayuno del primer día en Castelo de Vide nos enfrentó ante un supuesto zumo de naranja que era un atentado al mundo de los cítricos. Fuera por lo que fuera, sirvió para comenzar la ruta riendo a base de bien. Ya, no estabais allí y es difícil captar lo que pasó en aquel momento, pero me pareció entender que lo que importaba de todo aquello era la actitud. Hubo que poner buena cara al mal tiempo. Al día se convirtió en un auténtico reto: disfrutar desde el coche de apoyo.

2. La rodilla imposible. Aunque cuatro días antes de comenzar a pedalear me había caído y había sufrido un golpe fuerte en la rodilla, pensé que no sería para tanto. Me equivoqué de plano. No llevaríamos más de veinte kilómetros y poco a poco la rodilla empezó a quejarse. Llegó un momento en que fue imposible continuar. Voltarén y hielo servían para permitirme terminar la primera etapa. En cuanto comenzamos la segunda lo tuve claro: no podía continuar en aquellas condiciones. Sí, la Semana Santa de 2019 fue cuando no pude pedalear por el Alentejo debido a esa rodilla izquierda.

3. Caminos con cancelas candadas. Había seleccionado un par de tracks que, en principio, parecían fiables. Quiero pensar que cuando alguien los pedaleó no encontró cancelas imposibles. Hoy es el día en que los caminos están cerrados, da igual que vayas a pie o en bici. Propiedad privada, prohibido el paso. Y para eso te planto una cancela imposible. ¿Serán caminos de dominio público? Mis dudas. Quizá es otro buen ejemplo de que no vamos en la dirección correcta, no con la bici, sino como sociedad.

4. La dehesa en primavera sigue siendo una explosión de color. Las lluvias, tan necesarias, proporcionan un regalo espectacular para la vista. Por más que sabes lo que encontrarás, llegar allí y ver ese mar de alcornoques o encinas, la hierba o el cereal suponen un placer inmenso. Sí, también de vez en cuando aparecen eucaliptus, pero todavía la dehesa tradicional gana por goleada.

5. Portugal son sus calles empedradas. Millones de piedras cortadas en diferentes formas y a distintos tamaños proporcionan al país una determinada idiosincrasia en sus pueblos y ciudades. Uno imagina la paciencia para ir colocando cada una de esas piezas hasta completar el puzzle al completo. Debe llevar su tiempo, ¿no?

6. El Camino de Santiago, con sus múltiples vías, sigue fiel a sus flechas amarillas. La Vía Nascente, que en el diseño de nuestra ruta, nos conducía desde Évora hasta Alpalhão, se recorría fácil siguiendo esa guía tan sencilla y popular: la flecha amarilla. En una piedra, sobre una señal de tráfico o con un diseño más profesional, atornillada en una madera, esa flecha ayuda a no perder el camino.

7. Queixo, porco preto, polvo y sericaia (con o sin ciruelas de Elvas). No solo de dar pedales vive el hombre; así que hemos tenido oportunidad de degustar buenos platos de la región. Aunque ha habido, lógicamente, más oferta, de lo que hemos engullido me quedo con esos cuatro platos. Con sus matices según el restaurante, pero bien se podría decir que hemos sobrevivido a base de queso, cerdo ibérico, pulpo y, de postre, sericaia. Bueno, y de un par de miles de pasteles.

8. La estancia en Sentido Figurado. Si Estremoz es ya de por sí un lugar diferente porque está bañado en mármol, que nos alojáramos en un apartamento como Sentido Figurado le dio aún más encanto al día que pasamos allí. El gusto de la decoración, los detalles de bienvenida y los servicios para quienes vamos en ruta (como la lavadora o el colgador eléctrico para secar la ropa) hacen que ese lugar quede en el recuerdo. Enhorabuena a los propietarios.

9. Los primeros rayos del día en Monsaraz. Podría haber sucedido en cualquier otro de los pueblos amurallados de la región, pero fue en Monsaraz donde pude pasear por un pueblo para mí solo y justo en el momento en que amanecía. Desde allá arriba, con la dehesa a los pies, el sol apareció en el horizonte para teñir de rojo intenso la mañana.

10. Cada pueblo elegido como fin de etapa, uno a uno, han sido lugares en los que disfrutar. Si la ruta, en bici, andando o en coche, proporciona placer, qué decir de Castelo de Vide, Monsaraz, Moura, Beja, Évora, Estremoz o Alter do Chão. Verdaderas joyas para recorrerlas con tranquilidad, a pie, dejando que la vista se recree con lo que ofrecen.

11. Los monumentos megalíticos aportan un toque diferente a la ruta. El menhir de Outeiro, el crómlech de los Almendros o el anta de San Gens están ahí desde hace miles de años. Pasar a su lado tanto tiempo después da una idea de que esos fueron lugares elegidos para vivir por quienes nos precedieron. Algo encontraron para decidir que merecía la pena asentarse por allí. Y nos dejaron su legado.

En fin, seguro que podríamos añadir otros recuerdos, pero puestos a elegir me quedo con estos diez. Ya que no ha sido posible pedalear por sus caminos, a excepción del primer día, queda pendiente para un futuro. Habrá tiempo, con la salud recuperada, de pedalear por sus dehesas y de paladear sus comidas. Tiempo al tiempo.

Por si os apetece, os dejo aquí acceso al álbum de Flickr con algunas fotografías de la ruta.

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4 comentarios

Juan M. 22/04/2019 - 23:35

Lamentando mucho la lesión de rodilla que te impedía ir en bicicleta, afirmo que esta ruta con Alberto y contigo fue una gozada. Supimos adaptarnos sin dejar que tan desgraciada circunstancia arruinara el viaje (ole por tu buen carácter) y mantuvimos el ánimo alto en todo momento, a pesar de ese contratiempo y de que las caídas, la de Alberto no mucho, pero la mía si que afectó, no impidieron completar un recorrido espectacular por buena parte del Alentejo interior, el más pegado a la frontera, disfrutando del paisaje, con el legado histórico y cultural y con la gastronomía de la región. Seguro que tendrás tiempo de pedalear por ella. Ahora toca diagnosticar y tratar bien la lesión. Recuperar bien y volver más fuerte.

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Julen 23/04/2019 - 20:30

A ver lo que dicen las pruebas. De momento, el médico de cabecera me ha asustado un poco porque dice que ve indicio de fractura aunque le extraña que no me retuerza de dolor y que pueda caminar. Al tacto me dice que nota una crepitación indicativa de rotura. Espero que se equivoque 😉
Sí, a mí me ha parecido un lugar muy especial para pedalearlo tranquilo. Diría incluso que con etapas más cortas y con más tiempo para pararse y callejear por esos pueblos empedrados que transmiten quietud y calma. Todo eso con unos pastelitos de por medio, ¡vaya planazo! Volveremos, no tengo duda. Gracias por todo, Juan.

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Juan M. 23/04/2019 - 20:57

Cuenta conmigo y gracias a ti.

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Las jaurías, de Alberto Gil – Consultoría artesana en red 09/02/2021 - 05:30

[…] digo yo) tengo que saldar mis cuentas pendientes con el cicloturismo en tierras lusitanas. El Alentejo y las Aldeias Históricas como primer paso, pero hay más planes que algún día ya explicaremos. […]

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